Iglesia local vs. Local de iglesia

Me contaron de un misionero que una noche, hace ya algunos años, llegó a la plaza de un pueblo y se encontró allí un grupo de jóvenes que estaban pasando el rato. Eran antisistema de los que no frecuentan las discotecas por falta de recursos, fuman porros y beben cerveza. Poco predispuestos en principio a escuchar de Dios.

13 DE OCTUBRE DE 2007 · 22:00

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Empezaron a hablar y la conversación fue larga y distendida. No estaba claro si era más increíble que envidiable —o al revés— verle allí tan natural y desinhibido. Encajaba con serenidad las bromas ácidas y burlonas mientras les hablaba del amor de Dios. El Dios eterno tan preocupado por todas las personas que envió a su Hijo a morir por ellos. Cualquier tímido que se precie se pasmaría ante tal escena. Los encuentros se hicieron asiduos y, aunque nadie anotó en su agenda el compromiso, hasta se añadieron nuevos amigos ausentes el primer día. Hablaban de cualquier cosa que les interesara y el misionero siempre se las arreglaba para mencionar el amor de Dios en Cristo. Parecía mentira, pero algunos dieron muestras de empezar a cautivarse por la posible relación personal con Dios. Si tuviéramos un local estaríamos más tranquilos —pensó el siervo de Dios— tendríamos intimidad y no tanto frío; hasta podríamos juntarnos a mejor hora: Los domingos, por la mañana, a las once. Pronto encontró una planta baja —modesta, adecuada y a un precio razonable— en una calle poco transitada aunque céntrica y próxima a la plaza. Sin duda era la respuesta del Señor. Firmó el contrato de alquiler, adecentó el local y anunció su inauguración. Nunca se vio ningún joven en el local y se perdió todo contacto con ellos. Eso sí, un número muy reducido de “creyentes de toda la vida” empezaron a reunirse allí porque “les pillaba más cerca”. Durante años se mantuvo aquel local que, según los vecinos, estaba siempre cerrado y sólo se abría los domingos durante algo más de una hora. Se veían unas pocas personas habituales y algún que otro visitante de paso. La duda es si fue acertado quedarse con el local cuando hubo que escoger entre el inmueble y los jóvenes que se empezaban a interesarse por Dios. Algunos argumentan que, por lo menos, el local fue un punto de testimonio. ¿Cómo dice usted? ¿Un punto de qué…?

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