Jesús, la mujer y la bombilla

Los aproximadamente dos mil años que nos separan de los evangelios nos hacen perder mucha profundidad si pasamos sobre ellos y su contexto histórico superficialmente.

19 DE MARZO DE 2011 · 23:00

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Casi sin darnos cuenta obviamos el impacto original de aquellos acontecimientos considerando a menudo como meramente como buenos, sencillos, justos ológicos los transgresores mensajes que Jesús predicaba. Pero la trascendencia y transgresión de Cristo en cuanto a su consideración de la mujer y su llamado para un desarrollo de su legado por parte de los cristianos lo podemos contemplar como una analogía con el invento de la bombilla… En 1752, Benjamin Franklin comprobaría que el relámpago y la chispa del ámbar eran la misma cosa. Tiempo más tarde, Volta daba otro paso adelante al inventar la primera pila eléctrica, hecho que provocó que a la unidad de potencia eléctrica le llamemos voltio. El mérito posterior de generar la corriente eléctrica en una escala práctica se lo debemos a Michael Faraday, quien en 1831 constataría que la electricidad se podía producir con magnetismo mediante movimiento. Tuvieron que pasar más de cuarenta años para que un generador realmente práctico fuera realizado por Thomas Edison, quien mejoraría sustancialmente el invento realizado en 1878 por Joseph Swam y que no era otra cosa que la lámpara de filamento incandescente. A partir de ahí, que decir de los constantes desarrollos de la electricidad realizados hasta nuestros días tras los avances de Edison y de su revolucionaria bombilla: TV, radio, transporte, refrigeración, redes hidráulicas, telefonía…etc. Sin embargo, hoy contemplamos la bombilla sin asombros ni con lloros de alegría, pues lo asumimos como una parte más de nuestro universo cotidiano. Hoy contemplamos una bombilla como algo normal, incluso vulgar. No nos paramos a pensar que este sencillo filamento recubierto de cristal y poco más significó el génesis de la revolución doméstica, el transporte y de la sociedad del bienestar en general. Pues al igual que ocurrió con la bombilla de Edison, los hechos y palabras de Jesús fueron una plataforma sin precedentes para lanzarnos a una plena revolución de justicia que sus hijos estamos llamados a desarrollar desde entonces. Esa bombilla que dejó el Maestro tiene multitud de filamentos contundentes y luminosos como, por ejemplo, aquel que nos alumbra bajo el principio de “ama a tu prójimo como a ti mismo” (Lucas 10, 27). Con todo, Jesucristo tuvo que tolerar y asumir como parte del mundo real los prejuicios e injusticias de su época para poder trasmitir un mensaje de salvación y justicia a tercos humanos. No obstante, Jesús nos dejaría semillas para que fueran regadas por los cristianos de todos los tiempos siguientes. En este sentido es en el que el apóstol Pablo habla de la libertad afirmando que en Cristo ya “no hay esclavo ni libre” (Gálatas 3, 28).Sin embargo, y al mismo tiempo, las condiciones mentales y sociales de entonces no permitirían de inmediato a los cristianos primitivos plantear la abolición definitiva de la esclavitud, tal ycomo vemos en textos como Efesios 6, 4-6. Sin embargo, serían siglos más tarde cuando los cristianos encabezarían la lucha contra la esclavitud en pos del mensaje que emana del evangelio. Jesús nos dejó el invento de la bombilla para darnos la claridad fundamental y dejarnos la misión del desarrollo de las aplicaciones de toda esta electricidad a quienes asumen el reto de ser “el cuerpo de Cristo” (1 Corintios 12, 27) y que es la Iglesia. A esto se refiere el Maestro cuando afirma que, como hijos suyos, haríamos cosas mayores que las que Él mismo realizó (Juan 14, 12). Nuestra misión consiste ahora en que, a partir de los nítidos desarrollos eléctricos de la bombilla, inventemos el frigorífico y la estufa de última generación con la misma pasión que vemos en Cristo. Si hoy produciésemos un efecto similar en derredor significaría que hemos entendido lo que es discípulo. Hemos sido llamados a producir una revolución lumínica, primero en nuestras propias vidas y después hasta lo último de La Tierra, Pero ¿Cómo fue exactamente la luz inicial que trajo Jesús sobre las mujeres? Veamos algunos filamentos… HIJA DE ABRAHAM Lucas 13, 10-17 contiene el desafío de Jesús respecto a la doble moral de algunos rabinos. Por entonces las mujeres eran relegadas a la parte posterior de la sinagoga, pero la invitación que Jesús realizó a aquella mujer supondría un mensaje contra el privilegio masculino del culto