La Biblia en el nuevo catecismo para indios remisos,de Carlos Monsiváis

Toda la obra es, como el mismo Monsiváis expresara, un potente eco del libro que lo marcó toda su vida. Y de una fe forma especial su nuevo catecismo para indios remisos.

03 DE SEPTIEMBRE DE 2011 · 22:00

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El peso del lenguaje de Reina y Valera recorre de principio a fin el Nuevo catecismo para indios remisos.[1]Éste libro de ficciones fue señalado por Monsiváis como su preferido en la amplísima obra producida por él, “porque allí están algunas de las impresiones de mi niñez oyendo hablar de los santos ajenos”.[2] Es en una conversación con Elena Poniatowska[3]donde Monsiváis expone claras pistas para comprender sus motivaciones en la escritura de Nuevo catecismo para indios remisos.La escritora le pregunta al autor del libro acerca de su fracaso en el aprendizaje de los catecismos. Él responde: “Porque disponía de un gran equivalente, que rehúye la idea misma de catecismo, la Biblia, leída con cierta perseverancia desde que me acuerdo. Y porque había leído novelas de la formación ejemplar, The Pilgrim Progress (El progreso del peregrino), de John Bunyan, muy importante para mí […] Resumiendo, la Biblia fue la madre de todos los catecismos para mí, y el antídoto”. Carlos Monsiváis profundiza en lo extraño que a su formación le eran los catecismos, porque “todo catecismo tiene una función didáctica, la interiorización del dogma a través de la repetición exhaustiva. Esto para mí es lo opuesto al acercamiento a lo religioso. En ese sentido, el catecismo nunca me ha interesado”. Más adelante, al ocuparse de la óptica que conjunta las narraciones del Nuevo catecismo, el escritor le confía a su entrevistadora: “por mi parte, yo me propuse examinar algunas de las creencias más delirantes de ese delirio doctrinario o pararreligioso que fue el catolicismo del Virreinato, y que sigue siendo el catolicismo ultramontano. No aludo a la religión, […] sino al humor involuntario forjado a lo largo de los siglos por muchos de sus practicantes”. Carlos responde afirmativamente a la pregunta de Poniatowska acerca de si el Nuevo catecismo para indios remisoses un libro de ficción. Va más allá y describe cómo los textos de la obra son construidos por alguien a quien le ha sido ajeno el mundo católico, aunque atrayente por las supersticiones que estimula: Es un intento de glosar, de llevar a su consecuencia extrema la lógica de las supersticiones. En la Nueva España, por el modo en que se implantó la fe y por esa lenta asimilación de una creencia nueva en un medio tan salvajemente sometido, se produjo una cantidad enorme de superchería, en sí mismas manicomiales. Y me atrajo la idea de llevar a sus consecuencias a fin de cuentas previsibles lo ya concebido desde la más vigorosa fantasía […] La Virgen de Guadalupe nunca ha estado en mis preferencias religiosas o mitológicas, mi formación [protestante] no lo consentía. El fenómeno me parece apasionante y extraordinario pero siempre lo he visto desde fuera […] Y si vamos a lo religioso, el guadalupanismo nunca fue una fe por mí vivida o practicada, y desde niño aprendí a respetarla como algo ajeno que a mí no me juzgar y que evidentemente provocaba emociones perdurables. No me incumbía y no alcanzaba en mí la menor reverberación […] Al conocer la formación religiosa heterodoxa de Monsiváis, y saber de primera mano lo central de la Biblia en la práctica lectora de su entrevistado, Elena Poniatowska le pregunta, “Carlos, tu Catecismocritica a la religión católica, ¿harías lo mismo con el protestantismo?”La respuesta evidencia las razones para referirse en el libro a un imaginario religioso, el católico, pero no al otro: No critica a la religión católica. No pasa por la fe, pasa por el lado de la locura extendida en algunas creencias. En lo tocante a la religión, el pasmo es