La iglesia es Santa (I)

La única, santa, Iglesia católica y apostólica (IX)

22 DE FEBRERO DE 2013 · 23:00

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Cuando analizábamos la primera aseveración de nuestro título: decíamos que la iglesia de Dios es una realidad única e indestructible porque: 1. Dios es Uno; 2. El pueblo de Dios es Uno; 3. El Reino de Dios es Uno; 4. La esposa de Cristo es Una; 5. El cuerpo de Cristo es Uno;y 6. El edificio de la iglesia es Uno.(1) Ahora hemos de analizar la segunda aseveración del Credo niceno constantinopolitano que afirma que la iglesia es Santa. Pero, antes de entrar de lleno en el tema, aclaremos qué entendemos por “santo” o “santa”, ya que no todos coincidimos en el mismo significado o en su uso. En general, oímos decir a menudo “Fulano es un santo” porque tal individuo sobrelleva con entereza y sin quejas una penosa enfermedad; o “Mengana es una santa” porque hace más de treinta años que aguanta a un ogro de marido; o “Ella sí que es una santa” por la abuela cuya presencia pasiva es suficiente para que nadie suelte una palabrota frente a ella. En fin, que la usamos para describir a cualquier persona que evita el chisme, no se engancha con injusticias, media en agrias discusiones para atemperar los ánimos, o está siempre dispuesta a hacer cosas en beneficio de los demás. Sin embargo, son usos que no dan la talla a su significado original. Por ignorar lo que significa, existen cristianos y congregaciones secularizados, lejos de la santidad divina. Los que profanan el Nombre del Señor ignoran el castigo. La santidad de Dios no puede explicarse con facilidad. Por estar creados a la imagen de Dios, compartimos muchos de Sus atributos, como por ejemplo amor, fidelidad, misericordia, paciencia; pero, debido a nuestra naturaleza pecaminosa nunca podremos compartir otros atributos de Dios como son Su omnipresencia, omnisciencia, omnipotencia, y santidad. La santidad de Dios no se limita a la perfección o pureza; va mucho más allá pues le permite trascendernos y transformarnos. Sólo ella confiere a Dios el halo de majestuosidad que nos asombra y deja perplejos frente a lo inescrutable de su inmensidad. La palabra “santo/a” aparece, en su singular y plural, referida a personas, lugares, objetos u obras, 581 veces en la Biblia(345 veces en el AT; y 236 veces en el NT). Como sustantivo se refiere a personas que están alejadas de contaminación o corrupción; apartadas del pecado; como adjetivo se refiere a todo lo que está relacionado con los santos. Por cuestiones de espacio veremos sólo algunas de las referencias que el texto bíblico nos ofrece del santo Dios, con el deseo de que nos ayude a comprender mejor lo que significa iglesia santa. 1. DIOS ES SANTO. Siendo imposible que hubiese otra manera de conocerle, Dios es quien se revela al hombre. En su acción “religadora” Él se presenta a sus escogidos, cómo, cuándo y dónde Él quiere, por el beneplácito de Su voluntad. Él reveló Su santo nombre a Israel.Tras sacarlo de Egipto (figura del sistema mundano) con suma precisión Dios instruyó a su pueblo; les enseñó a los israelitas cómo deberían vivir y adorarle, presentándose a ellos como Jehová, su Dios: “Porque yo soy Jehová vuestro Dios; vosotros por tanto os santificaréis, y seréis santos, porque yo soy santo; así que no contaminéis vuestras personas con ningún animal que se arrastre sobre la tierra. Porque yo soy Jehová, que os hago subir de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios: seréis, pues, santos, porque yo soy santo.”(2) A Moisés le ordenó:“Habla a toda la congregación de los hijos de Israel, y diles: Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios. Cada uno temerá a su madre y a su padre, y mis días de reposo guardaréis. Yo Jehová vuestro Dios. No os volveréis a los ídolos, ni haréis para vosotros dioses de fundición. Yo Jehová vuestro Dios.”