Tranströmer y Segovia: caminos paralelos

Ambos se encontraron en el Primer Festival Internacional de Poesía, Morelia, 1981.

09 DE DICIEMBRE DE 2011 · 23:00

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Ahora que el poeta sueco Tomas Tranströmer está por participar en la ceremonia de entrega del Premio Nobel 2011, sin poder hablar, debido a su hemiplejia, y que su tocayo Tomás Segovia ha cumplido unos días de fallecido en México, puede resultar interesante recordar que ambos se encontraron en el Primer Festival Internacional de Poesía, Morelia, 1981, es decir, hace exactamente 30 años. Ciertamente, entonces Tranströmer estaba en plenitud de facultades, pues aún no era víctima del accidente vascular cerebral que lo aquejaría en 1990. En aquel año, entre el 17 y el 23 de agosto, ambos participaron en las actividades del festival en cuestión, como parte de un programa que incluyó a 28 poetas extranjeros de 23 países y 37 poetas mexicanos, varios de ellos jóvenes. Hay que destacar que también asistieron Jorge Luis Borges, además de Pablo Antonio Cuadra (Nicaragua), el estadunidense Allen Ginsberg (poeta beat), la japonesa Kasuko Shiraishi, el portugués Eugénio de Andrade, la uruguaya Ida Vitale, y el alemán Günter Grass (Premio Nobel 1999), por mencionar algunos nombres. Los escritores visitaron Pátzcuaro y Santa Clara del Cobre, entre otros lugares. Homero Aridjis, poeta michoacano, organizó del festival, patrocinado por el gobierno del estado, y fue quien editó, un año después, el volumen que recoge una amplia muestra de textos leídos por sus autores, que aparecen en estricto orden alfabético. (Aridjis tradujo a Tranströmer junto con Pierre Zekeli.) Al final del mismo, hay una sección fotográfica, en la que lamentablemente no aparecen juntos, aunque Tranströmer figura en tres ocasiones, una de ellas al lado del mexicano Juan Bañuelos y de su coterráneo Lasse Söderberg, buen conocedor de la poesía española. En la nota de presentación se consigna que ese año la revista alemana Barda le había concedido el Premio Petrarca. José Emilio Pacheco se refirió a esta visita y aderezó el recuerdo con unas sabias reflexiones sobre el lugar de la poesía: De cada cien mil personas sólo una, se supone, tiene el don y el privilegio de apreciar y disfrutar la poesía. Se dice que no se vende y no interesa a nadie. Sin embargo, se sigue escribiendo y publicando –y en tales cantidades que la amenaza contra el libro impreso bien puede provenir de la explosión poetográfica más que del imperio de la electrónica. Quizá nadie la lea pero lo cierto es que casi todo el mundo la escribe. Hay una circulación que no registran las estadísticas. Como los humanistas del Renacimiento, los poetas forman una pequeña Internacional en comunicación e intercambio que no cesan. Proliferan en todas partes los festivales de poesía y, contra los temores del principio, el ciberespacio ha resultado más que favorable para esta actividad al mismo tiempo despreciada y exaltada sin medida. El gran poeta sueco Tomas Tranströmer es un ejemplo de todo esto. […][1] La poesía de Tranströmer que ahora, por fin, será conocida por un mayor número de personas, aunque ya circulaban dos antologías realizadas por Roberto Mascaró, se caracterizó por un uso notable de la metáfora y de la interiorización del mundo a través de una mirada minuciosa que recoge instantes iluminados. Una muestra de lo anterior es un verso muy citado después del Nobel pertenece a “Preludio”, de su primer libro, 17 poemas (1954): “Despertar es un salto en paracaídas desde el sueño”.