Y no leer (y II)

Hace unos días reflexionaba en voz alta sobre la realidad del poco gusto por las letras que encontramos a nuestro alrededor.

23 DE ABRIL DE 2011 · 22:00

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Explicaba cómo este hecho a mí se me antoja no sólo una pérdida de posibles deleites sino, principalmente, un problema respecto al acceso al conocimiento en determinados ámbitos y, específicamente, me refería a la dificultad de conocer a Dios. Partiendo de la base de la infinitud del Señor de cielos y tierra y de nuestra limitada capacidad, parece claro que una vida entera dedicada al estudio y la profundización del conocimiento de Dios sólo darían para acercarnos someramente a algunos de los aspectos de su persona que Él hubiera tenido a bien mostrar. Pero… Y ahí está el PERO. En el transcurso de la historia, ¿quién ha sabido leer? ¿cuántos han manejado los escritos, en tan diversos soportes, para adentrarse en la ciencia que fuera? ¿cómo se ha transmitido el saber de una generación a otra, y después a la siguiente, y luego a la no nacida todavía? La mayoría de personas de la iglesia primera no sabía leer. Y recibió y aprendió la buena noticia de la fe con rigor y exactitud.Fue por eso que pudo detectarse con nitidez cuándo y cómo las doctrinas se desviaron. Sabemos que Jesús, el Maestro, usó recursos didácticos para comunicarse con claridad, para captar la atención de sus oyentes. De ahí el uso de parábolas, en ocasiones; en otras, ¿recordáis?, una higuera le sirvió de ejemplo, o un niño puesto allí en medio para expresar la sencillez de corazón; otras veces tomó las figuras de los hechos del Antiguo Testamento, para anunciar las verdades espirituales que Él mismo había venido a cumplir: “Como Moisés levantó la serpiente en el desierto…”. Los profetas también fueron gráficos. Muchas veces era el Señor mismo el que les indicaba qué debían emplear como ilustración: la olla con agua hirviendo de Ezequiel, o la vida entera de Oseas con su mujer infiel, sin ir más lejos. Hoy en día muchos andan preguntándose cómo hacer llegar el mensaje del evangelio y el conocimiento del Señor a las gentes que nos rodean, en el lenguaje de nuestro tiempo.La música, el audiovisual, el cine… la tecnología y las artes… el deporte y los juegos… Todo lo que quede al alcance de nuestra mano, y todas las combinaciones posibles y con sentido que se nos ocurran. Los que trabajan entre adolescentes y jóvenes son los que están liderando esta reflexióny la puesta en práctica de las conclusiones a las que van llegando, máxime cuando no hemos parado de ver congregaciones que han muerto literalmente de viejas: por no haber sabido transmitir una noticia tan estupenda como la del evangelio en un lenguaje comprensible y actual a los que nacieron después de los años 50. Porque se han perdido generaciones enteras: la de los 50, la de los 60, de los 70… Por parte de los que rechazaron el mensaje de salvación, es posible que aprovecharan el anacronismo en el lenguaje que usaron otros para la comunicación como excusa (cada cual usa la que le viene más a mano: me he comprado unas tierras, me he comprado unos bueyes, me he casado…). Pero que por nuestra parte no quede nada por hacer. Nuestro Dios es el Dios de la comunicación por excelencia, hasta tal punto que, para hacerse entender de la mejor manera posible, se hizo uno de nosotros, ¿no? “Nos habló, es estos postreros tiempos, en Hijo…”. Hay películas que muestran muchos de los aspectos bíblicos a modo de parábolas modernas. Canciones, cuadros, power points, escenificaciones teatrales de menor o mayor duración, artes plásticas diversas, expresión corporal, juegos… Y luego, como hemos venido haciendo en ocasiones, desde siempre, expliquemos con qué aspecto se relaciona del evangelio si es que aún hace falta. Como la oveja que se perdía, o la perla de mucho valor, o la casa bien fundamentada. Porque en realidad eso es lo que quería el Señor que hiciéramos: que proclamáramos el evangelio a toda criatura. No que ellos lo leyeran… Pero… Y vuelvo con un PERO.Cuantas más herramientas demos a una persona, más independiente y autónoma será, en cualquier ámbito. Y es bueno fomentar su acercamiento individual al Señor a través de la lectura de Su Palabra, directamente, favoreciendo la meditación, la comunión, la intimidad. Por lo tanto y finalmente, pues, propongo usar todos los recursos que según nuestra creatividad e inteligencia podamos para acercar lo que Dios ha revelado de sí mismo en su Palabra, comenzando por el precioso evangelio de salvación, pero sin renunciar a fomentar la lectura, que es lo que permitirá acercarnos ‘a la ley y al testimonio’, ese glorioso regalo del Señor que ilumina y llena la desorientada y vacía vida de los humanos.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde mi balcón - Y no leer (y II)