¿Qué significa ser `evangélico´?

Un evangélico es un hombre del evangelio, una mujer del evangelio. Pero hay mucho más. Lo analiza León Morris.

17 DE JUNIO DE 2006 · 22:00

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La palabra “evangélico” deriva de evangel: `evangelio´. Por definición, una persona evangélica es alguien que tiene preocupación por el evangelio. Esto va mucho más allá de simplemente predicar el evangelio de vez en cuando. Significa que para él o ella el evangelio de Cristo es central. Por supuesto es un mensaje y lo predica constantemente. Pero es mucho más que una simple predicación. El evangelio está en el centro de su forma de pensar y de vivir. El apóstol Pablo recordó a los corintios el evangelio que les había traído, diciendo que lo primordial era que “Cristo murió por nuestro pecados, conforme a las Escrituras” (1 Cor. 15:3). Tengo la impresión de que todo lo que es importante para un evangélico surge de esta afirmación básica. “Cristo murió”. La cruz es la gran acción básica de Dios. “Por nuestro pecados”. Es la causa testaruda que hizo a la cruz necesaria. Apunta la verdad de que la raza humana tiende más a mal que al bien. Esto se ha caricaturizado como que los evangélicos decían que cada persona se comporta todo lo mal que puede. Eso no es así. Están diciendo que ninguno de nosotros es perfecto. Ninguno de nosotros hace lo que sabe que debe hacer, en lo más profundo de su corazón. Ninguno de nosotros llegaremos al nivel de Dios. Esto impide que el evangélico se deje llevar por la promesa de cualquier utopía terrenal. El evangélico, como cualquier otro, se unirá a cualquier plan para el beneficio de otros. Lo hace porque ve la defensa del amor que hay en la cruz. Hoy en día nos damos más cuenta que antes de la importancia de este aspecto de nuestro deber hacia nuestro prójimo. Esto es todo para bien. Pero el evangélico no pone su confianza en esfuerzos humanos. Es pesimista. Ve que tanto las dictaduras de izquierdas como las de derechas acaban oprimiendo. Ve que la democracia en demasiadas ocasiones se convierte en un enredo y en una burocracia fría. Dará lo mejor de sí mismo para lograr que cualquier sistema funcione, pero su confianza no esta puesta en los sistemas. Cada sistema tiene que trabajar con la materia prima de los trabajadores. El evangélico tiene esto muy claro. Que el ser humano sea pecador establece un límite claro en su capacidad de hacer el bien. Eso acaba con la posibilidad real de alcanzar el bien absoluto. El hecho de que sea pecador hace que no sólo no pueda ganarse la eterna salvación. El pecado deja también su huella en la vida aquí, además de tener consecuencias eternas. Pero la maravillosa gran verdad es que “Cristo murió por nuestros pecados”. Lo que era imposible para el ser humano, Dios lo llevó a cabo perfectamente a través de CRISTO. Él ha vencido al pecador, ahora y para siempre. El evangel es un mensaje sobre una salvación que tiene consecuencias tanto temporales como eternas. Los evangélicos insisten con las Escrituras que la expiación es objetiva además de subjetiva. Sí que tiene su efecto en nosotros, pero su efecto no esta limitado a nuestra experiencia subjetiva. Se han escrito libros enteros sobre la expiación y sin duda se seguirán escribiendo hasta que Cristo vuelva. Nos ayudan a entender ese gran acto de expiación, pero ninguno de ellos lo explica completamente. ¿Cómo podrían hacerlo? Están escritos por personas pecadoras, personas que están inmersas en la maldad del mundo. No pueden observarlo desde fuera. Pero para el evangélico, lo significativo no es nuestra incapacidad de explicarlo. Lo significativo es que Cristo murió por nuestros pecados. Todo lo que se tenía que hacer lo hizo Él. No se puede añadir nada a su trabajo perfecto y divino. Por esta razón, el evangélico se sentirá llamado a protestar de vez en cuando en contra de los sistemas que dicen ser cristianos pero que intentan añadir algo a la obra ya hecha por Cristo. Ya sea apelando a conseguir la salvación por las buenas obras personales, o mediante prácticas litúrgicas, o por cualquier otra forma. Cristo murió, ni más ni menos. Nuestro patéticos dogmas se desvanecen delante de su sacrifico de amor. Cuando me enfrento a la cruz, puedo responder y volver hacia Cristo con fe y amor. O puedo endurecer mi corazón. Responder al amor de Cristo implica convertirme en una persona diferente. Cambia toda la perspectiva de la vida. Los evangélicos siempre han insistido en la necesidad de convertirse. Esto puede ocurrir con una experiencia repentina y cegadora (como Saulo de Tarso). O puede ocurrir gradualmente (Como con Timoteo). El tiempo es inmaterial. El hecho de convertirse lo es todo. Y ocurre con todos los que vienen a Cristo. Un evangélico no da a nadie por perdido. Un evangélico es en este aspecto una persona optimista. Es fácil ver la cruz como una magnifico incentivo a la pereza. Cristo lo ha hecho todo. Yo no puedo hacer nada. Por lo tanto, no haré nada. Sin embargo el Nuevo Testamento no lo ve de esta forma, Juan puede escribir: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiación por nuestros pecados”. Y luego sigue: “Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros”. (1ª Juan 4:10-11). El verbo que usa aquí Juan es importante. Debemos, es nuestro deber amarnos unos a otros. El amor no es una ocupación para los ciudadanos un tanto sensibleros y sentimentaloides a los que no les gusta la acción determinada. Es lo que Dios exige de su pueblo como respuesta a Su gran amor, y ese amor se refleja en las acciones hacia los demás, como dice 1ª Corintios 13. El amor es exigente. Cristo no murió, como alguien dijo “por el cristianismo respetable”. Cristo murió por nuestros pecados, para acabar con ellos y así poder convertirnos en personas que aman. Nosotros, los seres humanos, conocemos el amor hacia las personas atractivas, hermosas, hacia aquellos que nos aman. El amor de Cristo está dirigido a los pecadores (Romanos 5:8), un amor que aparta el pecado y rechaza nuestro egoísmo para que el amor se convierta en el motivo principal de nuestra existencia. Esto significa en primera instancia que amemos a los creyentes. El evangelio ve la iglesia, la comunidad, como una parte integral del propósito de Dios. Y en segunda instancia, significa que amemos a los de fuera. Significa ser personas que aman, porque seguimos a aquel que murió por los pecadores. Significa evangelismo, trayendo a lo pecadores el mejor regalo que tenemos. La semana próxima finalizaremos esta reflexión sobre la identidad de lo que significa ser cristiano evangélico.

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