[2] Segovia, a su vez, aparece en una imagen al lado del húngaro Gyorgy Somlyóy la nota sobre él explica que, además de poeta y profesor, ejerció de manera brillante la traducción, pues dejó constancia de su calidad al verter textos de autores como Giuseppe Ungaretti, Cesare Pavese, Rainer Maria Rilke y André Breton. Entre otras obras que tradujo están algunas de Roman Jakobson, Mircea Eliade y Jacques Lacan, además de un volumen de Jean Meyer, Historia de los cristianos en América Latina. Siglos XIX y XX, publicada por Vuelta, la editorial de Octavio Paz, en 1989. Al Premio Nobel de 1990 lo acompañó en diversos proyectos culturales. Murió sin cumplir el sueño de dar a la luz su versión del extenso e incompleto poema Dios, de Víctor Hugo. Famoso por sus poemas eróticos (sus “Sonetos votivos” son impresionantes), Anagnórisis (1967) es quizá su proyecto más ambicioso. Estuario (2010) es el título de su último libro. Transterrado por la guerra civil española, Segovia tenía una sólida conciencia de que su identidad no era completamente española ni mexicana y eso lo evidenció en mucho de su trabajo poético. En una entrevista dijo: “Los exiliados propiamente dichos son la generación de mis padres. Alguien a quien toman de la mano y se lo llevan es más bien un desarraigado”.[3] Pacheco habla de eso como sigue: A semejanza del arte mismo que tan diestramente practicó desde la adolescencia hasta los días finales de su vida, el lugar de Segovia fue el no-lugar. “Hijo del siglo”, producto de la guerra, el exilio, el nuevo país, el regreso a la tierra natal, la errancia eterna y el nomadismo como estilo de vida, la obra de Segovia encontró su arraigo en el desarraigo, su pertenencia en la no-pertenencia. Cuando uno siente “soy de aquí”, alguien invariablemente responde: “no, tú no eres de los nuestros.” ¿La patria es el lenguaje? Sí y no porque en cuanto abro la boca todo el mundo percibe que vengo de otro lugar y de otro tiempo. Entonces la única patria es la poesía –y la poesía no miente.[4] Finalizamos con un poema de cada autor, leído en el Festival de Morelia: TOMAS TRANSTRÖMER, KIRIE A veces mi vida abrió los ojos en la oscuridad, como si una multitud ciega y angustiada pasase por las calles, camino a un milagro, mientras me detenía invisible. Como el niño que se duerme con terror escuchando los pasos pesados de su corazón. Lentamente hasta que la mañana pone rayos en las cerraduras y se abren las puertas de la oscuridad. TOMÁS SEGOVIA, EL CIELO AQUÍ El cielo aquí habla a solas Sin pausa y sin cansancio Desnudo y con los ojos oídos Vocifera inaudible con sus barbas azules Nada me dice de eso Aquí abajo no cae ni una palabra De su transparencia Todo sucede arriba ¿No me has visto Destino? ¿Nada nuestro penetra en tus visiones? ¿No sabes quién te escucha? Y yo voy mientras como quien espera Que lo alcance en viaje una noticia Con un oído siempre hacia lo alto Y en la frente este humo tercamente Por si pasa la vida Que me reconozca.

[1]J.E. Pacheco, “Tomas Tranströmer, Nobel de Literatura: ‘No capitulamos pero queremos la paz’”, en Proceso, 10 de octubre de 2011, www.proceso.com.mx/?p=283704.
[2]T. Tranströmer, Para vivos y muertos. Madrid, Hiperión, 1992, p. 15. Pról. de Louise von Bergen. El cielo a medio hacer (2010) y Deshielo al mediodía (2011) son dos ampliaciones de aquella antología que el traductor uruguayo Roberto Mascaró ha hecho para la editorial española Nórdica. [3]Yanet Aguilar Sosa y Sonia Sierra, “Adiós a Tomás Segovia, poeta entre dos tierras”, en El Universal, 8 de noviembre de 2011, www.eluniversal.com.mx/cultura/66894.html.
[4]J.E. Pacheco, “Tomás Segovia (1927-2011): De eso se trata”, en Proceso, 14 de noviembre de 2011, www.proceso.com.mx/?p=288020.
[5]H. Aridjis, ed., sel. y notas. México, Joaquín Mortiz, 1982, p. 272.
[6]Ibid., pp. 227-228.

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