Marx y la idea del inconsciente social

El concepto de clase social usado por Marx hunde sus raíces en el individualismo humanista.

25 DE MAYO DE 2013 · 22:00

,
Marx llegó a la conclusión de que toda la sociedad estaba montada sobre un impresionante malentendido. Aquello que enseñaban los economistas de la época no tenía absolutamente nada que ver con lo que ocurría de verdad. La apariencia de la sociedad no era su realidad. El mundo de la modernidad, justo e igualitario, que pregonaban los teóricos del liberalismo, no era en la práctica más que la explotación sistemática del trabajador por parte del capital. Lo que en verdad provocaba el desarrollo de la sociedad burguesa era algo que se ocultaba a los hombres. Fuerzas que actuaban bajo mano y permanecían escondidas a la mayoría de los individuos. Sólo los perspicaces eran capaces de intuirlas y descubrirlas. Fenómenos como la política, que en el fondo era el engaño de los pocos; la religión, el triste consuelo de los muchos; la familia o la explotación a pequeña escala del sistema de clases; la ciencia, base técnica del poder económico o, en fin, el arte que hace creer a la gente que el mundo es un lugar bello y pacífico. Toda la realidad social no era más que pura apariencia. Marx llamó a esta situación de ignorancia generalizada, el “inconsciente social” y la hizo responsable del incremento de las desigualdades en el seno de la sociedad. El sociólogo Paul Claval resalta también el valor de esta teoría: “La noción de inconsciente se vuelve indispensable para explicar la mayor parte de las situaciones y constituye, para las ciencias sociales, un progreso indiscutible. Gracias a ella, es posible ir más allá de las interpretaciones, ingenuas o interesadas, que los protagonistas de la vida social tienden a dar de sus acciones y de las reglas vigentes de su mundo.” (Claval, P., 1991, Els mites fundadors de les ciències socials, Herder, Barcelona, p.175). Sin embargo, Marx, después de llegar a esta conclusión del inconsciente social, no actúa como cabría esperar. No empieza su estudio a partir de los hechos visibles de la sociedad para continuarlo con aquellos otros desconocidos y que pasan desapercibidos a la mayoría de las personas, sino que se niega a aplicar el sentido común. En vez de estudiar el mundo real, prefiere basar su interpretación en el estudio de lo que no se ve, en el mundo de las intuiciones, las ideas y los conceptos, renunciando así a cualquier recurso a la experimentación o a las pruebas demostrativas. La debilidad principal de la visión sociológica de Marx es precisamente ésta, considerar que el análisis de la vida en sociedad sólo se puede hacer de forma teórica. La historia de la humanidad ¿es la historia de la lucha de clases? Tanto para Marx como para su amigo Engels la respuesta a esta pregunta es evidente y absolutamente afirmativa. En el Manifiesto comunista escriben: “En la antigua Roma hallamos patricios, caballeros, plebeyos y esclavos: en la Edad Media, señores feudales, vasallos, maestros, oficiales y siervos, y, además, en casi todas estas clases todavía encontramos gradaciones especiales. La moderna sociedad burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase. Únicamente ha sustituidolas viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha por otras nuevas. Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, porhaber simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose, cadavez más, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado.” (Marx & Engels, 1997: 22). La clase social es entendida así como un conjunto de personas unidas por unas determinadas condiciones económicas y sociales que se identifican entre sí, que poseen una conciencia de clase ya que comparten sentimientos, necesidades, problemas y maneras de pensar. De ahí que el interés principal de la clase dominante sea siempre perpetuar su dominio, mientras que para el proletariado, el interés de clase sería destruir el modo de producción capitalista. Estos intereses antagónicos son los que conducirían a la inevitable lucha de clases, al eterno conflicto entre los que tienen y los que no tienen. Por tanto, los seres humanos ya no se diferenciarían por la raza o la nacionalidad sino sobre todo por la clase social a la que pertenecen. Según esta concepción materialista de la historia, el motor del cambio en las sociedades no está constituido por las ideas o los valores de las personas sino por las influencias económicas, por las peleas clasistas entre los ricos y los pobres. No obstante, el número de clases sociales que aparece en los trabajos de Marx es un tanto desconcertante. Unas veces se refiere a tres, como en El Capital: terratenientes, empresarios y