Orientados hacia fuera

No hay nada más destructivo para cualquier grupo, organización o iglesia que carecer de un propósito. Lo reflexiona Jaume Llenas en una serie de artículos sobre Una Iglesia con propósito.

28 DE SEPTIEMBRE DE 2007 · 22:00

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Una Iglesia con propósito (II)

Cuando consideramos el principio de la visión de Dios para nuestro ministerio personal, es necesario que notemos que, mayoritariamente, Dios guía hacia fuera. Mucho de lo que nosotros pensamos acerca del liderazgo tiene que ver con lo que los creyentes tienen que hacer en el interior de la iglesia, en el interior del grupo de jóvenes, en el interior del núcleo al que pertenecemos, etc. La dirección de Dios es hacia el exterior. El objetivo de Jesús en su venida no fue el interior, ahí es donde estaban enfocados los fariseos y el resto de la gente religiosa de su tiempo. Jesús vino a buscar a las ovejas perdidas de Israel. Jesús es el médico que vino a sanar a los enfermos, no a los sanos. Jesús vino a buscar a la oveja perdida, no a las 99 que ya tenía en el redil Existe la idea de que cuanto más tiempo uno pase en el edificio de la iglesia mayor será su madurez espiritual. Juzgamos la madurez de los creyentes por el número de cultos al que asisten o por el número de horas que pasan en el edificio de la iglesia. Billy Graham decía que sería lo mismo que si pensásemos que por estar mucho tiempo sentados en un parking vamos a convertimos en un coche. Mucho del cristianismo tradicional ha hecho esto. Una buena parte de las imágenes que la Biblia usa para hablar de nuestra posición tienen que ver con esa orientación hacia fuera. Nosotros somos extranjeros y peregrinos. Nosotros somos sal derramada, o luz que resplandece en las tinieblas, o una ciudad situada en lo alto de una montaña. Por alguna razón se nos ha dicho que cuando somos iglesia es cuando estamos reunidos, cuando estamos dentro de las paredes de la iglesia, celebrando cultos u otro tipo de reuniones, es decir, cuando somos sal dentro del salero. En cambio la Biblia nos dice que somos sal cuando estamos fuera del salero (recordando a Rebecca M. Pippert), cuando estamos en contacto con el mundo, tanto como cuando estamos en el local de la iglesia. Dios está tan preocupado por dónde están los creyentes el lunes a las 11 de la mañana como por dónde están los creyentes el domingo a las 11 de la mañana. Liderazgo en una generación postmoderna es reenfocar la iglesia en esas prioridades. Somos unos ciudadanos del cielo completamente involucrados con nuestros compañeros de clase, de trabajo, de deporte, etc. Tenemos una doble ciudadanía y la celestial debe influenciar en la terrenal. En el mundo, pero no del mundo. Jesús no mantenía nuestra división entre lo sagrado y lo secular. De alguna forma hemos entendido que lo que le preocupa a Dios es lo sagrado, la iglesia, lo espiritual, y que no está interesado en lo secular. Simplemente en la mente de Dios no existe esa separación. Es muy interesante observar la vida de Jesús. Los evangelios nos describen tres momentos de su vida. - Su nacimiento y los sucesos que le acontecieron hasta la huida a Egipto con unos dos años de edad. - Una visita al templo con 12 años de edad. - Tres años de ministerio público, desde los 30 a los 33 años. ¿Nos hemos preguntado alguna vez por los 18 años que pasaron entre su visita al templo y su bautismo en el Jordán? ¿Qué fue lo que hizo Jesús en esos años? ¿Puedes pensar que Jesús en esos años no estuviera haciendo la voluntad de su Padre? ¿Qué estuvo haciendo si a los 12 años ya decía que en los negocios de su Padre le era necesario estar? ¿No lo estuvo? Estoy totalmente convencido de que sí. Por eso prefiero designar su etapa entre los 30 y los 33 años como ministerio público, porque eso supone implícitamente que el resto del tiempo también fue un ministerio, aunque fue privado. Su vida consistió en crecer como cualquier otro adolescente. Y ministró de esa forma. Su vida consistió en trabajar cada día en la carpintería y consideró su trabajo de carpintero como un ministerio. Gran parte de su vida entre nosotros la empleó en vivir una vida normal. Mucho tiempo en actividades que llamarías rutinarias. Piensa también en la persona de Abraham y en cómo pasó su vida como pastor nómada y considera que nunca estuvo dentro del edificio de una iglesia, ni de una sinagoga, ni de ningún templo cristiano o judío, simplemente porque no existían. Nunca fue a un culto, sin embargo era el amigo de Dios. Espiritualidad y no religiosidad. Eso debería cambiar completamente nuestro concepto de ministerio. Demasiado tiempo nos han dicho que ministerio es aquello que hacemos en la iglesia, en las dos o tres horas a la semana que pasamos en el edificio de la iglesia. Ministerio es esencialmente lo que hacemos con toda nuestra vida. El ministerio también está fuera de las paredes de la iglesia, cuando estamos en contacto con el mundo. La luz de Cristo brilla cuando estamos reunidos juntos, formándonos, preparándonos para el ministerio fuera, y brilla también cuando estamos fuera en el ministerio. La Biblia nos habla de mantener en equilibrio la tensión entre esas dos necesidades. La formación y el ministerio. No debemos escoger entre una y otra, sino una y la otra también. La cruz de Cristo no fue erigida en el interior de una catedral, entre dos candelabros. La cruz se levantó sobre un montón de basura, entre dos ladrones, en un cruce de culturas de una capital en donde el letrero de la cruz tuvo que ser escrito en tres idiomas para que fuera entendido. Jesús fue crucificado en un lugar en el que los cínicos pudieron burlarse, en el que los ladrones pudieron maldecir, en donde los soldados pudieron jugar a los dados. Allí fue donde murió, y por ellos fue por los que murió. Esa es la flecha que marca la dirección de nuestro ministerio, allí es donde debemos estar.
Artículos anteriores de esta serie:
1Una Iglesia con propósito

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