El Dios del teólogo y el del místico en Ortega

Ortega compara frente al misticismo las actitudes católica y protestante, y concluye que el fundador de la Orden jesuita fue influenciado por Lutero.

08 DE MARZO DE 2013 · 23:00

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Ante la opinión de Tomás de Kempis, uno de los más grandes místicos de todos los tiempos, quien aseguraba que en el desprecio de las cosas exteriores y en la contemplación divina el místico siente acercarse a él el reino de Dios, el poeta alemán Friedrich Novalis afirmaba rotundamente: “¡El misticismo mata la razón!”. Esto mismo lo creía Ortega. Los místicos no eran santos de su devoción. Ni ellos, ni su vida, ni su teología, ni sus soberbias pretensiones. En su ensayo sobre Ernesto Renán, ya citado, Ortega llama a los místicos “apaches de la divina sustancia, gente que atraca en la soledad de un éxtasis al buen Dios transeúnte”. (29) En DEFENSA DEL TEÓLOGO FRENTE AL MÍSTICO, fragmento de un curso sobre ¿QUÉ ES FILOSOFÍA?, dado en la Universidad de Madrid en abril de 1939, Ortega afirma que “el mundo está lleno de charlatanes, de vanidosos, de embaucadores, de dementes. El criterio en este caso – sigue- no me parece de difícil hallazgo; yo creeré - declara Ortega- que alguien ve más que yo cuando esa visión superior, invisible para mí, le proporciona superioridades visibles para mí. Juzgo por sus efectos”. Cuatro líneas más abajo, para que no queden dudas sobre quiénes son los destinatarios de estos juicios, Ortega añade: “Mi objeción al misticismo es que de la visión mística no redunda beneficio alguno intelectual”. (30) En otro fragmento del curso citado Ortega recuerda la opinión que el místico le merecía años atrás: “El estático es, más o menos, un “frenético”. Por eso se compara él mismo a un hombre ebrio. Le falta mesura y claridad mental. Da a la relación con Dios un carácter orgiástico que repugna a la grave serenidad del verdadero sacerdote”. (31) José Luis Abellán afirma que el catolicismo prefiere a María, una de las dos hermanas de Lázaro, quien en el Evangelio representa la contemplación claustral, en tanto que el protestantismo se inclina por Marta, mujer que entiende el camino ideal a la verdad como acción y servicio. (32) El propio Ortega compara ambas actitudes frente al misticismo, la católica y la protestante, y concluye que el fundador de la Orden jesuita fue influenciado por Lutero. En una conferencia pronunciada en Buenos Aires poco después de 1940 sobre la figura del gran humanista español Juan Luis Vives, Ortega pronuncia el párrafo que a continuación se transcribe: “El protestantismo acabará en media Europa con la vida monacal. Lutero resume su moral religiosa diciendo. “Hay que seguir la obra de Dios en el mundo”, en este mundo. ¿Creen que es casual que Ignacio de Loyola funde, precisamente en este tiempo y frente a Lutero, una Orden, la primera que en absoluto no es Orden Monacal, cuya finalidad no es el retiro ni la oración, sino la pelea en medio de este mundo para Dios y a la que por eso da un nombre militar: “Compañía de Jesús”, es decir, una especie de Tercio castellano a lo divino? He ahí en lo que habían coincidido, sin advertirlo, Lutero y San Ignacio”. (33) No obstante la dureza de los textos citados, Ortega se muestra respetuoso con los místicos. Su ética personal no le permitía la injuria a ser humano alguno. Admite que la obra de los pensadores místicos “son de abundante interés” y que la idea que tienen del éxtasis –“ya que no el éxtasis mismo”- no carece de significación. La preferencia de Ortega por el pensamiento y la acción frente a la contemplación y el enclaustramiento, tiene, desde luego, fundamento cristiano. Jesús fue un hombre de trabajo, sus tres años de ministerio público fueron un batallar diario. En una ocasión en que los discípulos le proponen un paréntesis contemplativo, Jesús les enseña que es preciso bajar del monte y mezclarse con el gentío. (34) Buscar la liberación propia en el infinito de Dios es bueno y justo, pero vive en torno a nosotros una humanidad que también necesita ser liberada. -------------------------------------------- NOTAS 29. O.C. Tomo I, pág. 134. 30. O.C. Tomo V, pág. 455. 31. O.C. Tomo VII, pág. 342. 32. José Luis Abellán, HISTORIA CRÍTICA DEL PENSAMIENTO ESPAÑOL, Espasa Calpe, Madrid, Tomo I, pág. 143. 33. O. C. Tomo IX pág. 529. 34. Mateo 17: 1-14.

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