Evangelio y prosperidad económica

Tres respuestas a la pregunta “¿Vistió Jesús ropas de diseño?” del artículo de Asamoah-Gyadu: “El Evangelio de la codicia” (Ruth Padilla), “Prosperidad redentora” (Peter L Berger), y “¡También José llevó ropas de diseño!” (Amos Yong); (Conversación Global, Movimiento Lausana: CT2010).

27 DE NOVIEMBRE DE 2009 · 23:00

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Estos artículos mensuales y las respuestas a los mismos forman parte del próximo encuentro Capetown 2010 -organizado por el movimiento Lausana- que promueven un proyecto de “Conversación Global” previo al encuentro, a través de artículos y respuestas que son publicados en la revista Christianity Today (y Protestante Digital).(1) Estos artículos están abiertos, y pueden ser publicados simultáneamente en cualquier revista; si alguna está interesada en la versión en castellano pueden escribir a [email protected].
1.- EL EVANGELIO DE LA CODICIA Ruth Padilla DeBorst (2) ¿Hay alguien aquí que sea pobre? No; ¡seguramente que no! ¡Somos hijos del Rey de todos los ricos! Pero ¿tú dices por lo bajo “yo soy pobre”? Entonces, en el nombre de Cristo, ¡tira lejos todo pecado! ¡Clama al Dios bendito que tenga abundantes provisiones para ti para que puedas prosperar! Domingo tras domingo, en las megaiglesias que cruzan América Latina, cientos de miles de cristianos se sientan -o se balancean- a escuchar estimulantes sermones. Cada día de la semana la radio, la televisión e Internet emiten arengas a los creyentes con una teología de “pide y clama”. Desear, conseguir, adquirir, recibir y acumular son las disposiciones promovidas. En esas iglesias es un deber preguntarles: ¿Se desafía a los creyentes alguna vez a cargar con la cruz y seguir a un Señor que abandonó todo lo que era y todo lo que tenía y que renunció a sus derechos como Dios para servir y reconciliar su creación con su hacedor y a las personas entre sí? Renunciar, simplificar, negarse a sí mismo, dar, compartir -todo lo que son las señales nucleares de la comunidad del Rey de Reyes- parece que no tienen lugar en este evangelio de la codicia. LOS “APÓSTOLES” DE LA PROSPERIDAD Si en Africa el visto bueno santo para la lujuria, la codicia y el consumismo se otorga por parte de obispos y arzobispos neo-pentecostales, en América Latina los predicadores y profetas de la prosperidad tienden a anunciarse ellos mismos como “apóstoles” y “profetas”. Organizados en redes, coaliciones y consejos, se nombran y se otorgan autoridad unos a otros con la “unción del Señor” y se proclaman a sí mismos pioneros de la bendita reforma apostólica que transformará nuestro continente. Como emisarios especiales de Dios, nombran y declaran la prosperidad y el bienestar material a individuos, familias e incluso naciones enteras. Poder, éxito, riqueza y salud; todo ello está envuelto en un paquete estrechamente asegurado que no deja espacio para preguntarse por la pena y el sufrimiento, para interesarse acerca de la justicia o tomar conciencia de las necesidades de otras personas. Los autonombrados apóstoles no son responsables ante nadie en materia de teología, finanzas o ética. Estos “piadosos” hombres -¡sí, todos son hombres!