Dávila Vázquez: textos de la Pasión

“Todos los seres humanos tenemos en algún momento necesidad de orar, y lo hacemos de distinto modo. Yo lo he hecho en este libro”.

16 DE MARZO DE 2013 · 23:00

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CONVICCIÓN DE CRISTIANO Completamos el acercamiento a la poesía que Jorge Dávila Vázquez ha dedicado al Cristo de los evangelios. Y si en algún poema de otra serie el escritor de la ecuatoriana ciudad de Cuenca señala: “El silencio:/ no ausencia de/ la palabra,/ anunciación/ del Verbo”, posteriormente, en el citado poemario “La palabra, el silencio” (2004), íntegramente dedicado a la temática bíblica, deja expresa constancia que los poemas acopiados en él, constituyen “un público acto de fe, y también un conjunto de mínimas plegarias y meditaciones. Todos los seres humanos tenemos en algún momento necesidad de orar, y lo hacemos de distinto modo. Yo lo he hecho en este libro”. Agrega que su madre, ya fallecida cuando escribió el libro, fue quien desde el primer momento le hizo conocer los misterios del Señor. Pero no siente congoja por su ausencia, como resalta en la declaración final de su sentido preludio: “Mi convicción de cristiano es que nunca nos ha abandonado y que un día nos habremos de reunir nuevamente en el amoroso y cálido seno del Padre”. LA TUMBA VACÍA Y OTROS POEMAS Como hecho curioso, este pasado viernes recibí una amplia antología de Jorge Dávila Vázquez, El temblor de la Palabra (Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 2009, pp. 370), con selección realizada por Santiago Vizcaíno. Me lo trajo hasta Salamanca, debidamente dedicada, el excelente poeta Bruno Sáenz Andrade, de quien ya di cuenta de su poesía dedicada a lo Divino. Grato presente de Jorge, quien estos días debe estar volando a París, al Salón del Libro, en representación de los escritores de Ecuador, junto con mi buen amigo Javier Vázconez, narrador de prestigio. Ahora les dejo con cuatro textos de Jorge Dávila, un poeta cuyo pensamiento cristiano late en sus versos, pues siente la llama que alimenta y trasciende. Él va desde la bíblica zarza hasta las sorprendentes revelaciones de Juan de Patmos; él viene si alardes de bonanzas, mostrando lo que aquilata en su alma. Mi abrazo y mi gratitud por su valentía de no esconder su entrega a Jesús. CORONA No de metal precioso ni con gemas o símbolos. Tejida apenas de punzantes zarzas entre risas gritos y pinchazos “He aquí una corona para el rey”, deben haber dicho los soldados medio ebrios. Y la hundieron en tus sienes buscando la palabra de protesta la queja, golpeándola a que penetraran las espinas. ¿Y qué dijiste Tú? Nada. Lacerado, los finos hilos de sangre bajando por tu rostro, seguías en silencio. Es el principio debes haber pensado en el momento en que te ciñeron un manto y pusieron una caña en tus manos como cetro. La befa comenzaba. STABAT Junto a la cruz de Jesús estaba su madre... Y junto al lecho del pequeño que suda se estremece se queja. Siempre junto a la cruz del hijo cuando él muere de una pena indecible de un dolor de la vida de unas flagelaciones del destino y una corona de espinas y de sueños inútiles. Siempre, allí, a tu lado, su lado, nuestro lado, pues todos somos Cristo. Lacrimosa, sí, pero firme, hasta el fin: el grito desgarrado, las tinieblas, el tercer día, la resurrección. LA TUMBA VACÍA Si Cristo no ha resucitado nuestra fe no tiene valor ni sentido, grita encendido Pablo. Nos aferramos a su palabra definitiva ardiente faro y antorcha en la sombra de los tiempos, la incertidumbre el miedo... Vamos hacia el encuentro del hombre-Dios que volvió de la muerte tan cambiado que los suyos no lo reconocieron: los de Emaús, María, Pedro... Vamos hacia Él, el Señor de la vida no el hombre de la muerte. Su sepulcro vacío es nuestro signo, nuestra fe inconmovible nuestra esperanza de resucitar también con Él un día. PENTECOSTÉS Tu fuego, Espíritu Santo penetró de tal manera el barro y la madera de que estaban hechas esas buenas gentes que amaban, seguían, y, a veces, aun negaban al Rabí, que su incendio no ha podido apagarse en veinte siglos.

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