Bendición de un anciano

Selecciona: Isabel Pavón (tomado de la Red de Liturgia del ClAI)

29 DE SEPTIEMBRE DE 2012 · 22:00

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Bendito aquel que me ayude sobre todo cuando no se lo haya pedido, y aquel que me ofrece una sonrisa, una palabra amable o un poco de su tiempo. Benditos aquellos que saben hacerme revivir mis bellos recuerdos de tiempos pasados, y no me harán sentir el peso de mis lentos pensamientos. Benditos aquellos que se den cuenta que mi vista se nubla y me extienden la mano, y que me hacen entender que todavía hay alguien que me ama y piensa en mi. Benditos todos aquellos que toquen la puerta de mi soledad y que por mi cumpleaños me regalen una flor. Aquellos que comprenden el temblor de mi mano y mis días llenos de cansancio. Aquellos que hablen en voz alta para ahorrarme la humillación de mi sordera y me entregan a cada rato el hilo de la conversación. Benditos aquellos que fingen cortésmente el no haberse percatado de los granos de frijol que ensuciaron el mantel. Y aquellos que me escuchan con paciencia, sin hacerme mofa, cuando repito los recuerdos de mi lejana juventud. A todos ellos les digo que siempre, cuando mis ojos han tropezado con su mirada, en ellas he encontrado la bondad de Dios.

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