- visten, conducen y viven con los signos del éxito según el libro de reglamento de la sociedad de consumo. Dan testimonio del favor de Dios con tanta arrogancia y colocan tantos obstáculos a sus seguidores, que se supone que éstos tienen que enorgullecerse indirectamente y disfrutar de las trampas del poder. SEMILLAS DE BENDICIÓN Tal como el líder africano Asamoah-Gyadu describe en su artículo, sin relación con contexto alguno, ya sea textual o histórico, los “apóstoles de la prosperidad” manipulan los textos bíblicos a fin de legitimar su autoridad y construir el andamiaje religioso para los ídolos de nuestros días. Uno de los pasajes favoritos que les gusta torcer es 2ª de Corintios 9:6: “El que siembra escasamente cosechará escasamente, y el que siembra con generosidad también con generosidad cosechará”. En los “maratones de la prosperidad” emitidos públicamente, se convence con halagos a los creyentes -por medio de las palabras y de las canciones- a que ofrezcan no sólo diezmos y ofrendas generosas, sino también joyas, coches y propiedades. Estas son las “semillas” del éxito y de mejores cosas que recibirá el que las siembra. Son auténticos tratantes de acuerdos económicos con Dios. Si se da todo con fe, se convierte en un medio para comprar a Dios una cosecha abundante de bendiciones. No se hace la menor alusión al hecho de que Pablo está animando a los cristianos de Corinto a no abundar sólo en mercancías materiales sino en “buenas obras” (v. 8), poniendo sus ojos en la generosidad, no para ellos, sino para los necesitados de Jerusalén (v. 13), a fin de ver el uso de su riqueza como una forma de liturgia -ministerio, servicio público (v. 12)- participando activamente en una economía no de acumulación y desigualdad sino de suficiencia y justicia para todos (vv. 8, 13-15). “BUENAS NOTICIAS” ¿PARA NADIE O PARA TODOS? Legitimar como bíblica la búsqueda de la prosperidad, como se lamenta Asamoah-Gyadu, seguramente deja poco espacio para los pobres. Pero, me temo que no hay verdaderamente buenas noticias en una teología de la prosperidad ni tan siquiera para la “juventud con ganas de mejorar socialmente” de Africa, America Latina o cualquier otra parte, sin tener en cuenta lo “expresivos y exuberantes” que puedan ser sus estilos de culto. Verdaderamente, una ética cristiana personal y comunitaria que aparta a la gente de las prácticas destructivas es liberadora; rescata a las personas y sus recursos, incluidos los financieros, para el servicio de los demás. Ciertamente, las medidas económicas que Dios instituye para su pueblo -en el desierto, bajo el Imperio Romano y hoy en día- no son de privación. ¡Nuestro Dios creador es un Dios de abundancia, diversidad, belleza y vida! Asamoah Gyadu afirma correctamente que la Biblia no glorifica la pobreza. Pero me pregunto si en un contexto en el cual la riqueza está siendo divinizada podemos afirmar confiadamente que las Buenas Noticias del reino de Dios no son el evangelio de la pobreza. Permitidme aclararlo. No estoy defendiendo la pobreza de privación y necesidad, sino la pobreza de renunciación. En una cultura de gastos superfluos y derroche, en un sistema de sobreproducción y derroche planificados, en un contexto en el que la gente es evaluada y rechazada según sus bienes materiales, a la vista de la falsa enseñanza y una indiferencia estrepitosa por los valores del reino y la justicia de Dios, quizás haríamos bien en detener los mecanismos de nuestra prosperidad y tener en cuenta el ejemplo de otro santo, Francisco de Asís. Como seguidor radical de Jesús, este joven de la burguesía italiana rompió sus ricos vestidos y vivió entre los leprosos y otros pobres, a fin de participar de las Buenas Noticias del amor de Dios hacia ellos. Quizás, como Francisco, deberíamos tomarnos más en serio el ejemplo de otro pobre, un maestro itinerante, nuestro Señor Jesucristo, quien, aunque era rico, por el bien de nosotros se hizo pobre, para que mediante su pobreza nosotros pudiéramos ser enriquecidos (2 Cor.: 8-9). Puede que si lo hacemos así ¡descubriremos y celebraremos con alegría las Buenas Noticias, la abundante riqueza de compartir los bienes materiales y la vida, y las buenas relaciones con nuestro Creador y con todas las criaturas!
