Marxismo y el problema de la alienación humana

Según Marx, los hombres estaban alienados en el régimen capitalista porque habían creado organizaciones colectivas tan grandes en las que se habían perdido.

18 DE MAYO DE 2013 · 22:00

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El Manifiesto comunista escrito entre Marx y Engels comienza con las siguientes frases: “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes”. ¿Por qué casi todo el mundo parecía temer a ese fantasma? ¿dónde estaba el hipocentro de aquél terremoto que tambaleó los cimientos de la antigua Europa? La primera onda sísmica hay que buscarla en el concepto de alienación humana que Marx tomó prestado de Hegel. La palabra alienación proviene del latín alienus y significa: “sentirse ajeno o extraño”, “sentirse otro”. Hegel a su vez sacó este término del Derecho y lo utilizó para referirse a la persona que ha perdido sus derechos, que ha sido expropiada y, por tanto, está “alienada”. También en psiquiatría se puede decir, por ejemplo, que un demente está alienado porque no sabe quién es, porque ha perdido su propia identidad y adopta una actitud distinta a la que en él resultaría natural. Pues bien, Marx aplicó este mismo concepto de alienación al mundo laboral, señalando que el obrero se aliena cuando su trabajo deja de pertenecerle, cuando se vende para conseguir un sueldo humillante. Aquellas tareas en las que el trabajador no es más que una pieza de un complicado engranaje, dejan de ser creativas y de realizar al obrero para convertirlo en apéndice de la máquina, en un trozo de carne pegado a una herramienta mecánica. Ante las miserables condiciones laborales que se daban en tantas industrias de la época, en las que se obligaba a trabajar jornadas de hasta quince y dieciséis horas, no sólo a hombres y mujeres sino también a niños de tan sólo siete años, Marx levanta su voz crítica para decir que aquello no era progreso sino esclavitud; que aquél no era el verdadero mundo del trabajador y que por eso éste se sentía ajeno a él. En esas condiciones el obrero se volvía extraño a sí mismo, ya no se podía reconocer en su actividad y en sus obras. Tal sería, para el marxismo, la primera o la más importante de todas las alienaciones, la económica que conduciría hacia todas las demás: alienación ideológica, política, jurídica, religiosa, etc. Según Marx, los hombres estaban alienados en el régimen capitalista porque habían creado organizaciones colectivas tan grandes en las que se habían perdido. La propiedad privada de los medios de producción y la anarquía del mercado constituían las dos principales fuentes de alienación, pero no sólo para los trabajadores sino también para los propios empresarios que se convertían así también en esclavos de la competencia.

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