Firmeza y derribo de Jerusalén

Construyen una Jerusalén “local”, que es precisamente la oposición manifiesta a la Jerusalén universal.

05 DE OCTUBRE DE 2012 · 22:00

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El Templo y su sacerdocio como centro esencial de la comunidad judía, tiene su correlación en la presencia necesaria de Jerusalén. Ya son indisolubles: Templo, sacerdocio y ciudad. La ciudad de Jerusalén ahora se convierte en el lugar de existencia de la comunidad. Antes lo fue de encuentro de la misma. En las fiestas anuales, los diferentes territorios donde se vivía la existencia como pueblo de Dios, se dejaban atrás y todos se encontraban en la Fiesta. La presencia del Templo la hace necesaria; ambos se tornan una misma moneda con sus dos caras. En el retorno de la cautividad Jerusalén se convierte en tierra santa. No tienen el símbolo de la presencia de Dios: el Arca del Pacto, pero reconvierten la propia ciudad como el nuevo signo de la presencia (en lo cual no todos convienen en su forma, los hay que sólo quieren el Templo). Las promesas proféticas de bendición mundial en el Mesías, que en algunos casos se pronuncian con la imagen de una Jerusalén centro de toda salvación, ahora las han materializado en una ciudad concreta, con unos reyes sacerdotes concretos, y sin el Mesías por lado alguno. Construyen una Jerusalén “local”, que es precisamente la oposición manifiesta a la Jerusalén universal (de arriba, libre, madre de todos nosotros. Gá. 4:26). No puede existir esta Jerusalén de fábrica judaica con la presencia del Mesías, pues éste es su destructor; por eso lo echan fuera. Como hoy en el siglo XXI. En la Jerusalén de los redimidos, donde el Rey, Sacerdote y Profeta es el Cristo, estamos todos en un mismo cuerpo, una misma ciudad, un mismo templo; todos somos hechos nuevas criaturas. El pagano recibió de sus padres una vana manera de vivir; el judío recibió de sus padres una vana manera de vivir; y de ella nos libra el Redentor (1 P. 1:18). ¿Qué ha podido ocurrir a la teología y a la historia de la Iglesia, para que las referencias de bendición y oración en su favor en la Biblia dedicadas a la Jerusalén del Cristo, presencia de Dios con nosotros, se le transfieran ahora a la Jerusalén terrena, a la que está en esclavitud, que no permanece, enemiga de Cristo y de su pueblo (compuesto por gente de toda nación, toda lengua o cultura)? La condición de judío en este tiempo del regreso se identifica con Jerusalén. En este sentido es verdad que las tribus ya no tienen lugar. Se es judío externamente por la relación que se tenga con Jerusalén, con la nueva institución religiosa y política del judaísmo. Esto es algo simplemente de sociología política. Cuando una situación política se transforma, sin embargo, en esencia de identidad religiosa que vincula nada menos que con el Creador, eso es destructivo, y lo es siempre. Eso es anticristianismo (=antimesías). Y eso es lo que se produce con este judaísmo que se levanta en esa época, y con todas las instituciones políticas que en la Historia pretendan se lugar de identidad para la salvación (que son más de una, sin duda). Lo que aquí les propongo no puede pasar de ser unas simples notas de reflexión. Precisamente están componiendo una web en nuestra pequeña iglesia local en la que, en unas semanas, d. v., se accede a algunos sermones donde aparecerán estas cuestiones (serán un comentario a Filipenses que inicio hoy mismo). [Con permiso de este diario: www.iprsevilla.com] La próxima semana celebraremos la Fiesta de nuestro Redentor con nuestro Redentor, que es la destrucción de la Fiesta religiosa cainita de la ciudad e iglesia levantada fuera de la presencia de Dios. Es tiempo de bendición, es tiempo de celebración.

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