Pérez Alencart: la poética del asombro

“Pérez Alencart: la poética del asombro”, por Enrique Viloria, Editorial Verbum, Eguilaz, 6, 28080 Madrid, 136 páginas.

14 DE MARZO DE 2009 · 23:00

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Alfredo Pérez Alencart es un intelectual evangélico nacido en Perú y nacionalizado español. Actualmente es profesor del Derecho del Trabajo en la Universidad de Salamanca. Miembro de la Academia Castellana y Leonesa de la Poesía. En opinión de Viloria, Pérez Alencart, excelente poeta, “ha mantenido sus versos alejados del escaparate de la rimbombancia” y dedicado a otros sus talentos. Es autor de antologías de poetas tan conocidos como Gastón Baquero, Gonzalo Rojas, Alejandro Valinho, Antonio Salvado, Ramón Palomares, Antonio Colinas, Francisco Brines y otros. Al cumplir 40 años (nació en 1962) decidió dar a la imprenta producciones propias. Ha publicado LA VOLUNTAD HECHIZADA, MADRE SELVA, OFRENDAS AL TERCER HIJO DE AMPARO BIDÓN y una carpeta para coleccionistas titulada ITINERARIO DE LOS HUÉSPEDES, con grabados del pintor Miguel Elías. Próximamente aparecerá una nueva obra suya, LAS ORILLAS DEL MUNDO. La poesía de Pérez Alencart ha sido traducida al alemán, inglés, portugués, ruso, árabe, italiano, griego y coreano. La internacionalidad de su obra lo dice todo sobre la calidad poética de éste autor. Su palabra poética está dotada de unas virtualidades expresivas de las que carecen las simples palabras del lenguaje ordinario. Hay en la poesía de Pérez Alencart un ritmo seguro, que no es el de una prosa partida en renglones arbitrarios. Versos polifacéticos, ideas fascinantes, temas que constituyen la esencia de la vida, como son el amor y Dios. Soberbio su poema ALTURA DE AMOR, del que sólo ofrezco aquí las primeras tres estrofas:
Yo la amo con su Jesús de la abnegada entrega, con su Jesús que también está dentro de mi sangre, creciendo en toda mi alegría, acarreando panales llenos de amor para que la canción del hombre se arrime al milagro y no falte dulzura al resto de la esperanza. Yo la amo con un amor que viene del pasado, con mi alma abarcando su cuerpo infinito, con mi voz que vive latiendo en su cintura, con mi sol de invierno entrando en sus cabellos, con mis bienvenidas querendonas esperando lluvias que ella noblemente prolonga para cuidar un amor de consciente porvenir. Yo la amo con su hijo bienquerido: auficiente bendición que Dios reunió para demoler insomnes odios amaestrados, tristes frutos rebalsantes de insensatas negociaciones.
Pérez Alencart entra en el grupo de los poetas creyentes, de los que han tenido y mantienen una experiencia personal con Dios. Poetas que han descubierto al Jesús histórico y se han identificado con el misterio divino. Viloria, autor del libro que estoy comentando, nacido en Caracas hace 59 años, poeta, ensayista, crítico literario, periodista, profesor universitario y muchas cosas más, destaca el tema religioso en la poesía de Alencart. Dice de él que “se hace uno con Jesús, con Cristo, con Jesucristo; la necesidad de re-ligación con un Ser Superior, justo y bueno, habita también en su heterogénea y múltiple poesía. Salmos y cánticos, versículos y alabanzas, loores y aleluyas, devociones y saetas, antífonas y ofrendas le son ofrendadas por el escritor a un Cristo doméstico, familiar, hogareño”. Pérez Alencart manifiesta la misma pasión por Cristo que sintieron Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Antonio Machado, Dámaso Alonso y otros grandes forjadores de la moderna poesía española. Fueron los poetas del grupo del 98 y del 27, en cuya obra abundan las resonancias religiosas, reminiscencias bíblicas y todo lo que tiene de encantador el acontecer espiritual. Muestra de esa pasión es el largo y bello poema EL SOL DE LOS CIEGOS. Me es imposible reproducirlo en su integridad. Pero cierro este artículo regalando al lector unas estrofas del mismo:
Puesto que somos mortales habrá que hacernos fuertes en la conciencia de lo eterno. Pidamos más luz como sustento. Prestemos atención al alveolo de verdad que traen los días inmaculados. Averigüemos el influjo de los cánticos en la sanidad del espíritu. Sintamos la fe que no concluye en forma de tristeza, la fe criada en el reino protegido, la fe funcionando como esencia de vida…. ¡Oh Cristo de nosotros, qué clamor dar ante el vértigo de la vida! ¡Ay! ¡Tan pocas son las razones de la vista, nulos los polos de atracción, insatisfactorias las bonanzas manteriales…! Puesto que ya conocemos todas las señales, pedimos tu pregón de luz para arrinconar sombras atroces o existencias alejadas de la verdad. Venga a nosotros tu palabra impregnada de amor y profecía. Venga tu llama de adentro y vengan tus manos a tocar nuestra frente o sumergir nuestras almas descarriadas en aguas bautismales… Estás en nuestras entrañas, hijo de Dios caído a este mundo como vaho de vida, como vendaval de querencias para taponar la muerte de todos los días. Estás en nuestros corazones mientras maduras tu retorno. Estás gimiendo en nuestros huesos creyentes, haciendo hueco a la esperanza y al mucho dolor que nos sitia por todas partes. Aconteces, Cristo, como dádiva o reino que todavía sigue siento herida, como sol de los ciegos de espíritu, como sentido de continuidad al rojo vivo, sobreviviente, siempre sobreviviente bajo la piel de los hombres que asimilan tiernamente tu mensaje.

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