El primer paso del escritor novel

Hace unos días me vi contestando a una pregunta curiosa. Una buena amiga acababa de terminar de escribir un diario en el que había estado narrando una situación especialmente intensa por la que había pasado, victoriosamente, su familia.

06 DE AGOSTO DE 2011 · 22:00

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Ahora, con la perspectiva que da el alejarse un poco en el tiempo, no sabía muy bien qué hacer con ello. Por un lado, ella sabía que su experiencia le podía servir a otros, pero por otro lado sabía que las puertas al mundo editorial le suelen estar bastante cerradas a los primerizos. Cuando me preguntó a mí, tardé en contestar, porque también era la primera vez que yo me hacía esa pregunta. ¿Qué debe hacer un escritor primerizo con su obra? Cada vez son más los que me voy encontrando por el camino. Muchos son escritores talentosos y asombrosos a los que yo he tenido la fortuna de conocer en sus primeros pasos, y eso será algo de lo que podré presumir dentro de muchos años. Otros son personas que han conseguido sanar heridas emocionales y espirituales escribiendo, porque el arte es la mejor terapia para el alma humana, y que quieren compartirlo. Las menos de las veces son personas cuya digna meta es conseguir una profesión de la que vivir; y dentro de esos, están algunos, unos cuantos, cuya única meta es conseguir un prestigio adulador. Pensando en mi respuesta, me di cuenta de que, en cualquier caso, antes de saber qué hacer con nuestra obra debemos saber por qué hemos hecho nuestra obra y lo que queríamos conseguir.El mundo en el que nos ha tocado vivir nos ofrece muchas posibilidades de difusión, todas distintas y adaptables, pero no todas válidas para según quién. Para los Salinger que no quieran que nadie lea sus obras, quizá para ellos será lo más sencillo, al fin y al cabo solo necesitan un cajón bien grande o un disco duro con capacidad y sumergirse en su mundo interior. Pero para el resto, hasta donde he visto, la verdadera recompensa llega cuando alguien lee lo que has escrito. Y mejor cuanto más desconocido sea el que lo lee. El arte tiene ese toque exhibicionista. Para saber qué camino seguir, si hacer una propuesta editorial y empezar a enviarla, si presentarte a concursos, si publicar en internet… debes saber por qué escribes. Pero ningún escritor puede averiguar por qué escribe sin mirar a su espiritualidad. Porque la fuente del arte viene del espíritu, del de cada uno, allá en el estado en que se encuentre o allá adonde se dirija. No es descabellado pensar que en la Biblia también podemos encontrar enseñanzas, aplicaciones y ánimo en tiempos de oscuridad para los que escribimos. A aquellos que soñamos con escribir no se nos puede olvidar que la literatura es una cuestión espiritual. Por supuesto, es una cuestión mental, de saber leer y de comprender, pero esa no es la clave, porque nadie se emociona leyendo un manual de instrucciones. Aunque no sea algo obvio en este mundo, Dios nos creó seres artísticos, y es por medio del arte que nos acercamos a lo creado, gestionamos la verdad, la belleza y la eternidad. Y es por medio de una forma artística, literaria, la Biblia, que Dios se nos reveló. Y si hay un escritor por ahí leyendo esto, ese escritor debe comprender que cualquier cosa que intente escribir será un reflejo de su espiritualidad. No podrá disimularlo, por mucho que lo intente. Aquello que le inspirará y que le animará a escribir será aquello que se identifique con su espíritu, sea el que sea. Así que empezaré ofreciéndoos la respuesta que después de mucho pensarlo le envié a mi amiga. Va mezclado todo, unos cuantos consejos prácticos y unos cuantos espirituales, pero tened en cuenta que es una parte de un e-mail privado de una amistad que ya tiene su tiempo. Y la confianza hace estas cosas. …Bueno, la cuestión de aspirar a que alguien compre tu libro, por desgracia o por fortuna, no tiene nada que ver con la autoestima, la verdad. Hay fiascos memorables en los que se invierten millones en publicidad y se venden como churros, y los autores incluso tienen la autoestima alta pensando que las ventas son la mejor señal de gloria, cuando eso no tiene nada que ver con la calidad de sus obras. Y hay obras maestras que se regalan. Obras maestras de la literatura moderna escondidas en blogs, por ejemplo. La cuestión de escribir y de ser escritor, en tiempos modernos, no tiene nada que ver con que el libro se publique o no, o que se venda o no. La publicación no tiene nada que ver con la difusión. El rendimiento económico no tiene nada que ver con la literatura. Los hijos del posmodernismo tenemos que empezar a ver las cosas de otra manera. Por un lado, la validez de tu obra está dentro de la obra misma, no fuera. Su dignidad, su actualidad y su valor como testimonio y como lugar donde otro pueda poner un reflejo de su vida y sentirse identificado solamente