Minorías religiosas en los medios de comunicación

Ponencia de Pedro Tarquis presentada en la Jornada de trabajo celebrada el pasado 20 de mayo en El Ateneo de Madrid, como encuentro entre periodistas de grandes medios españoles y representantes de las minorías religiosas.

23 DE MAYO DE 2009 · 22:00

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Agradezco la invitación de los organizadores (Fundación Pluralismo y Convivencia; y Religión digital) a estar presente en este encuentro, que considero pionero y vital. Mi trayectoria personal ha estado vinculada a instituciones como la FEREDE (Federación de entidades religiosas evangélicas) donde fui Consejero de Medios de Comunicación por más de 10 años; o como el Consejo Evangélico de Madrid, donde asumí su Secretaría ejecutiva durante 7 años; o la Alianza Evangélica Española, donde presido la Comisión de Imagen y Comunicación desde hace 17 años. Esto me ha servido para conocer muchos aspectos institucionales tanto de los evangélicos como, en menor grado, de las otras "confesiones minoritarias". Pero estoy aquí como director de un magazine –Protestante Digital- y responsable de un blog en Religión Digital, que me acercan desde una perspectiva personal y muy directa al campo de la comunicación, los comunicadores y el trato a las minorías religiosas. Esta perspectiva más personal me ha llevado a meditar especialmente sobre el marco global en el que nos movemos como sociedad española en el aspecto del pluralismo religioso. Para lograr esbozar este marco me van a permitir dos breves reseñas históricas y una conclusión final, y que me centre más en el cristianismo protestante, por ser no sólo emblemático en este tema que tratamos, sino lógicamente más cercano a mi experiencia personal. La primera reseña arranca en tiempos de la Reforma, con la Inquisición de Sevilla de fondo. En palabras de la escritora sevillana Eva Díaz tratando sobre su novela histórica “Memorias de ceniza”, explica que se acercó al protestantismo “casi por casualidad”, atraída por una breve reseña que descubrió casualmente sobre la historia de “los herejes de la Sevilla del siglo XVI”. Después de meses de investigación, salió a la luz su novela que –dice la propia Eva Díaz- trata “una etapa tan importante de nuestra historia y totalmente desconocida”, y que por ello escribir esta novela fue la sensación de “abrir una ventana cerrada de la historia de España”.
A la escritora le sorprendió, por ejemplo, descubrir que en la ciudad de la cosmopolita Sevilla de aquel tiempo había una comunidad protestante “formada por personas relevantes de la esfera social, entre ellos el mismo canónigo magistral de la Catedral de Sevilla” (¿se imaginan a Rouco Varela abrazando la fe protestante, y que este suceso quedase olvidado en la historia de nuestro tiempo?). La mayoría murieron quemados y aquellos que huyeron a Europa se convirtieron en muchos casos en personas relevantes del mundo social y cultural de la Europa protestante de aquel tiempo. ¿Por qué estaba cerrada esta ventana? Para mi mismo fue un descubrimiento entender que la Inquisición no fue un genocidio colectivo. Fue la erradicación de la memoria histórica del pueblo español de todo lo que fuese protestantismo, matando o exiliando a sus líderes, y silenciando todo lo que tuviese que ver con la existencia del protestantismo genuinamente español. Les relato un caso concreto muy ilustrativo: el libro ´Artes de la Santa Inquisición´, escrito en latín, es el escalofriante testimonio de un protestante español del siglo XVI que logra escapar de las celdas del Santo Oficio en el castillo de Triana de Sevilla, para contar al mundo entero, bajo el nombre de Reinaldo González Montes, lo que estaba ocurriendo en España. Esta obra fue editada por primera vez en Heidelberg (Alemania) en 1567, traducida de forma inmediata a todos los idiomas europeos existentes en el momento… excepto al español, que tuvo que esperar 430 años a causa de la censura. ¡En 1997! Por ello, el problema con el protestantismo no es sanar la memoria (como en el caso de la guerra civil –o incivil-) sino recuperarla desde el Alzheimer histórico que en este aspecto cayó sobre España. Como refiere Paul Watzlawick para explicar la teoría de sistemas en el campo de la comunicación, un