tan inmenso que me impidió pronunciamientos, pero los desafueros a nombre de esas creencias me han resultado desde niño muy divertidos, y me propuse atender ese mundo no tan marginal, pero nunca central, de las creencias católicas en México y examinarlo a la luz de la sátira. En cuanto al protestantismo, el tipo de supersticiones que ha provocado es distinto al católico, pero no por ello deja de parecerme divertido. Lo que pasa es que me llevaría más tiempo, y no sé si hay el conocimiento suficiente de estos prejuicios para que el resultado no fuese una querella de gueto. Juan Villoro vislumbra el lugar clave que ocupa en la formación como lector de Carlos Monsiváis la traducción de los libros bíblicos realizada por Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera: “Todo autor significativo inventa un tipo de lectura, y como cuentista, Monsiváis enfrenta las prenociones de quienes conocen sus artículos y buscan en su ficción claves políticas o guiños contraculturales. Sin embargo, sus fábulas se alimentan de un afluente remoto, poco frecuentado por la narrativa mexicana: la Biblia protestante […] En buena medida, la heterodoxia de Nuevo catecismo para indios remisosderiva de la Escuela Dominical donde aprendió la doctrina que ahora parodia”.[4]Sí, en efecto, parodia la doctrina, pero no la que aprendió en la Escuela Dominical, sino otra. El libro que coordina Raque Serur, y en el que reúne ensayos y estudios de distintos autores y autoras acerca del Nuevo catecismo, muestra cómo entre quienes analizaron el texto de Monsiváis las percepciones acerca de la influencia de la Biblia, y sobre todo el lenguaje de Reina y Valera, tienen distintos matices. A veces éstos son intensos, y en otros momentos tenues, o solamente menciones que no ahondan o desglosan la fuerte presencia del imaginario bíblico y el lenguaje de la traducción de la Biblia que proviene del siglo XVI. Quien mejor aprecia, y desarrolla, la influencia bíblica en el Nuevo catecismo para indios remisoses Sergio Pitol. Observa que en la obra de Monsiváis, no nada más en el Nuevo catecismo, se entreveran las influencias del castellano antiguo, vía la Biblia traducida por Casiodoro de Reina, y expresiones verbales de la cultura popular. En lo que respecta a la primera influencia, la de la Biblia, Sergio Pitol evoca lo escrito por Monsiváis en su Autobiografíasobre el Domingo de Ramos en que recitó, ida y vuelta contra reloj, el orden y título de los libros que conforman la Biblia: “Eso explica de alguna manera la excepcional textura de la escritura del autor, sus múltiples veladuras, sus reticencias y revelaciones, los sabiamente empleados claroscuros, la variedad de ritmos, su secreto esplendor”.[5] Más adelante se ocupa de la fusión lingüística lograda por Monsiváis entre la sonoridad poética de la Biblia leída y releída por él, una amplísima gama de lecturas literarias y la incorporación del habla popular; cuyo resultado es muy singular, sin parangón en la historia intelectual mexicana: El lenguaje bíblico tuvo que aceptar, me imagino que no sin reticencias, ritmos y palabras que en su mayor parte le eran antagónicos; su superficie se revistió con una tonalidad ajena que progresivamente lo fue permeando. La pasión ya manifestada desde entonces [en la juventud de Carlos Monsiváis] logró penetrar e incorporarse al edificio majestuoso construido por Casiodoro de Reina. Tal vez por ello, aquel inicial “Fino acero de niebla”[6]resultaba diferente a lo que entonces se estilaba en México, de la misma manera que todo lo que desde entonces ha escrito resulta diferente a lo que escribimos los demás. El fuego de revelación que yace en el interior de la palabra sagrada logra poner en movimiento todas las energías del lenguaje.