Lo explica pero no lo justifica

Nunca ha sido fácil asumir la responsabilidad por los propios actos. En especial cuando los resultados no son los apetecidos, porque a los éxitos se apunta todo el mundo con gran habilidad pero los fracasos parecen carecer de padre.

09 DE MAYO DE 2009 · 22:00

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Muchos despachan sus conductas inadecuadas con un simple ´yo soy así´ y se quedan tan tranquilos. A veces todos cometemos el error de pensar que el fracaso personal, la tendencia no superada o la práctica impropia están justificadas por el simple hecho de tener una buena y clara explicación. Pero explicación es sinónimo de justificación. Supongamos un niño que se desarrolla en una familia desestructurada con un padre alcohólico, maltratador e irresponsable. Si de adulto llegara a ser un delincuente es posible que su infancia traumática fuera la explicación de la actual conducta irregular y que se pudiera llegar a establecer que aquella educación le abocó a la delincuencia, pero en modo alguno eso lo justificaría. Personas egoístas, insensibles y tiranas muchas veces tuvieron infancias en las que fueron mimadas, hiperprotegidas, sin renunciar nunca al menor de los caprichos y sin que nadie les enseñara a ir asumiendo progresivamente sus responsabilidades. La explicación encontrada nunca daría por buena su actual conducta ni eso le convertiría automáticamente en inocente. Si bien es cierto que muchos malos ejemplos han llevado a personas a repetir patrones perversos de conducta, no lo es menos que niños con infancias muy difíciles y complicadas rompieron radicalmente con la tendencia heredada. La voluntad propia y la decidida determinación personal juegan un papel importante y son capaces de cambiar el rumbo que en principio pudiera parecer inevitable. En toda vida —por complicados que sean los antecedentes y las circunstancias en que se desarrolla— siempre queda una parcela en la que las decisiones personales son determinantes. Nadie se atrevería a afirmar que sea fácil y sencillo. Algunos casos son mucho más complicados que otros. Quienes creemos en Cristo sabemos que Él no cambia nuestros antecedentes ni tendencias, ni ofrece fórmulas mágicas para superar las adversidades de la vida pero sí nos da una nueva naturaleza, su compañía y apoyo incondicional y poder de superación. Su Palabra nos da sólidos principios —coincidentes o no con los de nuestros mayores— para llevar una vida digna. Explicación nunca ha sido sinónimo de justificación pero en la construcción de la vida propia siempre quedan áreas en las que se puede afirmar: “No obstante, tú decides”.

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