público.Al ponerla en el centro de atención, frente de la congregación, se estaba sacudiendo la mentalidad de muchos hombres. Es interesante que Jesús no se dirige a ella sino que la trae a la zona privilegiada de los hombres. Ante la acusación de los rabinos Jesús añadiría que aquella “hija de Abraham” merecía ser libre de su aflicción incluso en el día de reposo. Y no era frecuente el uso de la forma “hija de Abraham” que hizo Jesús pues este título era habitual sólo para hombres pues las mujeres no estaban consideradas herederas de Abraham al mismo nivel. Pero Jesús no solo sanaría su cuerpo sino su dignidad. EL BAUTISMO DE CRISTO Cristo estableció un nuevo mandato que integraba a personas de ambos sexos que fue el bautismo. Mientras que en el Antiguo Testamento la señal de la circuncisión era sólo para los hombres, el nuevo rito que Jesús instaura supone una oportunidad para todos para declarar públicamente que formaban parte de un pueblo en el que cada persona es sacerdote junto con Cristo, incluyendo a las mujeres. SU MUERTE Y RESURRECCIÓN Durante gran parte del Antiguo Testamento aquellos que eran elegidos para una misión divina de relevancia eran ungidos por hombres escogidos, tal y como hace Samuel con David para proclamarle rey de Israel. Bajo la fuerza de lo sagrado de la unción no se puede considerar como algo casual o forzado el que los evangelios recojan a dos mujeres ungiendo de algún modo a Jesús, aquél cuya misión era salvar al ser humano de sus pecados. Juan lo bautiza, pero son dos mujeres quienes lo ungen. Una semana antes de su muerte, en la casa de Lázaro, es María quien lo hace (Juan 12, 1-8). Días después es otra mujer quien entra en la casa donde Jesús cena para derramar sobre él el contenido de un frasco de alabastro. Jesús le dijo a esta mujer que su acto sería conocido allí donde fuera predicado el Evangelio. Una vez más, el Mesías pone al repudiado género femenino en el centro de atención, dignificación y reconocimiento universal (Mateo 26, 6-13). Sin duda, estamos ante una bombilla con potencial de muchísimos vatios, pues incluso después de la resurrección Jesús, él vuelve a honrarlas de forma atípica al darles a ellas las primicias de anunciar el levantamiento de entre los muertos del Hijo de Dios (Mateo 28, 10; Juan 20, 17). OTROS EJEMPLOS ¿Y qué de la mujer adúltera que iba a ser apedreada? Allí fue cuando Cristo mencionó la famosa frase de “quien no tenga culpa que tire la primera piedra” (Juan 8, 7) ¿Y la mujer del flujo de sangre que no cesaba? (Lucas 8, 43-50). Es aquella a la que Cristo permitió que le tocara a pesar de considerarse como un acto impuro en su tiempo. De nuevo Cristo otorga a la mujer su lugar para sanarla. Y podríamos añadir otros ejemplos, como el de la prostituta a la que se le permitió que tocara y besara los pies de Jesús dejando que sus propias lágrimas le lavasen para gran ofensa de los allí presentes (Lucas 7, 38). Y aunque el tema da para mucho, podemos percatarnos de la grandeza de esta revolución de Cristo respecto a la mujer viendo algunas de estas pequeñas -pero a la vez que grandiosas- semillas de justicia que nos han quedado como legado para un posterior desarrollo y aprendizaje por nuestra parte. En palabras de Dorothy Sayers, “tal vez no haya que sorprenderse de que las mujeres fueran las primeras en la cuna y las últimas en la cruz. No habían conocido a un hombre como éste. Jamás hubo otro igual. Un profeta maestro que nunca las regañó ni las aduló; nunca las engañó ni las trató con arrogancia, ni hizo de ellas chistes maliciosos. Nunca dijo: “Las mujeres: ¡Dios nos libre!” o, “las señoras: ¡Dios las bendiga!”. Él las reprendía sin queja y las alababa sin condescendencia; tomaba sus preguntas y sus razonamientos en serio; nunca les imponía restricciones. Ni las instaba a ser femeninas, ni se burlaba de ellas por serlo; no tenía intereses creados ni una amenazada hombría que defender. Las trataba tal y como eran, con naturalidad. No hay hecho, ni sermón, ni parábola en todos los evangelios que insinúe con mordacidad una supuesta perversidad hacia lo femenino; nadie puede en modo alguno deducir de las palabras y hechos de Jesús algo que fuera “absurdo” acerca de la naturaleza de la mujer”. En el próximo artículo analizaremos algunos aspectos que nos ayudarán a comprender por qué Cristo escogería sólo a hombres como sus primeros doce apóstoles así como comenzaremos a examinar algunos de los comentarios más discutidos de las cartas de Pablo respecto a la mujer. Continuará

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