Sobre la sexualidad: algunas opiniones (1)

Primera entrega de las opiniones de los responsables de las exposiciones bíblicas y ponencias. Participan: José de Segovia, Lidia Martín, Josep Araguàs e Israel Sanz.

09 DE JULIO DE 2011 · 22:00

,
El pasado mes de junio en Comarruga (El Vendrell-Tarragona), la Alianza Evangélica Española tuvo la acertada iniciativa de organizar un seminario sobre la sexualidad, tema de especial interés, así como una de las asignaturas pendientes de las iglesias. Atendiendo a la importancia de tal seminario, formulamostres preguntas diferentes a siete de los expositores:José de Segovia, Lidia Martín, Josep Araguàs, Israel Sanz,Pablo Martínez, Francisco Mira y Marcos Zapata. JOSÉ DE SEGOVIA BARRÓNes periodista, teólogo y pastor. Presidente de la Comisión de Teología de la AEE. La última de sus publicaciones es “El asombro del perdón (Andamio, 2010). Pregunta.-¿Qué es y para qué sirve la sexualidad? ¿Cuál es su origen? Respuesta.-No es un mero apetito natural (como pensaban los griegos y los romanos), ni una pasión animal (la visión platónica de la Iglesia), o una forma de expresión que no podemos reprimir (la perspectiva romántica); sino parte de la Creación de Dios. Se trata por lo tanto de algo bueno, “muy bueno”, según Dios (Génesis 1:31), que es celebrado en libros como El Cantar de los Cantares, que es en primer lugar, un poema erótico. P.- ¿Hemos disociado la espiritualidad de la sexualidad? ¿Cuáles son las consecuencias? R.-El sexo tiene en realidad algo de sacramental, porque Dios lo une a la procreación, el placer y lo compara a la unión de Cristo con la Iglesia. Ahora bien, la Biblia nos enseña también que el deseo sexual está afectado por la Caída y puede convertirse en un ídolo. Así que no nos podemos guiar por él (1 Corintios 6:18). P.- ¿Estamos abordando la problemática de la sexualidad desde el púlpito? R.-Nuestra generación está muy influenciada por la visión romántica del sexo, como un medio para alcanzar la felicidad, en vez de algo al servicio de Dios. En la tradición protestante hemos idealizado demasiado el matrimonio, cuando la sexualidad forma parte de toda la vida, y no la podemos reducir a la genitalidad. Deberíamos por eso considerar más a menudo 1 Corintios 7 y el valor legítimo de la soltería. LIDIA MARTÍN TORRALBAes escritora, docente y psicóloga. Colabora con la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción y la Agencia Antidroga de la Comunidad de Madrid, entre otras instituciones. Es coautora del libro: Primeros Auxilios Psicológicos (Síntesis). P.- ¿Qué pasa si falla la identidad o la orientación sexual? ¿Pesarían más las causas genéticas que las ambientales? R.-La identidad sexual es un rasgo central alrededor del cual se configura en buena parte la personalidad desde la infancia y particularmente y mayor peso aún en la adolescencia. Cuando ésta no está clara, se tambalean los “cimientos”, por explicarlo de manera gráfica, y con ellos buena parte del edificio completo. Es difícil para alguien que no tiene clara cuál es su identidad en esta área establecer con claridad otros parámetros de su vida relacional y sexual. Por poner sólo un ejemplo, cuando nos relacionamos con los demás, lo hacemos de una manera u otra, en una línea u otra, en función de nuestra identidad sexual. Sucede en el trabajo, en la familia, al establecer los lazos de pareja y, por supuesto, en la intimidad sexual. Se nos han asignado y hemos adoptado unos roles por considerarnos hombre o mujer y si esa ubicación no se ha realizado, la persona se mueve, o bien en un mar de dudas, o bien en un mar de inconsistencias e incoherencias. Muchos detectan desde fuera esta falta de unidad o de definición en el individuo, aun cuando la persona esté haciendo esfuerzos titánicos por darle sentido coherente a su ser, porque se proyecte de forma unitaria hacia fuera o porque se le acepte en su individualidad o su idiosincrasia. Sin embargo, es su esencia misma lo que está por definir y esto, como pueden imaginarse, es siempre problemático. Hoy por hoy las causas a las que más peso se ha asignado son las que tienen que ver con el ambiente. Desde que nacemos estamos bajo el influjo de influencias, personas, circunstancias, expectativas, miedos, motivaciones, prejuicios, clichés y un sinfín de parámetros más que contribuyen a que las personas, llegado el momento, tendamos a ubicarnos conscientemente en una u otra categoría. No siempre es tan sencillo como fijarse en la propia fisionomía genital y ya está. De hecho, en los niños, este es el último elemento en el que se fijan. Cuando falta claridad en cuanto a qué nos define como hombre o mujer, no sólo externamente, a nivel físico, sino también a nivel psicológico, de roles y demás, la identidad sexual queda pendiente de variables poco sólidas que le restan solidez a la decisión y al posterior funcionamiento coherente con la misma. P.