2.- PROSPERIDAD REDENTORA Peter L Berger (3) El artículo de Kwabena Asamoah-Gyadu representa un punto de vista del llamado “evangelio de la prosperidad” que ha llegado a ser convencional en amplios círculos de las iglesias predominantes y también entre intelectuales seculares y medios de comunicación. Esta opinión ha coloreado el conjunto de la percepción de la enorme comunidad pentecostal, la cual de ningún modo ha compartido el “evangelio de la prosperidad”, pero que ha sido el área de mayor crecimiento, especialmente en el Hemisferio Sur. Su mensaje puede simplemente afirmar: El progreso material debe ser el resultado de la fe. Asamoah Gyadu, junto con otros muchos comentaristas de Africa y de otras partes, interpreta este mensaje como una distorsión de la fe cristiana, o sea, una impía mezcla del materialismo occidental y magia tradicional. Como aquellos a quienes predican el mensaje, ellos son explotadores de los pobres, sucesores modernos del vendedor de indulgencias, cuyos excesos encendieron la Reforma Protestante del siglo XVI: “Tan pronto como la moneda golpea el fondo de la bandeja, un alma salta fuera del purgatorio”. Esta interpretación del “evangelio de la prosperidad” enlaza con un importante debate que concierne a las consecuencias teóricas del desarrollo de la explosión pentecostal: ¿Debe entenderse el pentecostalismo como un factor positivo en términos de modernización y desarrollo? ¿O se trata más bien de una influencia retrógrada que engaña con la observancia de una aceptación pasiva de la pobreza? David Martin, indiscutiblemente el decano de los estudios Pentecostales, ha tomado (aunque con cautela) la primera posición. Los científicos sociales Paul Freston y Birgit Meyer, entre otros, se han acercado (también con cautela) hacia la otra posición. Voy a hacer una revelación honrada: yo mismo me sitúo en el campo de David Martin. Entendemos esencialmente el pentecostalismo como una reencarnación contemporánea de la “Etica Protestante”, hecha famosa por Max Weber, una moralidad de trabajo arduo, aplazando el disfrute y planeando el futuro. En resumen, se trata de un credo modernizado. El otro bando ve el pentecostalismo como perteneciente a la categoría de los denominados “cultos de carga”, una creencia según la cual los frutos de la modernidad serán entregados de forma mágica, sin que se pida esfuerzo alguno a los destinatarios. La comunidad pentecostal es inmensa; según algunas estimaciones (que se agrupan con el conjunto más amplio de cristianos carismáticos) contiene 600 millones de miembros en todo el mundo. Sería sorprendente que no existieran diferencias dentro de una población tan enorme. Por esta razón, sospecho que ambos bandos tienen razón. Debemos convenir que hay pentecostales que creen que, si tienen fe y la expresan dando dinero a la iglesia, la prosperidad vendrá por sí misma. Podemos incluso pensar que esto es una falsa promesa y que los que la hacen son explotadores. Pero, los seguidores del “evangelio de la prosperidad” son una pequeña minoría dentro de la inmensa comunidad pentecostal. El mensaje que muchos pentecostales oyen, lejos de ser una predicación de aceptación pasiva, les anima a una conducta que requiere mucho esfuerzo: trabajo duro, ahorro, abandono del alcohol y de la promiscuidad sexual, etc. Si la defensa de este comportamiento va unida a la promesa de que si no obtienen una gran riqueza, habrá al menos alguna mejora material, esto no es una falsa promesa. Es cierto que no todas las personas siguen las normas éticas de su fe. Pero muchas sí lo hacen. Estos casos pueden observarse en muchas áreas de pobreza, lo cual se denomina movilidad social. Asamoah-Gyadu (sospecho que de mala gana) admite que el cristianismo no está a favor de la pobreza. Me parece que, si se está de acuerdo, se debe tener un punto de vista más matizado del “evangelio de la prosperidad”. Se pueden tener objeciones insignificantes sobre la forma en que se expresa, pero si se mira empíricamente, o sea, en términos de sus probables consecuencias, puede verse como un poderoso vehículo para que la gente pueda salir de la pobreza. No creo que nadie quiera discutir por eso.
