El ídolo de la familia tradicional

La familia natural, la familia tradicional, la familia fundada en los valores judeocristianos, es la Gran Predicadora, la Gran Sacerdotisa, en nuestro tiempo del Evangelio Natural.

05 DE MAYO DE 2012 · 22:00

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Las propuestas para la sociedad que hacemos aquí reclaman siempre el conocimiento real (dentro de nuestras limitaciones) de las cosas, la información, saber qué se quiere decir con lo que se dice. Para caminar es necesario saber dónde está nuestro pie, por eso avisamos de las perversiones del lenguaje que inducen la confusión. Por eso hoy tengo que avisar sobre la distorsión del lenguaje respecto a la familia. Lo podría hacer en un sentido “general” (seguramente en el próximo artículo), pero realmente escribo con el referente del VI Congreso Mundial de Familias, que en “defensa de la familia natural”, se celebrará en Madrid este mes. Es una actividad religiosa que se oculta en el indecente discurso de que no es religiosa. Lo cierto e inconfundible del sonido religioso de la actividad convierte en sonido incierto y confuso la participación en ella de los cristianos evangélicos. A menos que ya se haya unificado la melodía, y estén bajo el estrado de Nos somos Pedro. Reconozco el trabajo de J. Varela, y de algunos de los que le apoyan. Especialmente tengo que mencionar mi aprecio por el matrimonio Patterson, los doctores Paige y Dorothy Kelley, que aparecen en el programa del congreso. En el Seminario que él dirige en Texas, con la impagable colaboración de su esposa, acogieron con afecto a nuestros padres de la Reforma Española. Allí se explicó esta Reforma y “quedaron” como un bien reconocido para la extensión del Reino de Dios. Por ello, mi deuda de gratitud. Ambos estuvieron en Sevilla, con el gozo sincero de estar en un camino común de extensión del Evangelio con los del XVI. La Dra. Dorothy Patterson, con sus piernas dañadas, caminando con la alegría en su rostro por las pisadas de nuestros Reformadores, era toda una “predicación” de alguien que enseña (con buenos argumentos bíblicos) el bien de la mujer de “su casa”. El respeto que tengo para todos los que sirven al Señor me obliga a pronunciarme en contra de esta actividad. Es un engaño, del que sale un mensaje falso. Si alguien se cree que esto no es religioso, que cada cual defina como mejor le parezca lo que tiene delante; pero un congreso con el apoyo y beneplácito del Vaticano, que anuncia el siguiente paso en el Encuentro de Milán, donde se honrará a Nos somos Pedro, Benedicto XVI, píntese como se quiera, será una actividad propia de la “nueva evangelización” que Roma ha proclamado. España será “evangelizada” con esa actividad. Supongo que ese es el sentir interno también de los evangélicos que participan, mas ¿qué evangelio se anunciará? La familia natural, la familia tradicional, la familia fundada en los valores judeocristianos, es la Gran Predicadora, la Gran Sacerdotisa, en nuestro tiempo del Evangelio Natural. Ese evangelio que la teología filosófica (o la filosofía teológica) de Roma enseñó desde antiguo, contra el que se levantó la Reforma Protestante (y que parece que ahora algunos protestantes también defienden). En ese evangelio Cristo, con su obra perfecta hecha una vez para siempre, con el número de sus ovejas que nadie puede alterar, no es el Camino, ni el Único Mediador, sino un medio (puede que necesario) para que el hombre natural, con su recta razón, pueda llegar caminando hasta Dios. Además, es un medio que necesita la colaboración de la Virgen Inmaculada (que lo dio a luz), Mediadora entre los hombres y Cristo, en compañía de los santos. Sostén imprescindible de la familia tradicional, bajo alguna de sus advocaciones, tal como han expuesto varios de Nos somos Pedro. Un medio que está a merced de la gracia, fruto de sus méritos y el de todos los santos, pero que administra “La Iglesia”. “Iglesia” a la que se le ha concedido el privilegio divino de no conocer el error (por ello es la más alta y segura maestra de los mortales, y tiene un derecho inviolable a la libertad de su magisterio, sin el cual no habría salvación, y Cristo quedaría muerto y resucitado, pero sin posibilidad de aplicar su Redención). Que posee, además, todos los caracteres y todos los derechos propios de una sociedad legítima, suprema y totalmente perfecta. Por eso es donde