Dos joyas poéticas

“La única semilla”, de José Mª Muñoz Quirós; y “Señales de Dios en mi poesía” de Antonio Salvado,

27 DE ABRIL DE 2012 · 22:00

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Una de estas joyas está forjada en palabras, en versos y en sentimientos por ese gran poeta castellano llamado José María Muñoz Quirós. Este maestro de la lírica, música del alma, como definió Voltaire la poesía, es autor de 25 libros. Ha recibido el premio Accesit de la editorial Adonais, el premio Jaime Gil de Biedma, el San Juan de la Cruz y Ciudad de Salamanca, entre otros. LA ÚNICA SEMILLA En el libro que tengo ante mí, La única semilla, Jesús Collado afirma que la poesía de Muñoz Quirós “es la respuesta a una pregunta muy cercana a la mística”. Correcto. Leyéndolo, se advierte sin esfuerzo que éste poeta nacido en Ávila, corazón de la vieja Castilla, es un atento observador y narrador de estilo puro y armonioso, modelo de erudición y de riqueza filológica. Su maestría en el manejo del verso libre hace de él uno de los mejores poetas contemporáneos. De su ramillete de letras poéticas ofrezco aquí dos testimonios: VUELO Un pájaro ha venido a sostener tu sueño, anduvo por las ramas de los días sin pretender cruzarlos, rozó el viento y atravesó los fuegos, redimió la ternura, se hizo nostalgia en un parral de fruta y bebió de tu sangre. Hoy parece águila que oteando las montañas busca tus ojos; un halcón que gime de apasionada furia en las llanuras; cálida golondrina que bosteza en tu alero o colibrí que alumbra la mañana. Cuando sientas volar toda su magia (preso en el mundo que en sus alas vive) devuélvele la paz. Hazle en su nido un pequeño jardín. Con él te nombro sobre todas las sombras, cada instante. NOSTALGIA Nos viene la nostalgia y nos llena de frío, de ese temblor que emana un delicado zumo, un deseo sin nombre, la desidia del tiempo seduciendo las horas, el malestar del agua en la memoria. Y fluye, y enajenado fluye, como desierto o lontananza, como mar en penumbra, y se disipa hasta albergarse en un nido de viento; en la densa materia de la fruta. A veces viene la nostalgia con alas de tierna lluvia desflecada, de delicado musgo que va creciendo sin forma, sin saber cómo viene o cómo nace en la naturaleza de los días. Y surge, y surge todo lleno de prontitud y frío, vistiendo el muro de las cosas que te son familiares, que te son tan queridas que ya no tienen nombre, y tú conoces en su verdad en ti, muy hondamente, y amas a pesar de que siempre es la nostalgia portadora de sueños imposibles. SEÑALES DE DIOS EN MI POESÍA Otro libro que aquí me ocupa es “Señales de Dios en mi poesía”. Ha sido escrito por Antonio Salvado, poeta, ensayista, antólogo y traductor portugués. En su país natal y en Brasil ha recibido numerosas distinciones: Medalla al Mérito Cultural del Ministerio de Cultura y Personalidad Cultural de la Unión Brasileña de Escritores. Salvado está muy vinculado a la Universidad de Salamanca, donde ha sido homenajeado en varias ocasiones. “Señales de Dios en mi poesía” ha sido traducido y prologado por otro destacado poeta, el hispano-peruano Alfredo Pérez Alencart, colaborador asiduo de Protestante Digital. Este maestro del verso y a la vez tierno discípulo del gran Maestro de Galilea, explica en páginas introductorias: “Confieso mi satisfacción por haber traducido al castellano esta antología de un poeta grande en todos los idiomas. Más que honor resulta un soplo febril hundiéndose en las palabras de un maestro hasta lograr acicalarlas con renovados atavíos. Así desplegarán su velamen en el cuerpo de la lengua de Cervantes”. De éste versificador, a quien Alencart llama “poeta grande”, ofrezco aquí una muestra de su obra. EN EL YERMO EN QUE NO SÉ Lleno de Ti yo soy incierto navegar, el mar revuelto, el nebuloso puerto, y adonde voy busco la señal amparadora del fuego que reluce dentro de mí. Olas repletas, neblina: entorpecen la nave, rompen los mástiles, ciega la visión de los ojos… No obstante, entre resistencias y naufragios, lleno de Ti a Ti solamente quiero a Ti adoro en el yermo en que no sé bien lo que espero, yo Tu descendencia, ¡oh mi Principio y mi fin! FORMA Dame un destino, Señor, cualquiera que él sea: un soplo de tu existencia en mí. Sin grandeza, en el camino de quien desea hacer por caminar, un destino donde mi sangre se agote por Ti, recóndito Ser. Dame esa directriz, esa oportunidad de construcción, esa forma de equilibrio en cuerdas difíciles. Dame algo de Tu vida, una brisa suave no importa, y se derrame incesante, torturándome, en mi vida. Soy como una planta, Señor… Tengo una raíz profunda ligada al gran secreto; en mí, Señor, vive el tiempo ilimitado de azul… Y es siempre mayor, mayor, el deseo consciente de vivir Tu amor, la fuerza de la ansiedad a la espera de Ti, y sólo de Tu venida… Un destino que no sea vacío, un humilde-destino….

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