3.- ¡TAMBIÉN JOSÉ LLEVÓ ROPAS DE DISEÑO! Amos Yong (4) En Africa, donde el neo-Pentecostalismo y el movimiento carismático están estallando, el Antiguo Testamento es esencial para la espiritualidad de la iglesia, precisamente por sus aspectos narrativos. La primera idea que me vino a la mente, entonces, en contestación al ensayo de Asamoah-Gyadu, es la historia de José y sus vestidos de varios colores. Por supuesto, el vestuario de José reflejaba el favoritismo de su padre e hizo que sus hermanos se pusieran celosos, lo cual dio por resultado que fuera vendido en Egipto. No obstante, también puede decirse que la ropa elegante que vestía José en sus años de adolescente presagiaba su prosperidad y las bendiciones de su vida posterior en Egipto, hasta el punto que, a su vez, él pudo bendecir a sus hermanos y sus familias. ¿Cómo, pues, la historia de José nos ayuda a contestar a la pregunta del título del ensayo de Asamoah-Gyadu? Al menos hay siete niveles de respuestas. Primero, los defensores de la prosperidad pueden decir, simplemente, que el hecho de que José usara ropa de diseño justifica que nosotros las vistamos también. Tal respuesta poco crítica es arriesgada, precisamente porque es el resultado de la clase de altivez que llevó a José a ser vendido en Egipto. Cualquier aceptación ingenua y absoluta del evangelio de la prosperidad deja muchos otros aspectos de la revelación bíblica sin explicación, tal como Asamoah-Gyadu indica correctamente. Segundo, se puede decir que el ejemplo de José no es precisamente el que deberíamos seguir y, por consiguiente, tendríamos que decir siempre “NO” a la ropa de diseño. Esta clase de absolutismo a la inversa refleja igualmente una respuesta unilateral al alcance general de la revelación bíblica. Como han observado muchos cristianos africanos, esto es generalmente defendido por aquellos cristianos (blancos y occidentales) que ya han experimentado cierto grado de prosperidad. Tercero, la moral de la historia de José podría interpretarse simplemente como: “¡No hagas ostentación de tus ropas caras!” Pero, ¿qué significa esto? ¿Esconde tu prosperidad para evitar que te asalten? ¿No vistas tus ropas de diseño delante de los que puedan tener envidia de las bendiciones de Dios en tu vida? ¿Vive modesta y sencillamente sin tener en cuenta el nivel de opulencia con el que has sido bendecido? No hay duda de que existe cierto grado de verdad en cada una de estas interpretaciones de la moral. Cuarto, a partir de aquí, sin embargo, podríamos justificar nuestros vestidos de diseño como parte importante para propósitos “contextuales”. ¿Por qué los cristianos africanos no podrían llevar la prosperidad y las bendiciones que disfrutan los cristianos occidentales a su propio contexto? O, ¿por qué es inverosímil que Dios nos llamara como individuos o como iglesias a ministrar a los opulentos, y si es así, no deberíamos ponernos ropas de diseño para alcanzar aquellos que tienen esta clase de vestuario? Desde luego, tales razones “contextuales” e incluso “misiológicas” podrían no ser más que racionalizaciones teológicas de autoservicio. Incluso, aquellos de nosotros que podamos tender a ver las cosas de esta forma, deberíamos examinar cuidadosamente nuestros propios corazones para estar seguros de que no tenemos envidia como la tuvieron los hermanos de José. Quinto, desarrollando la línea de pensamiento precedente en cuanto a la naturaleza contextual del vestuario de diseño, podemos sugerir que deberíamos estar recelosos de estar demasiado concentrados solamente en ciertas “marcas de renombre”. Esta precaución debería llevarnos a ser más cuidadosos al adoptar los estilos “occidentales” en los contextos africanos y a distinguir la diversidad de las opciones globales, así como también las de nuestros propios recursos locales. En un contexto cada vez más globalizado es más y más difícil distinguir los productos locales en medio de todas las influencias globales. Con todo, la clave no está en adoptar un vestuario sencillamente porque se lleva en todas partes, sino en adaptar atinadamente la moda a los contextos locales a la luz de las “buenas nuevas” del mensaje cristiano. El problema de José, en este punto de vista, es que fue insensible, en parte, en la forma de adoptar la moda de su padre, que no fue bien recibida por