(3) Notemos que “santo soy yo” precede al nombre de Dios. Isaías es visitado en visión por Dios para pasar juicio sobre el pueblo rebelde y contumaz que había profanado Su nombre. Lo convoca de una manera extraordinaria; en el año que murió el rey Uzías el Rey que vive eternamente llama a Isaías desde su trono alto y sublime. Los propios serafines que lo acompañan se cubren el rostro y pies con cuatro de sus seis alas para no mirar, mientras exclaman: “Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo. Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.”(4) En su libro utiliza 46 veces la palabra “santo” (hagios, en griego), pero aquí se repite tres veces (trisagio), en un mismo texto. Era común en Israel afirmar una verdad repitiéndola dos y tres veces. (5) Jesús mismo hizo uso en sus enseñanzas de esa manera de hablar: “De cierto, de cierto os digo”. (6) Pero esta sublime y única experiencia permitida a Isaías (en el AT) ocurre una segunda vez, ahora en el NT, cuando Juan ve la escena en la que “los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir.” (7) Juan ve el trono de gracia (Dios Padre sentado y sobre él el arco iris) y junto a él al Cordero que fue sacrificado y ahora vive (el Hijo) y las siete lámparas de fuego (el Espíritu de las siete iglesias). El trisagio “Santo, Santo, Santo” va dirigido a las tres personas de la Divinidad allí presentes; y confirma que el Dios de Israel revelado a Isaías es el mismo que ahora ve Juan en las tres personas santas, que viven y obran (algo que no pueden hacer los títulos u oficios a los que algunos pretenden reducirlos). Todo lo que pertenece a Dios es santo. Él apartó del mundo a un pueblo para hacerlo suyo: “Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos.” (8) De la misma manera que fundó y apartó para sí un pueblo, una nación como Israel, está haciendo con las demás naciones paganas (gentiles) por medio de Jesucristo, su Hijo, fundando una iglesia (gente apartada) sobre sí mismo (la Roca eterna), a la que añade cada día los que han de ser salvos. El Israel espiritual y los convertidos a Cristo por el Evangelio de la gracia se unen en un solo pueblo, cuerpo, edificio, santificado en el Espíritu. La santidad de Dios es única.Dios creó al hombre a su imagen y semejanza para que pueda manifestar sus atributos, por ejemplo: amor, fidelidad, misericordia, paciencia y paz; pero ningún ser humano puede conocer o aproximarse a la santidad divina porque es lo más lejano a nuestra realidad pecaminosa. Así se le hizo ver a Josué, quien lo transmitiría a su pueblo para que decidieran a quién habrían de servir: Entonces Josué dijo al pueblo: No podréis servir a Jehová, porque él es Dios santo, y Dios celoso; no sufrirá vuestras rebeliones y vuestros pecados. (9) Y el pueblo juró servir al Santo de Israel. Y no cumplió. Ana, madre de Samuel, reconoció de manera excelsa la santidad de Jehová adorándole desde lo profundo de su ser: “No hay santo como Jehová; porque no hay ninguno fuera de ti, y no hay refugio como el Dios nuestro. (…) El guarda los pies de sus santos, mas los impíos perecen en tinieblas; porque nadie será fuerte por su propia fuerza.”(10) Profanar la santidad de Dios acarrea muerte.Los que profanaron su santidad murieron. Eso ocurrió a los habitantes de Bet-semes que miraron dentro del arca recuperada a los filisteos; ese día murieron 50.070 hombres. Y los que momentos antes habían expresado su júbilo, pero excediéndose en festejos, llorando exclamaron: “¿Quién podrá estar delante de Jehová el Dios santo? ¿A quién subirá desde nosotros?” (11) Muy distinto celebró el regreso del arca David, quien hizo fiesta agradable al Señor y enseñó un cántico memorable: Gloriaos en su santo nombre; alégrese el corazón de los que buscan a Jehová. (…) Y decid: Sálvanos, oh Dios, salvación nuestra; recógenos, y líbranos de las naciones, para que confesemos tu santo nombre, y nos gloriemos en tus alabanzas.”