Demasiado polvo en los pies

El comportamiento humano sigue siendo un mundo. Y me pregunto cuáles son algunas de las pautas y recomendaciones que la Escritura nos hace a este respecto

20 DE ABRIL DE 2012 · 22:00

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Las circunstancias vitales a menudo traen a nuestro camino obstáculos difíciles de superar. Ante cada uno de ellos la decisión siempre está ahí: ¿Me “mojo” o no? ¿Invertimos en el proceso todos los recursos humanamente posibles o escatimamos en ello? ¿Afrontamos de cara o damos un rodeo a la dificultad? ¿En qué momento es mejor plantarse? Y, de alguna manera, con cada obstáculo, aparecen una o varias disyuntivas a las que hay que dar respuesta. La cuestión de qué contestación demos ya es un asunto absolutamente personal, por supuesto, pero ni son pocas las preguntas, ni son fáciles las respuestas. Cada uno, qué duda cabe, afronta las cosas a su manera. Tenemos nuestro propio estilo personal y no solemos sentirnos cómodos con los cambios. Unos son más asertivos y cogen, como se suele decir, el toro por los cuernos. Otros tienen un estilo mucho más pasivo que, lejos de significar que no se haga nada por afrontar los problemas, sí implica que lo que se hace no suele ser suficiente. Las circunstancias tienden a pasarles por encima y se suelen sentir desbordados sin tener muy claro qué pasos dar en cada momento. La contundencia suele estar ausente y esto suele complicar las situaciones. Estilos más tendentes a la agresión, por otra parte, suelen entrar a los problemas como si se tratara de elefantes en plena cacharrería. Lo apropiado según ellos no suele ser lo adecuado desde el punto de vista de los que le rodean porque suelen sacrificar los derechos de los demás en pro de los suyos propios. Las cosas, en cualquier caso, no son tan sencillas como encasillarnos en un estilo o en otro y ya está. La misma persona en ocasiones actúa según uno u otro en función de las circunstancias. Y, es más, a lo largo del mismo día, dependiendo de con quién y en qué condiciones se produzca la interacción, podemos movernos de un lado de la dimensión al otro sin apenas darnos cuenta de ello, ya que no solemos hacerlo demasiado conscientemente. Pero ocurre, sin embargo, y a veces nos sorprendemos a nosotros mismos teniendo reacciones que no esperaríamos a priori. Estos estilos que comentamos, que definen y describen en buena medida la forma en que nos comunicamos con los demás y también la manera en que afrontamos las situaciones, son a veces incluso combinables entre sí. Podemos ver en un mismo individuo estilos que llamamos “pasivo-agresivos”, por ejemplo, cuando por mucho aguantar y tolerar una situación se colma la paciencia de tal manera que la persona se siente impelida a explotar (¡y de qué manera!). Ello explica que a veces personas aparentemente muy calmadas y autocontroladas desplieguen formas que no les son para nada propias, con la consiguiente sorpresa de los que les rodean. El espectro pasivo-agresivo, en cualquier caso, tampoco termina aquí sin más. Algunos no actúan desde este perfil por una cuestión simplemente acumulativa, sino por una decisión consciente (y muy a menudo malintencionada, he de decir) orientada a no dar la cara. Por ser descriptiva de una forma más o menos comprensible, diría que este tipo de personas, aparentemente, están de acuerdo con uno en planteamientos, son a primera vista pacíficas, complacientes… pero, en el momento en que tienen oportunidad, suelen hacer la “faena” en términos completamente distintos, incluso opuestos, a los pactados previamente. No suelen decir “No estoy de acuerdo con esto”, sino que “comulgan” sin problema para luego, de forma más o menos traicionera y en todo caso deshonesta, hacer justo lo contrario independientemente del compromiso adquirido con la otra parte. El comportamiento humano, en este y otros casos, sigue siendo un mundo. Y su envergadura es tal que, independientemente de cuánto profundicemos para intentar conocerlo, siempre tenemos la sensación de que lo único que sabemos realmente es que no sabemos nada. Me preguntaba, en todo esto, cuáles son algunas de las pautas y recomendaciones que la Escritura nos hace a este respectoy consideraba que, muchas de ellas, están ciertamente lejos del saber de los seres humanos y de nuestro muy dudoso sentido común. Quisiera verme cada vez más reflejada en ellas, vivir a la luz de lo que Su ejemplo nos dicta y, en todo ello, ser más y más como Cristo. Su seguimiento fiel implica ir muchas veces contracorriente, el camino a seguir es ciertamente estrecho y no exento de dificultad. Pero ese sendero es fuente de bendición y paz para los que lo siguen. En él no estamos solos. Nuestro Dios nos acompaña en cada paso, nos lleva en brazos si es necesario y cuando caemos, que forma parte del itinerario, Él y sólo Él es quien nos levanta. Su armadura nos protege de los muchos avatares a que somos sometidos y Su poder sobrepasa, no únicamente nuestros problemas, que también, sino cualquier fuerza u oposición que se levante contra nosotros. Si Dios es con nosotros, ¿quién contra nosotros? (Romanos 8:31) ¿Qué estrategias tenemos, a la luz de Su poder y Su forma de hacer ante nuestra dificultad? Estas son algunas de las que venían en forma de consuelo a mi mente, entre otras muchas que no cito… · “No habrá para qué peleéis vosotros en este caso; paraos, estad quietos, y ved la salvación del Señor con vosotros. Oh Judá y Jerusalén, no temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos, porque el Señor estará con vosotros.”