sus hermanos. Sexto, por lo tanto, la moral de la historia de José podría también interpretarse a lo largo de las líneas de la respuesta a Asamoah-Gyadu, en el sentido de tener una comprensión equilibrada del evangelio. Así, en el caso de José, deberíamos estar agradecidos por nuestros vestidos de diseño, pero no usarlos exclusivamente. Hacer esto último sería como estar atrapados por nuestro vestuario de diseño y pasar por alto los mayores y más importantes temas del evangelio. Finalmente, y quizás lo más importante, es que José realmente aprendió, principalmente en la última etapa de su vida, que tener ropa de diseño no era importante; lo que era importante era compartir las bendiciones, que estaban simbolizadas por los vestidos, a tanta gente como fuera posible. Como Asamoah-Gyadu insiste, el problema no es tener ropas de marca, sino que hay otras personas que no tienen acceso a tales ropas. De este modo, los “ricos” deberían encontrar maneras de compartir con los “pobres”, y quizás en este proceso incluso transformarían el mundo a fin de que el tema de la ropa de diseño fuera mañana de menor importancia de lo que es hoy. Traducción de los tres artículos: Jaime Tutusaus y Rosa Gubiana. Edición: Protestante Digital El movimiento Lausana entra en la recta final de su tercer encuentro (Lausana III, en Ciudad del Cabo, en octubre de 2010). Con este motivo, organiza un foro global por internet llamado “Conversación Global de Lausana”. A través de blogs, forums de discusión y otras herramientas interactivas como Twitter y Facebook, la conversación global permitirá que se oigan las voces de todos. Por ello, este foro está abierto a todos los cristianos evangélicos del mundo entero, y servirá para debatir las cuestiones centrales que se debatirán en CP2010, incluyendo el contenido de este artículo. Te recordamos la web de la “Conversación Global de Lausana” ¡No dejes de participar!
1) Para facilitar una conversación globa, se pidió a los líderes cristianos de todo el mundo que respondiesen a los artículos mensuales pueblicados en “Christianity Today” (Cristianismo hoy) para estimular una Conversación Global. Estos puntos de vista no representan necesariamente a la revista “Christianity Today”, ni al Movimiento de Lausana, ni a Protestante Digital. Están destinados a estimular la discusión desde todos los puntos de vista y desde los diferentes sectores de la comunidad cristiana. El fin es que los lectores aporten también su punto de vista, enviando un comentario a fin de poder etre todos aprender y crecer juntos en la unidad del Espíritu. Estos artículos están abiertos para que sean publicados simultáneamente en cualquier revista; si alguna está interesada en hacerlo pueden escribir a [email protected]. 2) Ruth Padilla DeBorst es la Secretaria General de la Asociación Teológica Latinoamericana, directora de Ediciones Certeza Unida (la editorial de habla hispana de la Asociación Internacional de estudiantes evangélicos) y líder del equipo de la obra de la Misión Mundial Reformada Cristiana en El Salvador. Tiene un master en estudios interdisciplinarios del Wheaton College Graduate School y está realizando un doctorado en el Boston University School of Theology. 3) Peter L. Berger es un sociólogo religioso conocido internacionalmente y miembro investigador senior en el Instituto de Cultura, Religión y Asuntos Mundiales, que fundó en la Universidad de Boston en 1985. La investigación original de David Martin sobre el pentecostalismo en América Latina fue financiada por el Instituto. Recientemente ha apoyado la investigación del pentecostalismo en Sudáfrica. 4) Amos Yong es “J. Rodman Williams” Profesor de Teología en la Regent University School of Divinity y ministro licenciado del General Council of the Assemblies of God. (Consejo General de las Asambleas de Dios). Sus libros incluyen “The Spirit Poured Out on All Flesh: Pentecostalism and the Possibility of Global Theology” (El Espíritu derramado en toda carne: El Pentecostalismo y la Posibilidad de Teología Global) (autor) y “The Spirit Renews the Face of the Earth: Pentecostal Forays in Science and Theology of Creation” (El Espíritu Renueva la Faz de la Tierra: Incursión Pentecostal en la Ciencia y la Teología de la Creación) (editor).

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