[7] La tradición lingüística y cultural que formó a Carlos Monsiváis es muy singular, excéntrica. Al abrevar en la Biblia, y la literatura anglo sajona claramente influida por el imaginario bíblico, Monsiváis se singularizó entre los intelectuales mexicanos y de ello dejó huellas en su vasta producción. El contraste que hace Pitol al respecto es agudo: Si se compara el esplendor de las novelas decimonónicas de la Nueva Inglaterra con las que en esa misma época se escribieron en nuestro idioma, estas últimas quedan disminuidas al instante. La sola idea de establecer una analogía nos produce un agobio y una disminución escalofriantes. Por un lado Moby Dick, La letra escarlata, La caída de la casa de Usher, La vuelta de tuerca. Del otro, Don Gonzalo González de la Gonzalera, El buey suelto, Pequeñeces, Morriña. Las primeras, como me decía Monsiváis hace cuarenta años, son una prolongación de la palabra revelada; las de nuestro idioma surgen de la nada. Tras ellas dos siglos de Contrarreforma, donde en vez de la Biblia sólo se leían sermones. Hay desde luego dos excepciones: Galdós y Clarín. Parecería que hago proselitismo religioso. No es para nada el caso. Me refiero sólo a la potencialidad que presta a una escritura su raigambre en algunos de los momentos de mayor esplendor del idioma. Monsiváis logró esa conexión con el lenguaje insuperable que Casiodoro de Reina creó a mediados del siglo XVI. Otros lo han hallado en Cervantes, en Tirso, en Lope o Calderón, en Quevedo y Góngora, en Bernal Díaz del Castillo, en Darío, y luego afinado en Vallejo y Jorge Guillén, en Valle Inclán, Neruda, López Velarde, Borges, Cernuda o Paz. Cuando no se da el encuentro con ese gran idioma, la literatura se ensombrece.[8] Al comentar la excentricidad de Nuevo catecismo para indios remisos, Sergio Pitol capta muy bien la presencia de la Biblia en la integridad del texto. El propio Monsiváis así lo afirmó, al conversar con Elena Poniatowska sobre la influencia bíblica en el conjunto de las narraciones de ese libro: “Aún retengo muchísimos versículos de memoria y eso, en mi caso, es parte de la formación literaria; una parte estricta, porque la versión [de la Biblia] de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera es soberbia. El Nuevo catecismoviene de allí directamente, toda proporción guardada”.[9] Por lo anterior el comentario global del escritor que conoce a Monsiváis en su adolescencia es resultado de haber leído el Nuevo catecismocon la perspectiva de quien lo prohijó: Y así llegamos al Nuevo catecismo para indios remisos, ese triunfo del estilo, que se recrea en los duros tiempos en que la Nueva España se transformó en un escenario donde, con fervor, con denuedo, con piedad extrema, pero también, ¿por qué no decirlo?, con poco cerebro y frecuentes llamaradas de demencia, la Catequesis hizo su aparición en los territorios recién conquistados. Nos encontramos en un laberinto donde lo lúdico va de la mano con lo sagrado, donde la razón y la fe y la retórica que sostiene esa fe caminan abrazadas. Es, desde luego, un homenaje consciente a Casiodoro de Reina y a su lenguaje, el que a veces aparece como tal y también como su parodia. Un lego como yo en estos terrenos se sabe de antemano perdido. Hay frases de magna extravagancia que al introducirse en un párrafo recuerdan el sabor o el sonido del castellano antiguo. En una, Huitzilopochtli le grita a una de sus devotas: “eres para mí como escoria de plata sobre el tiesto”. En otra: “Hermanos, es mi deber alejaros de la tribulación y el fuego. El Armagedón se acerca. No vituperen las potestades superiores y arrepiéntanse a tiempo. Ya las ovejas son requeridas”. En verdad, no importa saber qué palabras o frases proceden directamente de los textos bíblicos y cuáles no: la voluntad de estilo del autor lo concilia todo.