Mujeres sometidas

Después de analizar someramente la visión de Jesús sobre la mujer, veamos algunos de los textos bíblicos más discutidos sobre el tema.

02 DE ABRIL DE 2011 · 22:00

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Los más importantes en este sentido son los del apóstol Pablo sobre el papel de la mujer en las congregaciones cristianas. Empezaremos analizando el sentido del sometimiento de la mujer. SOMETIMIENTO DE LA MUJER “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo” (1 Corintios 11, 3) Someteos unos a otros en el temor de Dios. Las casadas estén sujetas a sus propios maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia […] Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia […] Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia […] Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne.Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia. Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido(Efesios 5, 21-33) BIENVENIDOS, QUE NO BIENVENIDAS, AL SIGLO I DE NUESTRA ERA En el matrimonio de la cultura greco-romana del siglo primero, la mujer, los hijos y los esclavos estaban sometidos al pater familiae. El marido era dueño absoluto de los demás miembrossin limitación sobre la persona y bienes de la mujer o de sus descendientes, poder superior a cualquier ingerencia del Estado en nombre del bien común o por la tutela encomendada sobre sus ciudadanos[i]”. Esta era la norma escrita en un ambiente cotidiano en el que no era infrecuente que, por ejemplo, el padre abandonase a su hija recién nacidas tan sólo porque desgraciadamente no nació varón. Castigar a la esposa hasta con la muerte por adulterio o por beber vino era un derecho del marido cuyo honor se consideraba mancillado. No aparquemos tampoco lo que la Biblia muestra respecto a los judíos. Sobrevolando la poligamia y las historias misóginas del Antiguo Testamento en las que el pueblo de Dios parece olvidarse de la imagen y semejanza divina de Eva, en los tiempos de Jesús se había hecho normal el abuso de La Ley mosaica con el fin de repudiar a la esposa (Deuteronomio 24, 1. Mateo 19, 7-9). El motivo más común para desechar y abandonar a la mujer solía ser para casarse con otra –normalmente más joven- usando para ello cualquier excusa absurda. Bastaba decir que la comida no había sido suficientemente buena esa día para dejar a la esposa abandonada para siempre en la intemperie. LAS CARTAS DE PABLO HACEN LA DIFERENCIA En este entorno sumamente hostil para la mujer es en el que Pablo insta al marido para que ame a su mujer como a su propio cuerpo exigiéndole una actitud que a buen seguro estaría mal vista por muchos hombres de su tiempo. En contra de los apresurados comentarios que hoy se pronuncian contra la supuesta misoginia de Pablo, en los textos que encabezan este artículo no es la mujer quien sale mal parada al verse obligada a sujetarse al marido, pues éste también debe hacer lo mismo con su esposa en una relación afectuosa y responsable que Las Escrituras denominan sumisión mutua(Efesios 5, 21). Sin duda,estos versículos suponían un mal trago para muchos hombres cristianos, no siendo difícil imaginar la mofa a la que quizás se verían sometidos por parte de los varones paganos recibiendo vituperios del tipo a nuestros: “¡Calzonazos! ¡Que tu mujer te tiene dominado!”, pues el hombre debía tener en cuenta que “tampoco tiene el marido dominio sobre su propio cuerpo, sino la mujer” (1 Corintios 7, 4). Por esto no es de extrañar que para los incrédulos la fe cristiana fuese al principio motivo de burla y desprecio al considerarse una “religión de mujeres, niños y esclavos[ii], el grupo de individuos que social e intelectualmente eran tenidos como seres inferiores. Como ya vimos en el primer artículo de esta serie, desde el principio Dios dispuso que la mujer no fuese tratada como mera propiedad del hombre sino como una compañera a quien darse. Pablo da instrucciones acerca del amor abnegado mostrado por Jesús a la humanidad y lo expone como modelo para la actitud del hombre hacia su esposa. A pesar de esta nueva visión positiva de la mujer, lo cierto es que el apóstol no confrontó en toda su plenitud la extrema misoginia social o la institución de la esclavitud, aunque sí comenzaría a abrir una de las más anchas sendas de la historia hacia la libertad al colocar a los esclavos al mismo nivel de dignidad que los amos en Cristo, pues “ya no hay judío ni griego;no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3, 28). Es probable que este último versículo fuese escrito como respuesta a la oración que recitaban muchos judíos piadosos cada mañana diciendo: “Gracias Señor por no haberme creado gentil, ni mujer, ni esclavo[iii]. En no pocos casos, éstas eran las primeras palabras que una esposa escuchaba al despertarse cada día, por lo que no imaginamos la alegría que la mujer cristiana podía sentir al escuchar las diferentes y liberadoras palabras de Pablo. Continuará: El hombre, cabeza de la mujer


[i] Mª Dolores Parra Martín. Mujer y concubinato en la sociedadromana. ANALES DE DERECHO. Universidad de Murcia. Número 23. 2005. Pág. 241
[ii] Orígenes, Contra Celso 3, 44.
[iii] Starr, Tama. La inferioridad natural” de la mujer. Ed. Martínez Roca, Barcelona. 1993.

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