La tradición del olvido

Selecciona: Isabel Pavón (de “La nueva poesía canaria”, Editorial Verbum)

16 DE FEBRERO DE 2013 · 23:00

,
Cuando los barrancos no eran profundos y las montañas aún eran jóvenes, los frutos crecían junto a las cuevas y a las laderas, los hombres erguían sus cabezas, las estrellas iluminaban las sombras. Aprendimos los nombres de los animales y de las plantas y dimos nombre a nuestras familias. Hablábamos la primera lengua. Cuando los barrancos aún no eran profundos y las montañas eran jóvenes, no había día sin sol ni noche sin luna. Pero quisimos que los frutos crecieran más allá de donde nuestra mano se alargaba, que las estrellas iluminaran más allá de donde nuestros ojos alcanzaban, que otros hombres inclinaran sus cabezas ante la nuestra. Cambiamos los nombres de las plantas y de los animales y los nombres de nuestras familias se hicieron más largos. Creamos la segunda lengua. Por eso hicimos hogueras, para crear el miedo, la angustia, el temor, la muerte. Hicimos hogueras e invocamos a las lluvias con danzas de sangre, con cantos de odio. Y las lluvias vinieron. Los barrancos se hicieron profundos y las montañas crecieron y se volvieron duras y lejanas como la tierra como la tierra que heredamos cuando ya nunca más hubo lluvias, ni frutos, ni animales, ni estrellas que iluminaran las sombras, cuando los días quedaron sin sol y las noches sin luna, cuando olvidamos nuestros nombres. Cuando olvidamos.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Poe+ - La tradición del olvido