[10] En efecto, desde el título mismo, la narración “Como escoria de plata sobre el tiesto” devela su desenlace para quien está familiarizado con las expresiones de Reina y Valera. El estilo de ambos, gozosamente y con ironía adoptado por Monsiváis, se refleja en el desenlace cuando no se cumplen las visiones de Omixóchitl acerca de que los indios conquistados por los españoles vencerán a los invasores. Entonces Huitzilopochtli, en una nueva revelación, le reprocha que para él ella es “como escoria de plata sobre el tiesto” (cita textual de la primera parte de Proverbios 26:23). El versículo completo fue traducido por Casiodoro de Reina así: “Como escoria de plata echada sobre el tiesto, son los labios enardecidos y el corazón malo”. Hoy nos ayudan en la comprensión de Proverbios 26:23, aunque carecen de la rotundez y elegancia de Reina-Valera, otras traducciones. Entre ellas reproducimos tres de fuente protestante que vierten de la siguiente manera el versículo: “Como baño de plata sobre vasija de barro son los labios zalameros de un corazón malvado” (Nueva Versión Internacional). “Baño de plata en vasija de barro son los labios melosos con mala intención” (La Palabra). “Las palabras suaves pueden ocultar un corazón perverso, así como un barniz atractivo cubre una olla de barro” (Nueva Traducción Viviente). Apenas bosquejamos un tema presente a lo largo de la obra de Carlos Monsiváis, se trata del imaginario bíblico al que recurre frecuentemente. En ocasiones hace citas textuales, o ligeramente modificadas, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Otras veces parodia el lenguaje de la Biblia para aplicarlo a una situación de las muchas sobre las cuales ha escrito crónicas, precisiones irónicas en su trashumante sección Por mi madre bohemios, o como aforismos que denotan ecos de los Proverbios atribuidos al rey Salomón.[11]Tal imaginario es posible detectarlo desde su Autobiografía(1966) y Días de guardar(1970), Los rituales del caos (1995), Las alusiones perdidas (2007), El Estado laico y sus malquerientes(2008) y hasta Apocalipstick(2009). Mención aparte, como hemos visto, merece su Nuevo catecismo para indios remisos. Ya que toda la obra es, como el mismo Monsiváis lo expresara a Elena Poniatowska, un potente eco del libro que lo marcó toda su vida.


[1] Edición original: Siglo XXI Editores, México, 1982. Segunda Edición: Ediciones Era, México, 2001.
[2]Entrevista de Antonio Jáquez, Proceso, V/2008, p. 70.
[3] “Los pecados de Carlos Monsiváis”, en La JornadaSemanal, 23 de febrero de 1997, incluida por Raquel Serur (coordinadora), La excentricidad del texto. El carácter poético del Nuevo catecismo para indios remisos, UNAM, México, 2010, pp. 185-196.
[4] Juan Villoro, “La cultura de masas imita a su profeta”, en Mabel Moraña e Ignacio Sánchez Prado (compiladores), El arte de la ironía. Carlos Monsiváis ante la crítica, UNAM-Ediciones Era, México, 2007, p. 377.
[5] Sergio Pitol, “Un lenguaje afianzado en la tradición”, Viceversa, junio de 1997, p. 51. El texto es compilado por Raquel Serur, Op. cit., pp. 51-58.
[6] Se refiere a un cuento que Monsiváis lee a Pitol, “no mucho después de conocernos”. La pieza literaria deslumbra a Sergio Pitol: “Cuando después de la lectura le manifesté mi entusiasmo se cerró de inmediato, como una ostra que tratara de esquivar las gotas de limón”, Viceversa, junio de 1997, p. 51.
[7] Ibid., p. 53.
[8] Ibid.
[9] Elena Poniatowska, “Los pecados de Carlos Monsiváis”, en La JornadaSemanal, 23 de febrero de 1997, versión en Internet, p. 3.
[10] “Un lenguaje afianzado en la tradición”, p. 53.
[11] Al respecto consultar el trabajo de Francisco León (prólogo, investigación y selección), Autoayúdate que Dios te autoayudará. Aforismo de Carlos Monsiváis, Seix Barral, México, 2011. En el prólogo el autor consigna que “Carlos Monsiváis recibe la influencia de tantos y más autores”, varios de los cuales cita, pero no menciona en momento alguno la influencia mayor en los aforismo construidos por Monsiváis a lo largo de su extensa obra: la Biblia.

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