Jugando a amar

Habían empezado a comerse el pastel por la guinda de sus abuelos, y la intimidad compartida era total… o al menos eso parecía.

12 DE OCTUBRE DE 2012 · 22:00

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La habitación que había sido sala de juegos, con el tiempo se transformó en sala de exploración sexual. Su habitante había crecido, ahora tenía 16 años, y el paso por la pubertad le entregó a la búsqueda de novia, con la que compartió piel dedo a dedo. Los padres del muchacho no solo colaboraron para tal fin, sino que además estaban contentos de que los jóvenes participasen tempranamente de los goces que las sociedades antiguas habían querido retrasar en el tiempo. Ellos mismos, cuando eran novios tuvieron que esconderse de los padres, teniendo que citarse en hoteles, con la conciencia de que hacían algo prohibido. Y no digamos los abuelos que no se “tocaron” hasta la esperada noche de bodas, después de superar las trabas familiares y sociales que venían impuestas a quien pretendía acceder el otro sexo. Por el contrario, los muchachos de esta historia, casi antes de mirarse las caras ya se conocían desnudos. Habían empezado a comerse el pastel por la guinda de sus abuelos, y la intimidad compartida era total… o al menos eso parecía. El caso es que ocurrió algo que les condujo a la ruptura. La madre se preocupó e intentó mediar. - Pero ¿qué os ha pasado? Todo parecía que iba a la perfección- le dijo la madre al joven. - Nada, que es una fresca –dijo el muchacho. - ¿Qué ha hecho? - Algo muy grave, ha violado mi intimidad y sembrado la desconfianza entre los dos. - ¿Qué es eso tan grave? - Nada, que la he pillado espiando mi Facebook. ¿Te parece poco?

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