(12) David honró Su santo nombre.Próximo a morir David congrega al pueblo y le confiesa su amor por el Santo de Israel y le entrega a Él todo lo que tiene para que Salomón, su hijo, construyese la casa a Él dedicada. Ese edificio diseñado por Dios, es la figura terrenal de Jesucristo y de su Obra. En un capítulo lleno de devoción y enseñanzas, David nos exhorta a no aferrarnos a lo material de este mundo; a no poner nuestra confianza en “tener más” sino en “dar todo” a quien nos provee de todo, comenzando por nuestra razón de ser: Oh Jehová Dios nuestro, toda esta abundancia que hemos preparado para edificar casa a tu santo nombre, de tu mano es, y todo es tuyo.”(13) David conoció la santidad divina.Excepto Jesucristo, ningún humano llegó a estar tan cerca de Dios como David. Leyendo sus salmos llegamos a comprender hasta dónde permite Dios revelarse a Sí mismo a un ser humano que busca conocerle y deleitarse en Él. Por ser conforme a su corazón, Dios le reveló que: Su santo monte (Sión) es figura del santuario del Altísimo y de la Ciudad celestial. (14) Jehová Dios mora en su santo templo (los cielos). (15) Él escoge, perdona y salva a sus santos para deleitarse con ellos. (16) De su descendencia nacería el Rey cuyo reino no tendrá fin. (17) Su santidad infunde temor reverencial entre quienes le adoran y alaban. (18) Podríamos seguir viendo en el resto del AT y en el NT lo relativo a la santidad de Dios, el dueño de la iglesia. Pero mi intención ha sido volcar hasta aquí algunas evidencias de la inaccesible santidad de nuestro Dios: santo, santo, santo; que es el dueño de la iglesia. Dios como Padre de Israel, y como Padre de nuestro Señor Jesucristo, sobre quien estudiaremos su santidad, en nuestra próxima nota. No puedo despedirme sin antes inclinar mi cabeza, humillarme delante de este Dios perfecto en todo, que a pesar de ser santo y justo, es misericordioso y está dispuesto a perdonarnos nuestros pecados. Gracias Padre santo por enviarnos espíritu de arrepentimiento, y de confesión; y por perdonarnos, consolarnos y restituirnos el gozo de tu salvación en el seno de tu familia santa. Amén. En nuestra próxima veremos La iglesia es santa, porque Dios es santo (II), hasta entonces, D.M. Paz del Señor. ----------------------------------------------------- NOTAS Ilustración: no hay mejor imagen de la santidad que ver una familia en comunión con Dios y viviendo Su palabra. La iglesia santa comienza en el hogar. 1. Agentes de cambio, P+D, La iglesia es Una; La iglesia y los lugares de culto: 27, 28, 29, 30, 31, 32, 33, 34 2. Levítico 11:44,45 3. Levítico 19:2-4 4. Isaías 6:3-5 5. Jeremías 22:29, Ezequiel 21:27 y 2 Samuel 18:33 6. Juan 1:51; 5:19, 24, 25; 6:26, 32, 47, 53 y doce veces más 7. Apocalipsis 4:8 8. Levítico 20:7,26; 21:6-8; 19:8; 22:32; 25:12; 27:9; Números 6:5,8; 15:40; Deuteronomio 7:6; 14:2,21; 23:14; 26:19; 28:9 9. Josué 5:15; 24:19 10. 1ª Samuel 2:1-10 11. 1ª Samuel 6:20 12. 1ª Crónicas 19:10,35 (recomiendo leer todo el capítulo) 13. 1ª Crónicas 29:16; recomiendo leer todo este maravilloso capítulo; y los Salmos 33:21; 89:18; 103:1; 105:3; 106:47; 111:9; 145:21 14. Salmos2:6; 3:4; 15:1; 43:3; 87:1; 99:9 15. Salmos 5:7; 11:4; 47:8; 65:4; 138:2 16. Salmos 16:3; 22:3; 28:2; 30:4; 31:23; 32:6; 51:11; 52:9; 71:22; 89:5; 97:10; 98:1; 99:5; 103:1; 105:3; 106:47; 116:15; 145:10, 21; 148:14; 149:1; 145:5,9 17. Salmos 89; leer con 16:10; 20:6; 24:3 18. Salmos 34:9; 37:28; 48:1; 77:13; 85:8; 89:7; 99:3; y sugiero leer el edificante Salmo 149

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