únicamente se puede cumplir aquello de “conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. De ahí que al Protestantismo, que le negó su condición de Madre salvadora, tenga el deber de suprimirlo por la fuerza o por la astucia. (Este congreso es un ejemplo de lo segundo.) En la Escuela del Vaticano se enseña que lo natural corresponde al orden creacional, previo a la caída. El pecado, la caída, estropea ese orden, pero queda en él la facultad humana de la razón que, usada rectamente, puede arreglar las cosas. Lo natural ahora tiene un ser con tendencia hacia Dios, aunque convive con estorbos. Todo lo natural aquí en la tierra muestra su naturaleza correcta cuando camina y llega a Dios. Esto quiere decir, que no hay orden correcto de cualquier aspecto natural que no camine y llegue a Roma, donde está transferida (¿transustanciada?) la presencia de Dios. El Estado, la Familia, etc., están en oposición a su condición “natural” si ignoran o se oponen a “La Iglesia”. De ahí la natural oposición de Roma a las falsamente llamadas conquistas de nuestro tiempo, como esa tan contraria a la virtud de la religión, la llamada libertad de cultos; o esa otra que pretende justificar que el Estado no tenga religión, lo que equivaldría al indiferentismo (algo peor que el ateísmo) en materia religiosa, y daría lugar a la perniciosa igualdad jurídica indiscriminada de todas las religiones. No, el Estado, de su natural, debe tener religión pública, y si está en el orden natural apropiado, debe profesar la única verdadera (¿cuál será?). La familia natural encuentra su sentido previo a la caída en su “consagración” por Roma. La fuente misma del matrimonio ahora es la Eucaristía, con el Rosario y otras muestras de sumisión a María como elemento nutricio básico. Si eso no se defiende, y este Congreso lo defiende, con aliados quizá un poco extraños, se caerá en un desorden de la familia, con el peligro de convertirla en una simple institución humana que se rige y administra por el derecho civil de las naciones, de donde han salido los inaceptables matrimonios civiles. Incluso la etapa previa a la aparición de la Iglesia Perfecta con los sucesores de Pedro, con la familia y otras instituciones amparadas y guiadas por ceremonias y sombras de la ley, es un tiempo donde lo perfecto del sacramento del matrimonio simplemente se apuntaba, pero no estaba otorgado por Dios, pues todavía no había dado a la Humanidad el bien luminoso del sacerdocio jerárquico vaticano, imprescindible para que el orden creacional no se corrompa. Siglos y siglos de profetas y pueblo que adora a Dios y le canta salmos, pero que no eran más que aprendices, tutores circunstanciales, hasta que por fin se le proporcionó a la Humanidad la Escuela infalible del Vaticano. El Espírito Santo habló en el Antiguo Testamento por medio de símbolos y sombras, hasta que nos habla en el presente por la voz nítida e infalible de Roma. La familia como columna de la sociedad es simplemente la columna donde el Vaticano pone su altavoz para predicarse a sí mismo, y hay evangélicos que le sujetan los cables, imaginando que están sujetando esa columna. ¿Desde cuándo es prioritaria la familia para Roma? Como parte de la “cuestión social” le importó justo cuando perdió el dominio de los Estados Pontificios. Perdido el poder terreno, y recluida al perímetro del Vaticano en Roma, se dispuso la conquista del terreno social por otras vías. Así hasta hoy. Pero es lo mismo. Cualquier discusión de algún tema social con Roma debe tener el recuerdo de cómo lo trató en su tiempo cuando tenía jurisdicción sobre los Estados Pontificios. ¿Por qué no se nos dan los documentos de gobierno de esos Estados? Seguro que ahí encontraríamos la guía para tantas cosas. Cuando Roma dice (solo en los contextos que le interesan) que es necesaria la libertad religiosa, tenemos el mejor ejemplo en sus leyes de libertad religiosa que estableció en sus Estados. Las libertades civiles, ¿dónde mejor encontrarlas que en la gobernanza de esos Estados? La que es verdadera y perfecta, guiada por el Espíritu Santo, ¿cómo no nos dará la mejor demostración de aplicación de los derechos humanos? Los derechos de los padres a educar a sus hijos según su conciencia; veamos cómo lo aplicaban en los Estados Pontificios, seguro que allí lo hacían muy bien. Los deberes de los ciudadanos para participar en política: igual. El ejercicio de la