-¿Se ha hecho un uso tendencioso de las diferencias entre el hombre y la mujer establecidas en el libro de Génesis? R.-Yo estoy convencida de que sí. Está en el corazón del hombre hacer uso capcioso de la información para la propia conveniencia, y esto a menudo es muy sutil. Adán mismo en el Edén, ya respondió a Dios con un “La mujer que me diste…” y lo que estaría por venir en ese sentido era simplemente la cronificación del mismo mal. Claro que hay diferencias, pero las personas, hombres y mujeres, nos llevamos francamente mal con la diferencia. Y si en los inicios fueron más los hombres los que hicieron uso interesado de las diferencias del Génesis (que no todas son por la caída, sino que muchas son fruto de una creación absolutamente inteligente por un Dios soberano para complementarnos), hoy son las mujeres también las que caen constantemente en el mismo error. Las diferencias son parte de nosotros, nos complementan, nos permiten ser ayuda idónea, y Dios mismo, antes de la caída, las consideró como buenas en gran manera como parte intrínseca de Su creación. Otra cosa diferente es la lectura que nosotros hemos hecho de esas diferencias y como las hemos usado de forma partidista para decir lo que la Biblia y, por tanto, Dios, mismo, nunca dijeron. P.- ¿Hay falta de discreción en la actuación pastoral cuando se intenta resolver un problema de índole sexual dentro de la iglesia? R.-A menudo, no sólo de discreción, sino de discernimiento, diría yo. Por una parte están los parámetros más objetivos, digamos. En la profesión, cuando un paciente llega a un psicólogo, éste se compromete de forma ineludible al secreto profesional, a abordar el tema con objetividad y a no hacer juicio de valor. Esto, en la pastoral, a menudo no ocurre, por no decir que sucede muy pocas veces. Pero por otra parte, al margen de criterios humanos que pudieran parecernos más o menos discutibles, más o menos prescindibles, están los criterios espirituales. En ese sentido, nuestras acciones en la iglesia distan mucho, por desgracia, de buscar la restauración del individuo. Más bien pareciera que nos conformamos con una cirugía radical del cuerpo consistente en extirpar al miembro “maldito”, perdiendo de vista que esa no es la fórmula bíblica ni mucho menos. Con los pecados relacionados con la moralidad y la sexualidad esto está absolutamente extendido, quizá porque seguimos comprobando cómo es un tema que nos desborda, para el que tenemos aún muy pocas respuestas que incluyan la verdad bíblica y a la vez el amor cristiano y la misericordia con la que fuimos mirados por Cristo mismo. JOSEP ARAGUÀS REVERTER Es psicólogo, Máster en Terapia familiar, conferenciante y colaborador en programas de radio y televisión relacionados con temas diversos de divulgación psicológica. Ha escrito, entre otros, el libro: “El matrimonio, un camino para dos” (Publicaciones Andamio). P.- La adicción sexual, ¿es un hábito o un trastorno psicológico? R.-La adicción sexual es un trastorno psicológico en el sentido que significa una alteración profunda de la sexualidad. Básicamente su carácter patológico consiste en que se destruye la esencia de la sexualidad como expresión del amor. El adicto sexual disocia la conducta sexual de la persona objeto de la sexualidad. Para él, las personas pasan a ser objetos de su satisfacción y de deseo, en lugar de personas a quien amar. Llega a ser un hábito adictivo, porque la persona lo repite de forma impulsiva y compulsiva. Desgraciadamente como en otras conductas adictivas, la persona acaba comprometiendo su libertad y entra en una relación de dependencia y sumisión, en este caso al sexo. Y evidentemente, desde el punto de vista