Halloween y las sensibilidades culturales

Todos nosotros vivimos y sentimos dentro de alguna cultura, sea la que sea.

17 DE NOVIEMBRE DE 2012 · 23:00

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Hace unos domingos se publicó en Protestante Digital un artículo mío sobre Halloween en el que cuestionaba las razones que se dan muchos cristianos para no celebrar la fiesta, que a veces son razones superficiales, repetidas de unos a otros, con poca base bíblica y que no toman en consideración el verdadero peligro de esta celebración. A pesar de haber insistido dentro del artículo en que a mí no me gustaba Halloween ni lo iba a celebrar, me llegaron comentarios por varios medios de personas conmocionadas incapaces de creer que una cristiana como yo defendiera Halloween… Ante lo cual acabé comprendiendo mi error: uno debe andarse con pies de plomo ante las sensibilidades culturales de los demás. La cultura es una cuestión muy complicada, una auténtica piedra de tropiezo dentro de las iglesias cuando no se entiende bien. Porque nosotros, todos, vivimos y sentimos dentro de alguna cultura, sea la que sea.Forma parte de nuestra naturaleza. Muchas veces, convivimos con varias culturas a la vez. Y todo lo que vivimos, todo lo que nos ocurre, lo vemos a través del prisma de nuestra cultura. Hace tiempo, cuando comenzamos la andadura de la revista Suburbios (www.suburbios.net), nos comprometimos a analizar la cultura que nos rodea desde un punto de vista espiritual. En un principio pensamos que debíamos ocuparnos de lo que comúnmente se conoce como cultura: cine, literatura, música, arte. Pero poco a poco, con el paso de los meses, nos fuimos dando cuenta de que la cultura real que mueve y conmueve a la sociedad va mucho más allá. El cine, la literatura, la música y el arte, entre otros, no son más que las muestras artísticas de esa cultura. La cultura también es política, televisión, radio, tradiciones, comida, usos y costumbres. La cultura también es Internet, Ikea, McDonald’s y el letrero luminoso de Schweppes en la Gran Vía de Madrid. Es la cabalgata de Reyes del 5 de enero. Cuando se estudia historia y civilizaciones antiguas, estudiamos su cultura en los restos de sus vasijas de barro. En nuestra civilización, deberíamos hacerlo en las carcasas de CD y viejos cassettes. La cultura, pues, no es buena ni mala en sí misma. Es la representación de la naturaleza del hombre. La palabra cultura comparte su raíz con cultivar. Cuando Dios colocó al hombre en el Edén, lo puso para que “lo cultivara y lo cuidara” (Génesis 2:15), y toda actividad de cultivo, por extensión, debe entenderse como una cuestión cultural. Humberto Casanova, el editor de John Stott, explica así este versículo en el prólogo a uno de sus libros: “La cultura es, pues, el resultado del cultivo o desarrollo de todo lo que el ser humano toca. El ser humano interactúa con el mundo y lo cambia, lo transforma, lo cultiva, y así aparece la cultura”. Así pues, el mandato cultural es anterior al pecado. Y como todas las cosas que pertenecen al hombre, quedó transformado y pervertido por la desobediencia a Dios. Sigue diciendo Humberto Casanova: “El mandato cultural no debe poner en peligro la integridad de la creación. (…) Como criatura de Dios, el ser humano no es autónomo, no es ley para sí mismo, sino que debe ejercer su mandato cultural bajo la dirección de Dios”. Cuando el pecado llegó y arrasó, se llevó por delante también la cultura. Y de perversiones así surgieron cosas como Halloween. La historia de Halloween es conocida y la Wikipedia la explica mucho mejor que yo, si tenéis curiosidad en buscarla. Halloween es otro ejemplo claro de cómo el catolicismo intentó instaurar una extraña suerte de “cristianismo” que en vez de expandir la verdad del evangelio disfrazaba las expresiones culturales de los pueblos autóctonos dándoles un nombre aparentemente cristiano. El problema actual, lo que yo pretendía decir en el artículo de marras y que no me expliqué bien, es que la cuestión de Halloween mezcla un problema espiritual con uno cultural. Y eso es muy chungo. Desde un punto de vista espiritual, no comparto las ideas poco profundas de los que dicen que un cristiano no celebra la muerte y por eso no debe celebrar Halloween, y te llenan el muro de Facebook de imágenes pastelosas y peligrosamente simplonas. Si un cristiano no celebra la muerte… ¿qué es la Santa Cena, entonces(“Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”, 1 Corintios 11:26)? ¿Qué es la cruz que preside nuestros templos sino una gran muestra de la muerte redentora de Cristo? Seamos consecuentes. Lo que como cristianos no debemos celebrar es la exaltación del ocultismo, de la brujería y de la putrefacción, cuestiones relacionadas con Satanás y en las que como cristianos no nos sentimos nada cómodos si realmente pertenecemos a Cristo. Además, hay otras muchas cuestiones y detalles relacionados con las prácticas y el simbolismo de esta fiesta a las que no se debe quitar importancia aunque sus efectos se hayan diluido con el tiempo. Al fin y al cabo, en la noche de Halloween hace milenios se sacrificaban bebés en honor a las deidades de la oscuridad, y de algo así, yo creo, algo queda impregnado en el ambiente incluso con el paso de los siglos y los “disfraces” de cristiandad que se le quiso dar a la fiesta. Pero además de todo eso, hay otra cuestión de peso para no celebrar Halloween, y es perfectamente legítima: que se trata de una imposición cultural. Halloween es de ingleses y estadounidenses. No tiene nada que ver con nuestra cultura lo de los disfraces, el “truco o trato” y las calabazas. Y eso también nos hace sentir muy incómodos. Estamos en nuestro pleno derecho de no aceptarlo y en nuestro derecho de no gastarnos el dinero en ello solo porque haya gente que crea que puede sacar tajada de las modas impuestas. Invito a los lectores que pongan sus cuestiones espirituales por encima de las culturales para decidir si celebran o no una fiesta, pero al mismo tiempo es bueno que analicemos, pensemos, estudiemos y pidamos sabiduría a Dios para discernir aquello que le agrada, sea del contexto cultural que sea. Como dice Pablo el apóstol, no nos adaptemos a lo que piensa todo el mundo (conformarnos), sino que vayamos más allá (transformarnos) y busquemos la voluntad de Dios (Romanos 12:2).

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El alma del papel - Halloween y las sensibilidades culturales