conocido explorador desembarcó en los hielos del Ártico para dirigirse al Polo Norte (se trata de un hecho real). Tras avanzar varias horas, descubrió al pararse que en realidad se había desplazado hacia el sur. Ajustó sus coordenadas, apuntó la brújula, y de nuevo se lanzó en busca del norte; para descubrir horas después que otra vez se había dirigido más aún hacia el sur. En medio de una situación de profunda confusión, todo se aclaró cuando ¡por fin! descubrió que en realidad había desembarcado en un gigantesco iceberg, que viajaba silenciosamente hacia el sur, con nuestro explorador moviéndose en su superficie hacia el norte. En este sentido, España se mueve desde la Inquisición y la Contrarreforma en un iceberg cultural desgajado de Europa, en el que el único recuerdo del protestantismo español es el olvido. Los protestantes eran extranjeros y la identidad española se fraguó y gira alrededor de la Iglesia católico-romana (curiosamente, un Estado extranjero, el Vaticano), y a través suyo se teje la realidad española tanto en afectos como en odios, pero siempre girando a su alrededor. Incluso la indiferencia es indiferencia a “la” Iglesia.
Por ello, y entro en la segunda reseña histórica, España vivió una transición política que podríamos definir como modélica tras la muerte del dictador Francisco Franco. Podríamos resumir que se pasó desde un partido político único a una pluralidad política. Las opciones ideológicas que hasta entonces habían sido ilegales y clandestinas ocuparon una identidad reconocida, respetada e incluida con carácter de igualdad en lo cualitativo. Ya no era necesario ser de “el partido” para ser español y no ser mirado bajo sospecha. Sin embargo, y desgraciadamente, no ha existido una transición similar en cuanto al pluralismo religioso, sin negar que se han producido avances ejemplares en materia de libertad religiosa, pero no en la recuperación de las memorias de cenizas del protestantismo español. Las opciones religiosas llamadas minoritarias, especialmente el protestantismo, no ocupan una identidad reconocida, respetada e incluida socialmente en igualdad cualitativa con la religión mayoritaria. Todavía ser español está vinculado con el catolicismo, como dice la conocida frase atribuida a Carrillo, y dicha a un evangélico “No creo en la Iglesia católica que es la verdadera, así que menos en la suya”, La siembra social y cultural de la Inquisición ha menguado notablemente en cuanto a violencia, pero no el resultado de ver como un extraño al que se desvincula totalmente de lo católico, como es el haber abrazado una fe diferente. Y esto lleva a clichés, prejuicios, y a sambenitos literarios y conceptuales. Protestante Digital, acaba de publicar un “Libro de estilo protestante” que recoge las situaciones, frases o conceptos más frecuentes que manifiestan esta falta de pluralidad, que pongo a su disposición como una herramienta útil. Quizás el concepto más sangrante y llamativo, que enlaza con todo lo ya dicho, sea hablar de “la” Iglesia. Cuando por razón de no discriminación de género se alude de forma políticamente correcta al “amigos y amigas” para que el plural masculino no discrimine a las mujeres, todavía todos los medios sin excepción mantienen el uso de una Iglesia única, como si las demás no existieran (de las que han firmado Acuerdos con el Estado, además de la católico-romana, la ortodoxa y la evangélica o protestante). Otro aspecto es la profunda incultura, fruto de lo anterior. En la reciente visita de Benedicto XVI a África, se habló del auge de las “sectas evangélicas o protestantes”. Se basó esta afirmación por un lado en un grupo concreto que no he conseguido averiguar si tiene relación con las iglesias evangélicas; y por otro en la venta de milagros que hace la Iglesia Universal del Reino de Dios, un grupo que la gran mayoría de las iglesias protestantes no reconocen, rechazando sus prácticas. Pongo un ejemplo similar aplicado al catolicismo español. Es como si en una visita a España del obispo anglicano Desmond Tutu (unos de esos sectarios evangélicos africanos, dicho sea de paso) se hablase del catolicismo atrabiliario español que representan El Palmar de Troya, y ¡cómo no! esos sacerdotes católicos españoles representados por el padre Apeles.