(2º Crónicas 20:17). De la misma forma que el pueblo de Dios en su momento era llamado a esperar en el poder y la obra de Dios, hoy se nos llama igualmente a ver en primera línea de batalla lo que Él quiere hacer en nuestras vidas. Nos pide que vayamos, sí, que descansemos en fe, pero desde la preciosa certidumbre de Su presencia, Su cuidado y Sus promesas. · Cuando el peligro y las dificultades son mayores, ahí se multiplica Su gracia y las manifestaciones visibles de Su poder a nuestros ojos. El Señor siempre obra en nuestras vidas, pero nuestra vista no siempre está tan dispuesta y receptiva a verle como cuando pasamos por sufrimiento y pesar. Bástenos Su gracia, porque Su poder se perfecciona en nuestra debilidad. Gloriémonos en todo caso en nuestras debilidades, porque ahí es donde reposa sobre nosotros el poder de Cristo. (2ª Corintios 12:9) · ¡Qué descanso poder confiar en la justicia del Señor! Es más, sabiendo que la venganza y la defensa de nuestra causa es Suya y que Él se muestra limpio para con el limpio, y severo para con el perverso. (Salmo 18:26). Suya es la venganza y la retribución; a su tiempo los pies de ellos resbalarán, porque el día de su aflicción está cercano, y lo que les está preparado se apresura. (Deuteronomio 32:35) Quizá no lleguemos a ver con nuestros ojos aquí Su justicia, pero sabemos que ninguna causa queda sin resolver delante del Dios Todopoderoso, mucho menos cuando tiene que ver con Sus hijos. Más nos valiera, al ser tropiezo unos para otros, atarnos una rueda de molino al cuello y tirarnos al mar. (Mateo 18:6). Encomendemos, pues, nuestra causa al que juzga justamente. Hagámoslo, tal como Él lo hizo, sin maldición ni amenazas (1ª Pedro 2:3) porque, ¿quién como Él sufrió agravio? · En algunas ocasiones, pensaba, también se nos llama a poner límites a nuestro sufrimiento. Las relaciones son nuestra principal fuente de satisfacción, pero también una fuente inagotable de desgastey es justo en esa área donde se dan muchas de nuestras pruebas y nuestro dolor. Y hay un tiempo para todo. Tiempo para abrazar y tiempo para abstenerse de abrazar, tiempo para plantar y tiempo para arrancar lo plantado… (Eclesiastés 3) y tiempo también de sacudirse el polvo de los pies cuando el desgaste al que nos sometemos por otros o por las circunstancias que nos rodean no merece realmente la pena. Allí donde no fuéremos recibidos aun acercándonos en la manera en que el Señor nos pide, no es necesario que estemos, ni en la evangelización (que es el contexto del que se habla en el Evangelio) ni en otros llamados a los que el Señor nos envía. Más bien la invitación es a poner distancia y no abundar innecesariamente en lo que no conviene. (Mateo 10:14) Justo en lo referente a este último punto es que me detenía más y pensaba cuán prudente es para nosotros seguir esta pauta, sobre todo cuando no sabemos identificar bien cuándo parar, cuándo seguir desgastándonos, cuándo ha llegado el momento de retirarse. El Señor nos ampara en la decisión de plantarnos y cesar en determinados empeños cuando, a la luz de lo que Él nos pide, hemos cumplido con nuestra responsabilidad. Entender y aceptar esto, más aún, llevarlo a la práctica, no es en absoluto sencillo de ver y de acatar cuando además las situaciones nos implican muy hondo emocionalmente, pero es profundamente necesario. De otra forma, el desgaste y el dolor es sencillamente inaguantable. Se nos olvida que en ese “tiempo para todo” del que nos habla Eclesiastés también el Señor contempla tiempo para plantarse, para no seguir manteniendo lo insostenible. “En lo que dependa de vosotros, estad en paz con todos” nos dice Romanos 12:18, pero lo segundo no tiene sentido completo sin lo primero: en lo que dependa de vosotros. Cuando de nosotros está todo hecho, hemos de saber reconocer la realidad y sacudirnos del polvo que hemos acumulado en nuestros pies. Y ya con los pies limpios, ajenos y distantes al asunto que acumuló el polvo de más sobre ellos, buscar nuevos caminos y sendas en las que Dios nos use y nos bendiga también, ¿por qué no? Saber andar, saber parar, saber decidir, saber arriesgar, saber desprenderse, saber marchar… Demasiado polvo en los pies, demasiadas dudas ciertamente sobre cuál es la mejor manera de hacer las cosas. Pero ¡qué Dios tan grande tenemos que en lo pequeño y lo grande se muestra con claridad a nosotros cuando le anhelamos y buscamos de corazón!¡Qué descanso es poder afrontar el día a día de nuestra vida confiando en que las promesas de Dios nos acompañan, nos guían y nos amparan desde siempre y para siempre! Demasiado polvo en los pies nos llama a una profunda limpieza y a reorientar nuestra mirada hacia el Señor y hacia nuevos horizontes… pero con los pies bien limpios.

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