De I/glesia Católica a I/mperio

Sería en el s. VI, con la conversión de Clodoveo en el reino Franco y de Recaredo en Hispania, que el poder papal extendería su influencia a toda Europa Occidental.

08 DE JUNIO DE 2013 · 22:00

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Durante el siglo V la Iglesia Católica afianzó su poder, ocupando el lugar del viejo Imperio Romano de Occidente y los papas alcanzaron una influencia desconocida hasta ese momento. Tal vez el mejor símbolo del cambio profundo que supuso el ascenso de la Iglesia Católica al poder terrenal, fue el encuentro entre el papa León I y Atila. El rey de los hunos estaba a las puertas de saquear Roma y amenazaba con destruir lo poco que quedaba del Imperio, cuando el Papa le pidió una audiencia. Aquella escena recuerda a otros hitos de la Iglesia, como el protectorado de Constantino, la legalización del cristianismo y más tarde su conversión a religión oficial del Imperio. Mientras el papa León I salía al encuentro del rey de los hunos, el emperador Valentiniano III permanecía en la seguridad de su palacio. No sabemos lo que le contó el Papa a Atila, pero logró que regresara a Hungría y salvó a Roma de la destrucción. León I reunió con aquel sencillo acto el poder temporal y espiritual bajo el cetro del obispo de Roma. Tres años más tarde, cuando los vándalos pretendían hacer algo parecido a lo que los hunos habían intentado, León I actuó de nuevo, consiguiendo por segunda vez proteger a la Ciudad Eterna. Pero a pesar de los logros de León I, Roma era una isla de ortodoxia rodeada de poderosos reinos arrianos. Los francos, visigodos y otras muchas tribus de origen germánico, estaban cristianizadas, pero practicaban los ritos arrianos y ponían en duda la divinidad de Cristo. No sería hasta el siglo VI, con la conversión de Clodoveo en el reino Franco y la de Recaredo en Hispania, que el poder papal podría extender su influencia a toda Europa Occidental. El papa Gregorio el Grande consolidó el poder de Roma y aceptó bajo su seno a lombardos, francos y visigodos. Los reyes bárbaros sometían su poder temporal al papal, que en cierto sentido representaba al perdido Imperio Romano. La reforma de Gregorio el Grande no fue únicamente en el terreno político. El papa también contribuyó a una transformación religiosa y litúrgica. Las palabras de Gregorio el Grande, justificaban la necesidad de unir al poder espiritual el poder temporal, aunque con algunos matices cristianos: “Si yo hubiera querido ensuciarme las manos con la sangre de los lombardos, hoy el pueblo lombardo no tendía rey, ni duques, ni condes, y estaría disperso en la mayor confusión. Pero, porque temo a Dios, me cuido bien de mezclarme en la muerte de un hombre, quienquiera que sea…”. A pesar de las palabras de Gregorio el Grande, la unión del poder temporal y espiritual de los papas, a la larga supondría la pérdida de independencia del cristianismo y un deseo exacerbado de poder temporal en el obispo de Roma.

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