Finalizando con las conclusiones, el camino para mi no es tanto el legislar, sin quitar importancia a este punto, que es fundamental. Pero por justicia y por necesidad, lo realmente vital en este momento es recuperar la memoria histórica aplastada, quemada, silenciada, que redujo a cenizas el recuerdo del protestantismo español. Y lo mismo podría decirse de la pujante realidad de españoles de fe judía o musulmana. No somos extraños, ni nacemos de la nada o controlados por poderes extranjeros. No crecemos sólo a expensas de los inmigrantes, Hay muchos universitarios, intelectuales, artistas y deportistas destacados. No somos un pueblo inculto y emocional, como se ha dicho del gitano evangélico, aunque en este aspecto el testimonio de Juan José Cortés ha servido para quitar barreras. Sí somos ciudadanos comprometidos, de derechas y de izquierdas, nacionalistas o no. Y necesitamos que los medios de comunicación abran la ventana cerrada de la historia para asomarse y vernos, no a través del catolicismo o del anticatolicismo, sino con ojos nuevos intentando entendernos. ¿Cómo? Pudiendo llevar nuestra realidad más allá de los tópicos, de las apariencias superficiales (¿por qué es cultura no dormir una noche entera y saltar una verja para llevarse la estatua de la Virgen, mientras que de los evangélicos pentecostales –gitanos y no gitanos- se interpreta que exaltan las emociones y entran en éxtasis en sus cultos?). La España que ustedes conocen, sin el protestantismo, es una España incompleta. Es como si el Holocausto judío se hubiese logrado silenciar, y a día de hoy existiesen prejuicios y desconocimiento del judaísmo en Alemania junto a un olvido total de lo ocurrido en los campos de concentración. Si entendemos esto, aceptaremos que no debemos hablar de “la” Iglesia, sino de las Iglesias y confesiones. Incluso de formas de creer y no creer. Y que nadie será más o menos español, mejor o peor persona por sus creencias o sus ideas, sino por sus hechos. Creo que, tras todo lo dicho, sería necesario en cuanto a aspectos prácticos: 1.- Potenciar una recuperación de la memoria histórica protestante española, así como de las otras minorías religiosas (una película sobre “memoria de cenizas”, o “El hereje” de Delibes; actos conmemorativos en fechas especiales). 2.- Evitar los conceptos, prejuicios y términos desafortunados que se usan habitualmente sobre las minorías religiosas. En este aspecto, la Real Academia de la Lengua Española debería revisar su diccionario. 3.- Incorporar a los reportajes, crónicas, coloquios, series de televisión, a personajes de las minorías religiosas alejados de los tópicos. 4.- Potenciar en los medios la figura del Defensor del espectador, lector u oyentes, con una formación específica en el tema de las minorías religiosas. 5.- Que los futuros licenciados en Ciencias de la Información recibiesen una formación específica sobre la realidad de las minorías religiosas. Esta misma formación podría aplicarse y adaptarse a otros grupos sociales o profesionales que mantengan relación o decisiones con las llamadas minorías religiosas (cargos políticos, fuerzas del orden, etc.). 6.- Normalizando la visión protestante y de otras “minorías religiosas” de la sociedad incluyendo columnistas, blogs, etc en diferentes medios. De la misma forma que se hace con intelectuales, escritores, o líderes de opinión católicos. MULTIMEDIA Puede ver en video la ponencia de P. Tarquis “El tratamiento de las minorías religiosas vista por las propias confesiones”, con las respuestas de J. Mnez. De Velasco y F. Paniagua (video, 90 Mb).

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