Don Juan o la salvación por amor

Está terminando el mes de Noviembre. En teatros de toda España se ha representado en estas fechas el clásico Don Juan Tenorio, de José Zorrilla. Existe otro Don Juan del fraile Gabriel Téllez, más conocido como Tirso de Molina. Pero el cierre del drama es distinto en ambas versiones. En la de Tirso Dios condena a Don Juan a penas eternas.

29 DE NOVIEMBRE DE 2008 · 23:00

,
En la obra de Zorrilla, aunque la salvación de Don Juan tiene muchos aspectos discutibles desde el punto de vista bíblico, el final es más lógico. Aquí la salvación se produce por amor, como por amor fue el propósito de arrepentimiento que mostró Don Juan en el cuarto acto. Cuando el Comendador acude a la quinta de Don Juan en Sevilla para rescatar a su hija y vengar el honor ofendido, el burlador, de rodillas, suplica al anciano le dé por esposa a Doña Inés, porque su amor ha hecho de él otro hombre:
“Lo que justicias ni obispos No pudieron de mí hacer, con cárceles y sermones lo pudo su candidez. Su amor me torna en otro hombre, regenerando mi ser, y ella puede hacer un ángel de quien un demonio fue”.
Las palabras de Don Juan son sinceras. Pero a un hombre como él, acostumbrado a mentir, no se le puede creer fácilmente. El Comendador no acepta una conversión sin obras, y las de Don Juan, hasta entonces, han sido todas malas. Se burla del burlador, a quien cree cobarde. Don Juan, acosado, mata de un pistoletazo a Don Gonzalo y de una estocada a Don Luis, y huye. Al hacerlo, como queriendo descargarse de culpa, exclama:
“Llamé al cielo y no me oyó; y pues sus puertas me cierra, de mis pasos en la tierra, responda el cielo y no yo”
Hasta aquí, Don Juan no es un convertido. Todo lo más arrepentido o, mejor, un remordido por la conciencia, un convencido por el amor. Su fe es impersonal. Ve a Dios a través del corazón de su amada. El más allá sigue siendo para él un misterio indescifrable. Sólo ante la visión del infierno, en la escena final, comprende el Tenorio que hay otra vida en la que no había creído hasta entonces. El descubrimiento le deja asombrado:
“¿Conque hay otra vida más, y otro mundo que el de aquí? ¿Con que es verdad, ¡ay de mí! lo que no creí jamás? ¡Fatal verdad que me hiela la sangre en el corazón!”
Cree que es tarde para su arrepentimiento y se rebela contra lo que estima una injusticia:
“¡Injusto Dios! Tu poder me haces ahora conocer, cuando tiempo no me das de arrepentirme”-
Pero la fe ilumina su alma como un fogonazo urgente y brota de nuevo la esperanza de salvación. Cuando ya Don Gonzalo le tiene asido de la mano para llevárselo al infierno, Don Juan se suelta gritando:
“¡Aparta, piedra fingida! suelta, suéltame esa mano, que aún queda el último grano en el reloj de mi vida. Suéltala, que si es verdad que un punto de contrición da a un alma la salvación de toda una eternidad, yo, ¡santo Dios!, creo en ti; si es mi maldad inaudita, tu piedad es infinita.. ¡Señor, ten piedad de mí!”
Aquí aparece el Dios de la misericordia en oposición al Dios de la justicia de Tirso. La salvación de Don Juan es un misterio para muchos. El fariseísmo humano no concibe perdón a tanta iniquidad. El mismo Zorrilla advierte contra los recelos que pueden inspirar la salvación del personaje y dice que
“Sólo en vida más pura los justos comprenderán que el amor salvó a Don Juan al pie de la sepultura”-
En la vida más pura, en el paraíso de Dios, comprenderemos muchas cosas que ahora no entendemos. Y nos sorprenderá no poco advertir que nos equivocamos al concebir a Dios más como Juez que como Abogado, más como Fiscal implacable que como Padre amoroso y compasivo. Maeztu dice que Dios perdonó a Don Juan por haber amado y por haber sufrido. También porque se arrepintió y porque creyó. Si a este arrepentimiento, si a esta fe le llevó el amor, la conversión suya no desmerece en absoluto, porque amor es el supremo atributo de Dios y de amor viven las criaturas felices en el cielo.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El punto en la palabra - Don Juan o la salvación por amor