Martí ante la eternidad

Con este trabajo concluyo la serie de diez artículos que he escrito para “Protestante Digital” sobre el pensamiento religioso de José Martí, el héroe de la independencia cubana. Aquí me ocupo de su postura ante la eternidad.

13 DE OCTUBRE DE 2007 · 22:00

,
Entre todos los adjetivos que la Biblia aplica a Dios, uno de los más usuales es el de Dios vivo. Dios vive porque es eterno. Los años de Dios son la eternidad. Y a esta eternidad estamos destinados todos los seres humanos, independientemente de que vayamos al lugar de condenación o al lugar de salvación. La vida terrena se compone de tiempo. La vida celestial es eterna. En la obra poética de Martí la muerte es una inminencia y el encuentro con la eternidad una realidad garantizada. “Todos los hombres tienen la idea de la eternidad”, escribe en 1875 en EL SEGUNDO CONCIERTO DE WHITE. En el poema titulado ¡HOLA, HOLA!, Martí dice que: “Morir es un deleite”. Tras la muerte llega el encuentro con Dios. En “CANTO DE OTOÑO” el poeta sabe que duramos menos que los árboles y que hemos de estar siempre preparados para la hora final:
Abre los brazos, Listo estoy, Madre muerte. El juez me lleva.
Todo toca a su fin, el día y la noche, los años y el tiempo. Aquí nos alimentamos con viandas perecederas, allí, en la eternidad, disfrutaremos manjares celestiales, tal como lo describe el Apocalipsis. Comeremos del árbol de la vida. Gozaremos el maná escondido. Nos regocijaremos con el río de agua que sale del trono de Dios. Cenaremos con Cristo. Así será después del último suspiro. Como lo dice Martí en el poema “EL PADRE SUIZO”,
El alma a Dios, Los ojos a la selva.
Así es. El fin de la vida temporal es el principio de la vida eterna. Los ojos a la tierra. Los ojos y el cerebro, y los brazos, y el corazón, y las piernas, el cuerpo entero a la selva, a la tierra. Mías son las almas, dice el Señor (Ezequiel 18:4). De Dios es el alma y a Dios vuelve cuando acaba el plazo dado por El. Si falla el corazón se le colocan marcapasos. Si se inutiliza un riñón se le transplanta otro. Si un pulmón se deteriora otro pulmón ocupa su lugar. Si perdemos las piernas queda el recurso de las sillas de ruedas. Pero cuando el alma se separa definitivamente del cuerpo es la hora de la muerte. La hora del ajuste de cuentas. La hora de comparecer ante Dios. La hora del juicio. La hora del destino eterno.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El punto en la palabra - Martí ante la eternidad