Sinaí, encuentro con el Dios del pacto

Texto bíblico: Éxodo 19:1-20:21(*)

01 DE JUNIO DE 2012 · 22:00

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GEOGRAFÍA E HISTORIA El monte Sinaí ostenta la cumbre más alta de la majestuosa cordillera de granito del Horeb. Desde allí se puede otear un horizonte formado por un desierto rocoso. Hacia el oeste se divisa el Golfo de Aqaba; tras él los montes de Arabia mientras que una cadena de innumerables colinas y cordilleras circundan al “monte de Moisés”, negro, áspero y azotado por los elementos de la naturaleza, y delante de él los montañas rocosas y multiaristas del Sinaí. En este escenario singular y desierto del Sinaí convocó Dios al pueblo de Israel para establecer con él un pacto con el fin de bendecir a todas las naciones del mundo. Éste es el lugar donde comienza en realidad la historia de las naciones del mundo, pues de este encuentro entre Dios e Israel comienza algo nuevo en la historia universal, un suceso central en la historia de las naciones del que se hacen eco naturaleza y cosmos. Éste es el lugar donde comienza en realidad la historia de la iglesia, desde el punto de vista de que ya no es un clan familiar el que aguarda la promesa, sino que todo un pueblo es tomado por Dios en un acto de soberana revelación, y es establecido en una relación que comienza con un llamamiento y continua con un pacto vinculante. Éste es el lugar donde la historia de la salvación da un paso capital, pues a partir de aquí la voluntad de Dios ya no hay que intuirla, sino que se revela en una formulación precisa, registrada por escrito y que vale para siempre como revelación divina vinculante para todos los hombres. ESCENOGRAFÍA: IMPORTANCIA Y SIGNIFICADO Si queremos captar el sentido de la ley de Dios, debemos comenzar centrando toda nuestra atención en la escenografía con que Dios revistió su entrega. Visto desde una mera perspectiva geográfica todo este macizo rocoso provoca la impresión de una grandiosidad desnuda, lisa y solitaria. Con todo, su mayor grandeza radica en que este Sinaí fue el escenario de la más grandiosa teofanía (manifestación de Dios) que registra el Antiguo Testamento. @MULT#IZQ#51655@Por eso, el monte Sinaí permanece en la historia y en la memoria de la Iglesia como el monte de la ley. Nosotros nos referiremos a él como el “monte de los mandamientos”, y nos dice a todos los que amamos y leemos la Biblia que Dios no ha dejado a nuestro albedrio nuestro vivir y proceder, sino que ¡nos ha dado normas, instrucciones y mandamientos concretos! Vamos a intentar revivir la escena: Llamado por Dios y guiado por Él, Israel se acerca al pie del Sinaí. Moisés, el hombre que “habló con Dios como con un amigo”, sube al monte en obediencia a Dios y es introducido en los divinos propósitos. El Señor ha determinado establecer un “pacto” con Israel. No es que Dios pretenda de Israel una obediencia forzada. Pues una obediencia impuesta por la fuerza no es obediencia. Y con el fin de ayudarle en su decisión, Dios trae a su memoria lo glorioso que es establecer un pacto con Él. Les dice: “Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí” (Éxodo19:4). Este Dios es todo lo contrario de un déspota insensible que impone sin reparos sus mandamientos a sus súbditos. Antes de que manifieste sus demandas, ha revelado su brazo lleno de gracia. Antes de imponernos a nosotros, se pone él a nuestra disposición y ayuda. Y sólo una vez que ha ocurrido todo esto es cuando dice Dios a Israel: ¡Ahora tenéis que dejarme a mí ser vuestro único Señor! Y vosotros seréis para mí un pueblo santo (pueblo de reyes y sacerdotes (Apocalipsis 1:6). En este mandamiento divino para la santidad y la relación con Dios se encierra un gran privilegio. Moisés recibe el encargo de transmitir estos mandamientos a los ancianos del pueblo. No encuentra ninguna resistencia. “Todo el pueblo respondió a una, y dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho, haremos”. Al tercer día temprano por la mañana todo el campamento es despertado y estremecido por una serie de truenos, y por un sonido de bocina muy fuerte procedente del monte. Cuando levantan los ojos la apariencia del monte se ha transformado en algo amenazante. Una nube gigante, negra y espesa cubre todo el monte. Los rayos dibujan en el espacio trazos imposibles y zigzaguean sin descanso sobre su cresta, mientras los truenos retumban incesantes chocando con las paredes rocosas del monte. La visión es terrible, amenazante, de manera que todo el pueblo se estremece de espanto. “Y Moisés sacó del campamento al pueblo para recibir a Dios; y se detuvieron al pie del monte”. El pueblo hubiera preferido alejarse de allí, máxime cuando todo el monte empezaba a humear como si en su interior ardiera un horno gigante. Una gigantesca nube negra cubría todo el macizo, y éste se estremecía como sacudido por un terremoto. Rocas desprendidas corrían ladera abajo de manera atronadora, hasta detenerse en el valle. Y cada vez más alto se oía el sonido sobrecogedor de la bocina, hasta que su intensidad ahogó cualquier otro ruido. Todo este escenario majestuoso, estremecedor, impresionante, único en la historia de la humanidad, tenía un solo propósito: ¡Hombre, prepárate para el encuentro con tu Dios! ¡Guardad silencio y escuchad lo que el Señor tiene que deciros! La única explicación para la transformación de este monte mudo y quieto en un horno humeante es que: “Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en fuego; y el humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía en gran manera” (19:18). ¿Por qué estas sobrecogedoras señales?: La respuesta es ésta: “Porque para probaros vino Dios, y para que su temor esté delante de vosotros, para que no pequéis” (20:20).¡Así que, este es el sentido de las señales cósmicas: Dios pretende inculcar a su pueblo una impresión imborrable de su santidad y majestad! Quiere implantar su temor en sus corazones. Pues sólo quien teme a Dios, temerá también pecar. “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová”. ¡Sin temor de Dios no hay obediencia! En este sentido, la visión de este monte humeante y atronador constituye un respaldo cósmico de los mandamientos que a continuación serán promulgados desde el Sinaí. Una especie de acorde acompañante con los que el Señor de todos los mundos y poderes imprime todavía mayor fuerza al texto de los mandamientos. Todo el mundo ha de saberlo y tomar buena nota de que Dios mismo está con todo su poder, fuerza y majestad detrás de cada uno de los mandamientos. Él mismo los pronuncia con su propia voz alta y límpida. (*) Los artículos de esta serie se corresponden con un extracto del libro del mismo nombre y autor (Montes escogidos, Félix Gonzáles Moreno), donde además acompañan el final de cada capítulo preguntas que lo hacen útil como herramienta para el estudio en grupo. Quien desee adquirirlo puede escribir a [email protected]

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