J. M. Valle Alonso, o de cómo enseñar el Corazón

Subido en una balsa que el oleaje zarandea, mientras él busca la fe que sobrevive.

22 DE JUNIO DE 2012 · 22:00

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APROXIMACIÓN A CRISTO El ser humano lleva vértigos dentro del cuerpo que contiene el alma. Por ello, aunque por algún tiempo se deje llevar por veleidades, no por siempre es renuente a ir vendando heridas e incorporando primicias de tal rescate espiritual. El poeta no se disfraza de constelación: es Amor constelado, órbita que no permanece dormida, plegaria que comienza en Diciembre hasta que llega a decir: Y la noche atropella las palabras, y he desbocado el corazón del llanto… Son versos del poeta José Antonio Valle Alonso (Villamor de los Escuderos, Zamora, 1950), subido en una balsa que el oleaje zarandea, mientras él busca la fe que sobrevive: se aferra tiernamente al Niño Gran Rey cuando el desasosiego se cierra como un puño o hace cojear su buen camino. Tengo un amor, tengo un sueño, tengo un dolor, una pena, tengo el corazón lastrado, tengo el alma que se aleja y tengo en los ojos, tengo una nube que me ciega. El poeta asume los puñales de la existencia. No ablanda o enmascara sus dudas: hay silencio voraz, perplejidad, impotencia que desnuca, mudo corazón… pero también deseos de zurcir la lejanía. Y lo hace en dos tiempos, en dos etapas de su vida: primero, reconociendo que no está a punto para la llamada; y luego, ya hermanado en el eterno milagro de la inocencia. Leamos este díptico: AL DIOS NIÑO Se está deshojando el día y en el sombrío del alma se me está helando la tarde íntima de las palabras. Hoy, esta vez, yo no puedo llamarte; mi voz escarcha se rompe por las paredes de tu nombre de Ala blanca. -Silencio en el corazón-. He visto a unos ojos niños vacíos que te llamaban, que te llamaban... PARA OLVIDAR LA HERIDA Eclosión de sonrisas verdecidas hilando la mañana de tus manos; esperanza de amor, por amor danos una flor del laurel a nuestras vidas. Un racimo de estrellas descendidas hasta el volcán dormido en los arcanos. Y trocar en palomas los milanos que devoran las almas encendidas. Y hasta al silencio quieto de las cosas reparte tu niñez. Y hasta en las rosas si puede ser aún más, más hermosura para olvidar la herida en el costado, y a cada paso de dolor sumado podamos despertar a la ternura. Su obra poética marcaba esa dualidad, propia de las camisas de fuerza cotidianas, pero también propias de quien desea liberarse de una montaña de leyes y prejuicios. Por ello su testimonio lírico es veraz: y es que poesía y vida van juntas, sin necesidad de artificios. Veamos algunas perlas o palabras que más se encuentran en esa poesía primera: Alma (“El alma se ha asomado a la ventana.”); sueño (“Sigo, Señor, soñando con un lazo,/ que enlace tanto amor y tan disperso…”); silencio (“Tengo las manos llenas de silencio.”); tristeza (“Y a cuestas, siempre a cuestas la tristeza.”); ausencia (“…tu ausencia escondida entre las sombras.”); espera (“Y estás ayer y siempre, mi Dios, donde te espero.”); Amor (“sembraré un camino de amor por los linderos”); llamado o invocación (“Y han vuelto a mí, todos los vientos locos,/ todos los vientos locos y te llamo.”). Ahora, ya reencontrado en el Amado galileo, no tiene rubor en dejar bien claro el Estatuto de su alianza: “Mi relación con Jesucristo la siento en el Amor de toda la vida en todo. En todo siento su presencia”. Desde la edición de 2006 Valle Alonso participa activamente en el encuentro “Los poetas y Dios”, que organiza la Asociación Cultural Evangélica Eduardo Turral, en el pueblo leonés de Toral de los Guzmanes. Allí hemos mantenido tertulias con otros poetas cristianos, pero también charlas ‘bilaterales’ que tan bien tonifican el espíritu. Ante una pregunta mía, sobre cuándo de cristianismo percibe en el día a día de la sociedad española, José Antonio me dijo: “Pues la verdad, percibo muchas lagunas en la fe a Jesucristo. Nuestra sociedad pasa muy de prisa sin saber por qué caminos ni