Eva: señorear «con» Adán

Parece que desde que en el jardín del Edén Dios le dijera a Satanás que la simiente de Eva aplastaría su cabeza, el mal se ha abalanzado sin piedad contra las mujeres de todos los tiempos.

12 DE MARZO DE 2011 · 23:00

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Aunque normalmente lo definamos como machista, lo que genera este legado de opresión es el triunfo del perverso orgullo y la inseguridad de muchos hombres, una maldecida deidad bicéfala de injusticia. En toda esta historia de persecución hay un lugar de privilegio para nuestra capacidad de negación sobre quienes somos en realidad. Milenios de humanidad no ha cesado de advertirnos contra los desastres provenientes de la soberbia que se infiltra cuando las razas, sexos o individuos asumen que son, por definición, superiores a otros. A lo largo de los tiempos y hasta hoy, de todos es sabido que las mujeres salen perjudicadas, asediadas por una marginación que no sólo se produce en tribus perdidas o en culturas ajenas a la nuestra. UN POCO DE HISTORIA Ya el pensamiento de la antigua Grecia, cuna de Occidente, no se quedaba atrás. Homero o Platón ejemplifican la visión repugnante y de inferioridad que se tenía en torno a la mujer, a quienes se las definía como dolor o castigo, pues las mujeres estaban consideradas como meros objetos para ser conquistados e instrumentos en la lucha por el poder de los hombres. Uno de los personajes de Homero se burlaba diciendo: “¡No eres mejor que una mujer!”, un reflejo de lo habitual que resultaba que la mujer no fuese vista siquiera con identidad propia sino más bien como “la esposa de”, la “la hija de” o la “concubina de”. Según narra Hesiodo en su Teogonía hubo un tiempo sobre la tierra en el que los hombres vivían felices sin mujeres hasta que éstas surgieron como castigo de Zeus a Prometeo por su desobediencia. La mujer fue la maldición eterna para el hombre, razón por la que Zeus creó un ser perverso, una mujer llamada Pandora, el origen de todos los males. Otro poeta de relevancia como Simónides cuenta que “desde el principio, dios hizo la mente de la mujer como cosa aparte”. Se asumía que no debían confiar en las mujeres pues ellas eran fuente de todo mal, pues el mal era su naturaleza. Platón dice que “las mujeres son inferiores en bondad a los hombres […] ese segmento de la humanidad que, debido a su fragilidad, es en otros aspectos más engañoso y secreto”. Lo cierto es que aunque comúnmente apelamos a Grecia como la cuna de la democracia, ésta era una democracia selectiva vetada a esclavos y mujeres. ALGO DEL GÉNESIS El Dios del libro del Génesis describe el perenne totalitarismo del varón hacia la mujer no como algo digno de alcanzar sino como una horrenda maldición provocada por la maldad del ser humano y que es anunciada a la mujer: “Tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti” (Génesis 3, 16). En contraste con las grotescas e inmorales cosmogonías de la antigüedad, Yavé despliega su esencia artística para crear a Eva como un hermoso complemento del hombre. El Dios bíblico sitúa a la pareja en el jardín como amigos y amantes. Nada que ver con las salvajes batallas entre dioses y diosas de los mitos animistas, griegos, romanos o del relato de la creación del Emuna Elis babilonio, una historia mucho más cercana en el tiempo y a la cultura de los receptores originarios del Génesis que recoge una espeluznante visión en la que Tiamat y Marduk se despedazan. Sin embargo, Adán y Eva se aman. “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1, 17). Es Yavé quien afirma que el hombre y la mujer son “el hombre (traducido así y en singular en el sentido genérico de humanidad) creado a imagen y semejanza de Dios”. A diferencia de las creencias griegas que describen a la mujer forjada de otra materia, el Dios de la Biblia forma a Eva de la misma sustancia que Adán, de su médula, tomando su ADN para formarla y revelarnos un concepto revolucionario de igualdad esencial. Eva fue creada para servir con Adán y no con el fin de servirle a Adán. Aunque hay quienes lo ven de otro modo cuando leen que Dios diseñó a la mujer como “ayuda idónea para el varón” (Génesis 2, 18), lo cierto es que la palabra hebrea utilizada para ayuda hace referencia a alguien a quien se le solicita cooperación por poseer capacidades complementarías a las del solicitante, por lo que estamos ante una connotación etimológica con énfasis en el concepto de igualdad y complementariedad, una visión de género fuera de lo común siglos antes de Cristo. Cuando Adán cuando dirige por primera vez su mirada a la mujer lo hace a modo de poema: “Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; Esta será llamada Varona, porque del varón fue tomada” (Génesis 2, 23). Las primeras palabras humanas que aparecen en la Biblia son un canto a la mujer y a la igualdad, un golpe contra los mitos paganos que concedían a la feminidad una composición inferior a la masculina. Más adelante aparecería también el mandato de: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer” (Génesis 2, 24), un planteamiento también chirriante para un mundo en el que los hombres no suelen renunciar a cosa alguna por una mujer. El plan de Dios para su creación era “señoreen (plural) en toda la tierra” (Génesis 1, 26), ytiene la peculiaridad de queno otorga dominio sobre la tierra al ser humano hasta que la mujer no está junto al varón. Cuando ambos pecan, Adán habla de: “la mujer que me diste por compañera” (Génesis 3, 12). Eva no era una mera propiedad de Adán y el mal no entra al mundo sólo a través de la mujer sino a través de la pareja, tal y como Dios sentencia (Génesis 3, 24). Hombre y mujer comparten culpabilidad y ambos sufrirían las consecuencias. LA SOCIEDAD JUDÍA Y como ocurre en todas las civilizaciones, la sociedad judía tampoco vivió exenta de la indeseable maldición anunciada por Dios sobre la opresión y superioridad masculina sobre la mujer. En conocidos escritos rabínicos resultan habituales los comentarios de desprecio y rechazo del género femenino, una cuestión que ya vemos en algunos textos del Nuevo Testamento como cuando “en esto vinieron sus discípulos, y se asombraron grandemente de que [Jesús] hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella?” (Juan 4, 27). En contraposición a este pensamiento dominante de su tiempo, Jesús se levantó para destruir las obras de la oscuridad abriendo ríos en el desierto como un adelanto de la restauración del plan original de Dios y de sus propósitos, aunque lo haría dentro de la realidad de los prejuicios, terquedad e injusticias de su época. Desde luego, esta nueva visión de la mujer iniciada por Cristo impulsaría a muchos hijos de Dios a asumir el liderazgo en la liberación de las personas en general y de la mujer en particular durante siglos posteriores. En los siguientes artículos abordaremos este tema de la mujer desde el contexto de la revelación bíblica. Veremos algo de la visión de la mujer en Jesús, los comentarios más discutidos de Pablo al respecto y el lugar de la mujer en el ministerio cristiano desde una perspectiva bíblica. Estas serán las próximas reflexiones de esta serie. Continuará

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