Josef Fritzl: por haberse multiplicado la maldad

Aunque nos parezca que perdemos la capacidad de asombro hay cosas nos provocan consternación más allá de lo imaginable. Es casi imposible mantener la calma ante las atrocidades descubiertas en Amstetten (Austria). Las noticias que llegan generan no sólo rechazo visceral sino auténtico vómito a menos que uno sea de cartón-piedra ¿cómo es posible que la maldad llegue a tales magnitudes?

02 DE MAYO DE 2008 · 22:00

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Fritzl es un hombre formado intelectualmente, con una posición económica más que desahogada y una vida integrada en su entorno social. Exultante, vitalista y emprendedor. Amable, educado y dispuesto a ayudar. Vanidoso, coqueto y un buen abuelo que asume criar a sus nietos supuestamente abandonados por Elisabeth, su hija que, según dice, se marchó con una secta extraña hace veinticuatro años. En su doble vida aparecen sospechosos viajes a Tailandia, difusas acusaciones de violación o intentos de violación a varias mujeres y una condena por violación hace ya más de cuarenta años, cuando ya era padre de cuatro hijos. Capaz de humillar a su esposa y maltratar a sus hijos, abusó de Elisabeth desde que ésta tenía once años. A los dieciocho la secuestró y encerró en el sótano de su propia casa con una excusa que todo el mundo aceptó y, desde entonces, la sometió a violaciones continuadas con siete embarazos incestuosos. No mayor perversión y ensañamiento en un ser humano. Enfermo, psicópata o delincuente, muchos le llaman el “monstruo de Amstetten” pero hay quien se pregunta si se trata de algo excepcional o cualquier persona —en las debidas condiciones— podría llegar a degenerar igual y volverse incapaz de amar y compadecerse de su propia hija. Esto parece increíble ¿siempre han ocurrido este tipo de acciones o simplemente la raza humana está degenerando a pasos agigantados? se pregunta un lector. Buen escaparate para un alma podrida. Mente ordenada y lógica para ocultar continuos delitos en un hombre que no puede controlar sus peores impulsos ¿será esta una radiografía del alma humana? Ni con gran esfuerzo podemos entrar en el drama de las víctimas que merecen todo nuestro respeto y comprensión. Puede que el verdugo tenga al final una condena menor de lo que corresponde a sus hechos por resquicios legales y esas cosas —no sería la primera vez— pero a sus víctimas no hay quien las libre de la barbarie vivida cuyas consecuencias arrastrarán siempre. Más allá de la rabia del momento por algo que no admite justificación ni atenuante, debe ser castigado con rigor y justicia, sin subterfugios que minimicen la pena. Es más fácil escribir «este hombre no tiene perdón de Dios» que recordar la afirmación: La sangre de Jesús el Hijo de Dios nos limpia de todo pecado 1ª Juan 1:7, incluidas las maldades de este pervertido. Debe sufrir los rigores de la ley humana pero tiene a su alcance el perdón divino mediante el arrepentimiento y la fe en Cristo, por descabellado que esto pueda parecernos ahora.

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