hacia dónde. Vivimos la ceguera del hombre en la más absoluta desidia. Es una pena”. EXCELENTE POESÍA A DIOS DEDICADA De la vieja Castilla es este escritor al que mucho aprecio, no sólo por esa humildad que lleva la luz adecuada, sino también porque gesta una poesía que eleva las posibilidades del sentimiento. Valle Alonso es un zamorano ya ‘valladolizado’, no sin antes haber vivido largos años en París. Él ha venido hilando sus versos con paciencia y ahora, en su mejor madurez lírica, los acopia para que aprendamos, entre otras cosas, la difícil técnica del soneto y, lo que yo más valoro, el temple de la fe que no se desvanece tras el fervor y la loa grandilocuente. Les expongo tres sonetos dignos de la mejor antología de poesía a Dios dedicada. HAZME BUENO Hazme bueno, mi Dios, que no me aparte de tu mano tendida de ternura en esa noche interminable, oscura, donde a la parca vi desafiarte. Tengo miedo, mi Dios, de no encontrarte si la vida me engancha y me tortura y la sangre me enciende la locura de caminar sin Ti, a cualquier parte. Que mis ojos se cieguen y el camino lo haga sin tu amor, y que el destino me dé la soledad, y desamado yerre en mis pasos sin hallar tus ojos. …Cuando al final te lleguen los despojos, abraza mi dolor y mi pecado. NIEVA EN MI CORAZÓN Nieva en mi corazón, y la alborada va cuajando pupilas cielo a cielo. Palomar del amor, amor en vuelo revolando en mis ojos tu llegada. Diciembre en el portal, de madrugada, con la esperanza en flor mientras desvelo el sueño recostándose en mi anhelo, y el alma, siempre el alma desvelada. Nieva en mi corazón, y la alegría aletea en el pecho y crece el día hasta el azul inmenso, inmaculado. Una hoguera de abrazos encendidos brota en mi corazón; son los latidos campanadas de Dios en el costado. NO IMPORTA, SEÑOR… No importa demasiado si la queja se suicida en mi huerto cada día. No importa si te llamo y no respondes. A veces me conformo con la curva que me sale a deshora en el camino. He crecido en un páramo de ausencias y he madrugado la razón de amarte. Me sabe todo a ti desde la aurora. Me sabe todo a ti desde la nada y aletea en el árbol de mi pecho encendido el amor, volcanizado, donde vive sin ti, contigo siempre. Esta vida no deja de morirme. Y tanta luz para buscar la noche. A MODO DE EPÍLOGO Magnífico poeta y magnífica persona (unidad no tan usual como se cree), Valle Alonso merece salir del eclipse o velamen impuesto sobre aquellos que se permiten respirar lo eterno y seguir el camino poblado de infinitos y del Verbo que no enmudece. Yo lo aplaudo sin ambages. Y admiro la poderosa seda de sus palabras. Él tiene entre sus ancestros poéticos preferidos a aquellos “del Amor sangrando el alma”, como Garcilaso de la Vega, San Juan de la Cruz, Claudio Rodríguez, Andrés Quintanilla, entre otros. Entre sus poemarios publicados podemos destacar: Luz y tinieblas (1976); Marchito rosal (1979); La soledad (1987); Hacia la luz desnuda (1994); Primavera íntima (1997); Bajo el puente de Cronos (1999); La espiral del sueño (2006), El color de la fiebre (2011); Temblor de sombras (2011) y Volcán de los deseos (2011). Ha obtenido numerosos premios y reconocimientos, como el Premio Nacional de Poesía Jorge Manrique, el Premio Nacional de Poesía del Ateneo de Valladolid o el XXVIII Premio Internacional de Poesía “Justas Poéticas Castellanas”, por citar algunos. De él, y de los lectores de la buena poesía a Dios dedicada, me despido. No sin antes ofrecerles un ‘postre’ exquisito: PARA LLEGAR A TI Hoy he amanecido cara al viento llenando los caminos de campanas para llegar a Ti. Hoy se agrandan las albas de noviembre ya en el horizonte hasta los ojos para llegar a Ti. Hoy revuelan las nubes las alturas, algodones de besos la mañana para llegar a Ti. Hoy he buscado yo donde mi pecho esta cita de amor acurrucada para llegar a Ti. Hoy tengo ardidos los labios, dulce hoguera, para llegar a Ti.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - POR EL ÚLTIMO ADÁN - J. M. Valle Alonso, o de cómo enseñar el Corazón