se puede encontrar en lo que tú ya has escrito. Optar por no venderlo, por ejemplo, no le quitará dignidad ni validez al texto; igualmente, si el texto no tiene esa dignidad ni esa validez, publicarlo y venderlo no se lo añadirá. Puede que el hecho de vender millones de copias parezca una señal inequívoca de dignidad de un texto, pero sabemos que no es verdad, que el marketing puede disimular cualquier cosa. No se debe identificar la calidad del texto con el número de ejemplares vendidos, primero; y segundo, tampoco debe identificarse siquiera con el hecho de venderlo. Por otro lado, en la práctica, desde mi punto de vista es una falsa ilusión en el mundo actual, con las posibilidades que hay, la obsesión de algunos que escriben con tener sus obras publicadas. Tiene más que ver con las ansias de grandeza de cada uno que con la verdadera realidad de allá afuera. Por eso no creo en la autopublicación, hoy en día, con internet de por medio, porque ahora mismo tener un libro impreso no sirve para nada, y segundo, porque los canales de distribución para obras impresas autopublicadas están absolutamente cerrados por cuestiones de marketing y publicidad en España. Eso no quiere decir, ni mucho menos, que tu obra deba quedarse escondida en un cajón. Para nada. Hay un canal abierto para estas cosas, que es internet. Lo que te propondría sería, por un lado, que te planteases qué quieres hacer con tu obra, de entre todas las opciones. La pregunta principal es ésta: ¿Quiero reconocimiento (A), o quiero que la gente lea mi obra (B)? Si es la opción A, lo dejaríamos aquí. Entonces deberíamos hablar en otros términos y dialogar sobre cosas más espirituales en otro momento. Si es la opción B, sigue leyendo :). Hay algo muy positivo en no pretender que tu obra genere ingresos rápidos. Hay algo en ello que tiene que ver con la perseverancia, con la vocación y con la honestidad. Con el hecho de no dejarse engañar con eso de que todo esfuerzo merece una recompensa económica. Dios no creó el mundo así, eso lo hicimos nosotros. Pero Dios sí puso en algunos de nosotros la necesidad de escribir y de contar, de comunicarnos con otros e identificarnos con ellos, y ellos con nosotros. Escribir es una forma de expandirse, y yo creo que es una necesidad puesta en el corazón del hombre. Si quieres que la gente lea tu obra, que la admire, que la aprecie, que la lea, la disfrute y la atesore, antes de querer conseguir un rendimiento económico, estarás enfocando tu carrera literaria (aunque sea una con aspiraciones de andar por casa, iguales de dignas que las grandiosas, la verdad) hacia algo con futuro. En el mundo moderno, si quieres hacerte rico no escribas literatura, fabrica libros. O hazte banquero. Pero si pretendes llegar con un trozo de tu alma al alma de otro, tómate las cosas con calma. No publicar este texto, aunque no lo parezca, puede ser una grandísima oportunidad para el futuro, desde mi punto de vista. Al fin y al cabo, acabas de llegar y aparte de tus amigos y familia, no hay mucha gente más que te conozca. Y algo como lo que tú has escrito puede ser una puerta abierta a entrar de una forma muy digna en el mundo literario, más a largo plazo, pero también con menos trabas, menos ansiedad, más buen rollo y más recompensas de las que no se pueden pagar con dinero. Primero, te diría que podrías registrar tu obra con una licencia de Creative Commons. Se pueden conseguir directamente de la web y es gratis. Es una licencia legal que tiene sus restricciones, tú mantienes tus derechos pero permite que la obra tenga mucha mayor difusión. Registrar la obra en la propiedad del registro intelectual cada vez le veo menos sentido hoy en día. Es algo sencillo: cuanta más gente te lea, mejor. Porque ya quedamos en que tú lo que querías era que la gente te leyese y compartir eso con ellos. Eso no significa exponerte ni regalar. Significa que tu modelo es otro, y lo que estás diciéndole al mundo es: "Mirad, solo quiero compartir esto con vosotros de forma generosa, sin pediros nada a cambio". Eso se agradece y dice mucho de tu carácter. Así, la próxima vez que les ofrezcas algo, lo leerán con más rapidez y ganas. Y así, a la larga, es mucho más fácil entrar en los circuitos más comerciales y tendrás más experiencia. En cuando a la distribución: se pueden hacer cosas muy ingeniosas y sencillísimas. Tú tienes un blog, además. Lo suyo sería ponerse con él, renovarlo, hacerle un nuevo formato para lavarle de cara, y utilizarlo como plataforma junto con Facebook y Twitter para la promoción de la obra. E ir dejando que Dios vaya colocando cada cosa en su sitio. Lo bueno de este sistema es que tienes que echarle un poco más de tiempo, pero se puede hacer gratis. Bueno, después de toda esta chapa, espero que te sirva para algo. Un fuerte, fuerte abrazo. Noa.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El alma del papel - El primer paso del escritor novel