democracia: igual. ¿Dónde podrá el Vaticano mostrarnos mejor su defensa de los valores judeocristianos? Es más, viendo cómo gobernaban esos Estados veremos qué quieren decir hoy con eso. Pero como abrazados a la columna de la familia natural están también algunos evangélicos (me parece que también algún mormón y otras expresiones religiosas), convendría que nos mostraran cómo en la Historia han gobernado en algunos lugares, y qué proponen ahora. La familia natural “tradicional” durante siglos, descrita y presentada por la Palabra (esta sí, infalible) podía estar compuesta por un hombre y una mujer (siempre, y no puede eso cambiarse), pero también por más de una esposa. Al que se le dice que en él serían benditas todas las familias de la tierra, no parece que tuviera una familia según las medidas de lo que hoy se proclama. Las mismas tribus que componen la Congregación del Señor, nacen de una familia que no entra en el molde actual. Las promesas sobre el trono de David están dadas a uno que de la familia “natural” sabía bien poco. Las bendiciones de la familia que el Señor promete en los salmos, esa “mujer” en tu mesa, con tus hijos, con los hijos de tus hijos, se da y se canta con una situación en la que podía haber (legal, santamente) más de una esposa. ¿Se refieren a esto cuando proponen valores judeo-cristianos? (La familia, betab=casa del padre, en muchos casos tenia varias madres, con sus hijos respectivos.) Las ricas y benditas fiestas para conocer y experimentar la gracia de Dios, los tabernáculos, la pascua, pentecostés, se celebraran en la familia, con la familia, allí podríamos encontrar a fieles creyentes con sus hijos, en casas donde había un marido y varias esposas. ¿Qué hacemos con eso? ¿Lo consideramos un mal propio de que todavía no había aparecido la Iglesia Vaticana? [¿Qué haremos cuando los pueblos islámicos se conviertan a Cristo, porque se convertirán? Algunas familias la componen un esposo con varias esposas con sus hijos, confío en que nadie se le ocurra proponer que la única legal y válida es la primera con la que ese hombre se casó. No. Habría que aplicar las normas del Antiguo Testamento, con la luz del Nuevo. Por supuesto, para el futuro, ya no más de una esposa.] Para que esto no se alargue demasiado. Pongamos una situación para ver por dónde está esa familia tradicional, natural. Acudamos, por ejemplo, a una plantación en algún lugar, donde encontramos a una familia tradicional, limpia, pulcra, heredera de aquél fariseo, con su pastor (o sacerdote) y todo. Los hijos respetan al padre, también a la madre. Pero esa familia es dueña de otras familias. Son esclavos. Su derecho es el sudor. También esos tienen hijos. Esos padres no pueden educar a sus hijos, ni gobernarlos: pertenecen al amo. Los puede vender, los puede casar con quien desee. ¿Cuál es la familia basada en los valores judeocristianos? Otros muchos ejemplos podrían aducirse. ¿Qué hacemos? Pues ver la realidad de la familia natural como un desastre. Las llagas y heridas, el dolor y miseria, de las familias aplastadas, están tanto en las altivas que salieron de los lomos del fariseo, como de las esclavizadas. La columna de la familia no es más que excrecencia. Solo la gracia de Dios, desplegada haciendo llover para todos, permite la existencia de la sociedad. Las familias que llaman “desestructuradas”, arruinadas, en la soledad de la oscuridad del horizonte de su alma, no son peores que las sostenidas en la jactancia y el orgullo. Por ejemplo, lo que se puede edificar por medio de pegar al niño con una funda, o cable (no recuerdo bien), que proponía un sujeto que dice que es pastor evangélico, es tanta excrecencia como la peor situación familiar que uno pueda imaginar. Mi radical rechazo a la estructura jerárquica de las iglesias, que se anuncian como un nuevo evangelio de salvación natural, es mi radical abrazo a todos los que estamos caminando. A todos los que sabemos que las esculturas (incluida la familia hecha un ídolo) no tienen vida, que solo sirven para sentirse vivos los que las adoran, para ocultar su muerte; a todos los que vemos nuestra mesa con la bendición de Dios, viendo nuestras miserias. A todos los solitarios, los aplastados, los que no pueden levantar la vista, los que nunca podrían dictar una ponencia en este Congreso de Familias. La próxima semana, d. v., seguimos.

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