obreros; otras habla de dos, como en el Manifiesto comunista: patronos y proletarios; e incluso en determinadas ocasiones enumera hasta siete u ocho, como en El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Según palabras del catedrático de sociología, Juan González-Anleo: “En definitiva, la llamada teoría marxista de las clases no está bien definida, es una pluralidad de teorías con un principio común: la lucha de clases. Los criterios de distinción, y por tanto el número mismo de las clases, varían según la intención de Marx, hombre polivalente que escribía en clave económica, político-dialéctica o histórica, según la ocasión.” (González-Anleo, J., 1994, Para comprender la sociología, Verbo Divino, Estella, Navarra, p. 173). De cualquier manera, Marx abrigaba la esperanza de que las clases intermedias existentes entre capitalistas y proletarios, tales como las de los artesanos, pequeños burgueses, comerciantes y campesinos, se agruparían sólo en las dos primeras cuando llegara la revolución proletaria. En ese momento todos tendrían que decidirse por los trabajadores o por los empresarios, ya que sólo habría dos bandos. Por lo tanto, la única posibilidad que le quedaba al proletariado para liberarse de la opresión impuesta por el capital era acabar con la sociedad de clases. Lo cual implicaba abolir la propiedad privada de los medios de producción mediante la instauración del comunismo. Pero para acabar con el poder del capitalismo era necesario empuñar las armas ya que “la burguesía no ha forjado solamente las armas que deben darle muerte; ha producido también los hombres que empuñarán esas armas: los obreros modernos, los proletarios” (Marx & Engels, 1997: 30). La burguesía había producido sus propios sepultureros, esos trabajadores que ya no tenían nada que perder, sólo sus propias cadenas. Su misión era destruir todo aquello que durante mucho tiempo había venido asegurando la propiedad privada existente, ya que en el futuro la burguesía sería incompatible con la sociedad y su hundimiento, frente a la victoria del proletariado, iba a ser absolutamente inevitable. El objetivo inmediato del comunismo era constituir a los trabajadores en la clase que conquistara el poder político y redimiera a la sociedad. Tal es el gran mito marxista de la redención proletaria. Sin embargo, ante la cuestión acerca de si la lucha de clases es el único motor del cambio social, como pensaba Marx, quedan abiertas otras posibilidades. ¿Acaso la lucha pacífica por la justicia y por la verdad de los hombres de buena voluntad no ha movido también la historia? Los principios cristianos del amor al prójimo, al débil y al enfermo ¿no han logrado mejorar las condiciones humanas en los dos últimos milenios? El desarrollo científico y técnico iniciado por hombres que procuraban leer el gran libro de la naturaleza como la “otra” revelación de Dios, ¿no ha impulsado el desarrollo de la humanidad? Es verdad que bajo el pretexto de lo religioso se han cometido muchas injusticias y auténticas atrocidades a lo largo de la historia, pero esto no resta importancia a los progresos sociales alcanzados a partir de la verdad revelada. No es posible negar la continua agresión ambiental contra el planeta, causada por los excesos egoístas de la actual tecnología industrial, sin embargo tampoco se puede obviar la realidad de los avances científicos en la lucha contra la enfermedad y en otras esferas del bienestar humano. Es evidente que no toda evolución social es imputable a la lucha de clases sino que en la historia de la humanidad intervienen también otros importantes factores. El concepto de clase social usado por Marx hunde sus raíces en el individualismo humanista. Si lo único capaz de mover la sociedad es el interés económico y material de los individuos, si la causa real del desarrollo social es solamente el egoísmo de los ciudadanos, entonces ¿qué ocurre con la idea de comunidad? “Si la historia entera de la sociedad no es nada más que la historia de la lucha de clases, entonces no hay ningún espacio en tal sociedad para una verdadera comunidad” (Dooyeweerd, H., 1998, Las raíces de la cultura occidental, Clie, Terrassa, Barcelona, p. 211). Si cada estamento social buscara sólo su propio beneficio, ¿no habría que pensar también en el Estado, o en la clase dirigente, como en un instrumento de dominio? ¿qué garantías habría para confiar en que los gobernantes buscarían ante todo el bienestar social de los ciudadanos? En la evolución de las comunidades humanas tiene que haber algo más que el puro egoísmo individualista y corporativista propuesto por la lucha de clases.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - ConCiencia - Marx y la idea del inconsciente social