pastoral implica una conducta de fornicación, como una perversión de la santidad inherente a la sexualidad. La persona adicta al sexo resulta muy difícil de detectar y ayudar, porque la adicción a corto plazo no se manifiesta de forma aguda, sino que se avanza de forma insidiosa a lo largo de un proceso, a menudo progresivo e invasivo. Por otra parte, la persona tiene interés en mantenerlo oculto, por vergüenza o sencillamente por dar continuidad al elemento de placer. Justamente estamos hablando de un trastorno invisible donde, como en muchas otras adicciones, la persona se asienta en un mecanismo de defensa llamado negación. Las formas frecuentes que hacen visible la patología son: Alguien ajeno al adicto –cónyuge, compañero de trabajo- descubre en el ordenador personal o profesional abundante material pornográfico, incluso a veces con contenidos muy aberrantes. Paradójicamente la sexualidad de pareja se empobrece, se simplifica o incluso desaparece. Porque el adicto al sexo encuentra más satisfacción en la sexualidad virtual o ligada a la prostitución, que no cuando tiene que establecer una relación personal, donde se requiere: el afecto, el cariño, el juego, la creatividad y sobre todo la entrega. Puede también detectarse la adicción porque la persona no se concentra en sus tareas, falla a sus compromisos, incurre en errores, tiene niveles incontrolables de ansiedad, etc. Ya que el eje de su vida gira en torno al sexo, y se devalúan otras áreas de la vida. La persona puede ausentarse de su trabajo, puede trasnochar para conectarse a la red o puede ser negligente en sus responsabilidades familiares. Finalmente como todo adicto, el sexual también suele ser mentiroso. Puede mentir acerca del uso del ordenador, del móvil o incluso hacer movimientos extraños con el dinero. Mentiras que sirven para mantener de forma precaria el equilibrio con su vida normal. P.- ¿Cómo detectar que una persona es adicta al sexo? ¿Encontramos esta problemática en la iglesia? R.-Acerca de si esta problemática la podemos encontrar en medio de la iglesia, yo respondería afirmativamente, si bien con algunos matices. Creo sinceramente que su incidencia es mucho menor y que el pronóstico de recuperación es mucho más favorable. Evidentemente el uso de las nuevas tecnologías traspasa en la actualidad todos los muros físicos e ideológicos. Eso hace que la adicción esté al alcance de cualquier persona. Pero justamente se espera de una persona creyente, que viva en trasparencia, que sea veraz, que se auto-controle, que asuma responsabilidad por su conducta, que crezca en santidad y que su vida sea ordenada y transformada por la Palabra de Dios. P.- ¿Qué se puede sugerir a la iglesia para prevenir las adicciones? R.-La mejor prevención contra la adicción sexual desde la iglesia, consiste en tener una buena enseñanza y práctica acerca del matrimonio. Esto es lo que enseña con claridad el texto bíblico en Hebreos 13:4. La sexualidad sana es aquella que nos lleva a integrar en lugar de disociar.Es decir, aquella sexualidad que integra sentimientos, compromiso y satisfacción en la persona amada. Esto, por supuesto, también deriva en que la iglesia incluya en sus planes de formación, el poder educar en sexualidad –que va más allá de informar- permitiendo así que los creyentes no disocien su espiritualidad de su sexualidad. Pero la iglesia, además, tiene que seguir proclamando el gran principio de la libertad.Aquel principio por el cual, asumiendo la soberanía y el señorío de Cristo en nuestras vidas, todo posible ídolo y adicción que esclaviza son repudiados. Sólo una vida en libertad hace que las personas vivan en plena satisfacción, crezcan en madurez, tomen decisiones con ecuanimidad y asuman responsabilidad por tales decisiones. Por último, la iglesia debe saber vivir bajo la gracia de Dios que en absoluto implica negar la realidad y las consecuencias del pecado –en este caso la adicción sexual como forma de fornicación-, pero sí hacer llegar a las personas, no sólo a la curación sino a la sanidad profunda de sus males. La gracia de Dios devuelve la dignidad que la adicción sustrae, restaura relaciones rotas por el mal uso de la sexualidad y quiebra estructuras de injusticia y explotación, capacitando a las personas para llevar existencias basadas en la verdad y el amor. ISRAEL SANZLUQUE es Pastor de la Iglesia Evangélica Bautista de Córdoba. Sirve a diferentes grupos del pueblo de Dios a través de la predicación y enseñanza de la Palabra. P.