Madre: asociada divina

Mirar la maternidad con la ligereza, cuando no mediocridad de nuestra sociedad actual, es estar robándole el honor que se merece.

10 DE MAYO DE 2013 · 22:00

,
La maternidad humana es dúplice en su esencia e infinitamente más sublime que la opinión que a la misma dan, los que no defienden la vida de los bebés o los que abogan por desvalorizar el matrimonio “madre y padre”: varona y varón. En primer lugar está el hecho de dar a luz, por lo que con razón se dijo: “Bendito el fruto de tu vientre”. Más aún, la maternidad humana tiene un segundo y excelente aspecto: el del espíritu. El alma de un niño no emana del alma de su madre ni de su cuerpo, sino que es creada nueva y entera, por Dios, Quien la infunde en el cuerpo del recién nacido. La maternidad fisiológica queda santificada por esa colaboración con Dios mismo, que presta su paternidad a la criatura que ha dejado crecer en la carne de su madre. La madre humana no concibe un mero apéndice del que puede desprenderse como si de cortarse el cabello se tratara, ni un simple animal, sino un hombre o mujer hecho a la imagen y semejanza de Dios que le creó. Todo nacido de mujer tiene, según este razona-miento, dos padres. Uno es el terrenal, sin el que no viviría, y otro el celestial, sin el que no poseería personalidad, alma y un carácter propio. La madre es elemento merced al cual operan ambos padres. Por tanto, su relación con el niño tiene dos aspectos. Uno, el de la madre del bebé que por algún tiempo depende absolutamente, en el sentido físico, de su progenitora. Todo nacimiento requiere una sumisión y una disciplina. Hay que trabajar la tierra antes de que pasiva y amorosamente admita la semilla. No obstante, la voluntaria sumisión de la mujer no es pasiva sino de sacrificio y consciente-mente creadora. El conjunto y la esencia de su naturaleza ha sido formado para este acto de abnegación y amor. Por lo que realza la superioridad de las mujeres y su capacidad de hacer sacrificios más sostenidos que los hombres. Éstos pueden ser héroes en momentos críticos, pero luego recaen en la monotonía cuando no en la parsimonia, lo que disminuye la fortaleza del espíritu. No sólo los días de la mujer, sino también sus noches; no sólo su ánimo, sino también su cuerpo, tienen que compartir la maravillosa aventura de la maternidad. Por eso pienso “Desde el Corazón”, que ellas entienden con comprensión más segura que los hombres, la doctrina de la redención, porque asocian el riesgo de la muerte con el hecho de dar la vida a los hombres en el acto del nacimiento, tras haber sacrificado su ser personal a otro, durante los muchos meses que preceden a esa hora. En la madre se conjugan dos de las más grandes leyes espirituales: amor al prójimo y cooperación con la gracia de Dios. Ambas se aplican de una forma única. No siendo en una madre el amor al prójimo, el amor a un ente incon-creto, sino el amor de una madre durante el embarazo ya, a un ser unificado en ella y, amado de mu-chas y diferentes maneras. Esta cooperación con la gracia, aunque pueda ser inconsciente en la madre, en la madre cristiana nunca lo es, ya que el ser madre la convierte en ASOCIADA de la DIVINIDAD. Ella, puedo pensar “Desde el Corazón”, trae Dios al hombre al aceptar su papel de madre, permitiendo al Creador infundir en su cuerpo un alma nueva. Aproxima a Dios el hombre al hacerle nacer, consintiendo en servir de instrumento, para que otra creatura de Dios nazca en el mundo. Mirar la maternidad con la ligereza, cuando no mediocridad de nuestra sociedad actual, es estar robándole el honor que se merece. Comprender el significado real de la maternidad requiere medir el elemento espiritual que contribuye a crear un niño y examinar a la mujer en cooperación con su marido, para crear el vástago hombre, y con Dios, Padre de un alma eterna, indestructible y diferente de cualquier otra que se haya formado a través de la historia del mundo. Así, toda maternidad humana equivale a una asociación con lo divino ¿no es esto maravilloso?

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde el corazón - Madre: asociada divina