Hojas de álamo al viento

Hay personas que quieren racionalizar la fe, como si pudiera diseccionarse en un laboratorio, eso es imposible.

09 DE MARZO DE 2013 · 23:00

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En la península superior de Michigan existen unos álamos muy especiales, sus delicadas hojas se ondulan y vibran ante la mínima brisa, mientras que las hojas de otros árboles a su alrededor se mantienen calmos e inamovibles. A esta clase de álamos se les llama álamos temblones. Hay ocasiones en mi vida en las que me siento como un álamo temblón. Veo a los que me rodean que se mantienen imperturbables ante su vida y sus circunstancias, mientras que la más suave de las brisas hace temblar mis hojas, Pero entonces voy a mi Biblia, mi preciosa y vieja Biblia y recuerdo que la calma más deliciosa se encuentra en la presencia de mi Señor. En la casa de mis abuelos había una palmera que todavía existe hoy, pero que ya tenía muchos metros de altura cuando yo era una niña. En una ocasión, tuvieron que abrir una plaza lejos de la casa, casi llegando a la playa y, sabéis con que se encontraron?, con las raíces de la palmera, era una distancia muy larga, pero aquellas raíces superaban los metros de altura de la palmera. Cuando supe esto me hizo recordar a mi propia vida, si!! Es cierto que en ocasiones mis hojas se ondulan ante la más mínima brisa, pero también es cierto que -cada circunstancia de mi vida- ha hecho que me agarrase a mi Señor con mucha fuerza, dejé que mis raíces en Él crecieran más y más y se arraigaran bien firmes en Él y en Su palabra y, aunque mis hojas se ondulan suavemente, la profundidad de mi vida con el Señor es tan grande que cuando llegan temporales fuertes a mi vida, paradójicamente, permanezco imperturbable. El secreto? Una fe firme y sólida, un conocimiento de la Palabra profundo, vivido, interiorizado y mucho tiempo a solas en Su presencia. Hay personas que quieren racionalizar la fe, como si pudiera diseccionarse en un laboratorio, eso es imposible; la fe se vive, la fe se siente, la fe es un entornar nuestros ojos y abandonarse dulcemente en los brazos amorosos del Padre. Dónde está el lugar de Su presencia?, pues está en la soledad de la intimidad y la más profunda pasión por Dios. Ahí, donde nadie nos ve, podemos doblar nuestras rodillas, abrir nuestros corazones y sentir como todo Su Espíritu nos baña con un suave bálsamo del más profundo amor. Y, sabéis algo?, eso se transforma afuera, hace que -en ocasiones- nuestro rostro se asemeje al de un ángel igual que el de Esteban. Dice el Salmo 92 que: “El justo florecerá como la palmera; crecerá como cedro en el Líbano, así quiero ser yo!! Suave por fuera que mis hojas se dejen mecer por la brisa; pero que mi interior esté profundamente anclado en lo insondable de mi relación con Dios. Alguien escribió: “La paz no es la ausencia de conflictos; es la presencia de Dios”. Sientes que tus hojas ondean con demasiada facilidad ante la brisa y el viento?, entra en el lugar santo de Su presencia y, doy fe, que tu vida se enterrará en el más profundo y delicioso océano del infinito, insondable e inconmesurable amor de Dios.

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