- ¿Cómo es la sexualidad diseñada por Dios? R.-Partiendo de la base de que Dios es el creador de la sexualidad, afirmamos que la misma es el regalo sagrado de un Dios sabio, bondadoso y pletórico de amor, a fin de que le conozcamos, le glorifiquemos y gocemos de él. Se trata de una dimensión de la persona que, en muchos sentidos, la define como tal. La masculinidad y la feminidad no son construcciones sociales. Responden al diseño de Dios. Por tanto, ser hombre o ser mujer es mucho más que estar dotados con las características fisiológicas propias de cada sexo. Es una solemne y feliz encomienda a ocupar un lugar distintivo en el mundo, mostrando de forma particular, y en perfecta complementariedad, la belleza del ser de Dios. En este contexto, cabe anunciar sin rubor la perspectiva divina acerca de la intimidad sexual en el matrimonio. Hemos de celebrar los deleites del sexo como una expresión de entrega gozosa para el bien, el placer, el cuidado y la satisfacción del cónyuge. Como una declaración de unidad e intimidad. Como un medio bendito de fortalecer el compromiso matrimonial y ensanchar la comunicación; como una manera de participar en la gran obra de Dios de propagar la raza humana y levantar descendencia para su nombre. En segundo lugar, hemos de ponderar la hermosura del lecho conyugal como un anticipo de los goces de la intimidad que el pueblo de Dios disfrutará con Cristo por la eternidad. El dulce sabor de la unión sexual entre esposo y esposa apunta al deleite infinito que será nuestro cuando veamos a Dios cara a cara. También, hemos de hablar con gozo y esperanza del llamado divino a la soltería y al celibato. P.- ¿Cuál cree es la mejor manera de preparar a nuestro niños, adolescentes, mayores, en los temas relacionados con la sexualidad? R.-A fin de que en nuestras congregaciones se viva la sexualidad con alegría y libertad, dando testimonio de la gracia de Dios en medio de un paisaje de perversión, propongo las siguientes acciones: 1. Una predicación que proclame la centralidad de la gloria de Dios y la supremacía de Cristo. El alma que está maravillada ante Dios podrá disfrutar de la sexualidad y sus deleites, sin que el sexo llegue a convertirse en un ídolo en su corazón. 2. Enseñar de manera consistente la belleza del diseño divino tocante a la sexualidad. Hemos de hablar de estas cosas, ya sea en los hogares, en pequeños grupos, en conferencias especiales, en los mensajes dominicales… 3. Debemos ser firmes y apegarnos al testimonio de las Escrituras a la hora de denunciar las perversiones del alma en esta área: homosexualidad, fornicación y adulterio, travestismo, pornografía, etc. 4. En la consejería, debemos encarnar la gracia de Dios, combinando misericordia y verdad a fin de infundir esperanza. 5. Debemos entrenar a los creyentes en el discernimiento de estas cuestiones de modo que puedan orar, aconsejar y acompañar con sabiduría. Especialmente, necesitamos fortalecer el liderazgo espiritual de los padres (en especial los hombres) en el seno de sus hogares, a fin de que asuman su responsabilidad de velar, guiar, nutrir, proteger y enseñar a los hijos y a las hijas que Dios les ha encomendado. P.- ¿Cuál la experiencia de su iglesia? R.- Por desgracia, conocemos de cerca el dolor de personas desorientadas en el área de la sexualidad y los estragos que el pecado causa en sus vidas. Por ello, desde hace un tiempo, hemos querido abordar estos asuntos con firmeza y compasión. Últimamente, hemos asumido el reto de tratar asuntos como la perspectiva bíblica acerca de la masculinidad y la feminidad, la homosexualidad, la pureza sexual dentro de la relación matrimonial, las relaciones sexuales extramaritales, la pornografía, la masturbación, los fundamentos bíblicos para una vida libre de perversiones sexuales. Dios mediante, el próximo tema que abordaremos será la soltería y el celibato. Para ello, hemos usado diferentes formatos: predicaciones, charlas y coloquios, seminarios y talleres.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Muy Personal - Sobre la sexualidad: algunas opiniones (1)