Dormir, soñar, desear

No es lo mismo tener sueño que tener un sueño. No es lo mismo soñar dormido que soñar despierto. Soñar dormido tiene que ver con visión, soñar despierto con deseo vivo, intenso y hermoso.

13 DE MARZO DE 2010 · 23:00

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Tres palabras —dormir, soñar y desear— relacionadas con una sola, sueño. Tres actividades saludables para los humanos, no podemos vivir sin dormir, soñar dormidos contribuye a nuestro equilibrio psíquico y soñar despierto configura nuestras metas e ilusiones y nos proporcionan la energía para vivir y disfrutar de la vida. Un día que no tenía sueño, tuve un sueño. Y soñé que la libertad personal no estaba nunca amenazada ni era un peligro para nadie, que la diversidad era de verdad una riqueza y no una bomba de relojería preparada para explotar en el momento más inesperado. Pensé en algún sitio donde la gente no era perfecta aunque si perfeccionable y todos eran conscientes de lo uno y lo otro, donde la unión no quería decir uniformidad de pensamiento ni seguimiento ciego al líder de turno. Imaginé un lugar donde todos los días eran jornadas de puertas abiertas y las personas acogidas por su dignidad. El color de la piel era nada más que un dato y el idioma una manera de entenderse, no una barrera. Un lugar donde las ideas eran libres y respetadas, la procedencia de cada cual no condicionaba su futuro, las costumbres eran aceptadas y la formación no alejaba a nadie de nadie. Un espacio donde las necesidades humanas eran mucho más importantes que los proyectos. Desee que allí no se aprovechara la ignorancia o la buena intención de las personas para manipular sus conciencias y someter sus comportamientos y que no existiera ni la tentación de ejercer control sobre nadie. Y soñé que el servicio a Dios no tenía nada que ver con parcelas de poder y el servicio al prójimo sólo tenía el interés del bien de la persona, sin ánimos proselitistas. También pensé lo bueno que sería que aquella casa estuviera llena de cristianos de Cristo y no sólo de creyentes aburguesados; que allí habitará el propio Cristo por medio de su Espíritu y que todos le conocieran más por relación que por doctrina. En aquel ambiente se perdonaba en situaciones cotidianas como Cristo nos perdonó y la cura de almas se entendía como acompañamiento al que sufre. En ese medio la armonía era una meta por la que valía la pena luchar más allá de considerarla una palabra bonita. Allí se transmitía a las generaciones jóvenes la verdadera imagen de Dios en Cristo libre de tradiciones, usos, costumbres, manías, sectarismos y demás deformaciones. Pensé en la iglesia, miré por la ventana y ya no sabía si tenía una visión, experimentaba un fuerte deseo o simplemente dormía.

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