Señales de Dios

SEÑALES DE DIOS EN MI POESÍA, por Antonio Salvado, Centro de Estudios Ibéricos, Salamanca 2005, 53 páginas.

05 DE MAYO DE 2006 · 22:00

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La presencia de Dios en la poesía hispana es una constante, prácticamente, desde mediados del siglo XII, cuando un autor anónimo publica el AUTO DE LOS REYES MAGOS, obra descubierta hacia 1785 por Felipe Fernández Vallejo, arzobispo de Santiago de Compostela. En los siglos siguientes, citados a vuela pluma y con mucha prisa, destacan Juan de Ávila, Fray Luis de León, Santa Teresa, San Juan de la Cruz, Lope de Vega, llamado “monstruo de la naturaleza” y tantos otros. Con la poesía surge un lenguaje religioso en el que la tensión metafórica y simbólica alcanza sus más altos grados de intensidad. El lenguaje religioso será siempre metafísico, pues la desemejanza de las imágenes referida a lo absoluto real es naturalmente mayor que la semejanza que pueda imaginarse. El tema de Dios no está siempre en la poesía iluminado por la luz de la fe. En unos casos se afirma su existencia, en otros se pregunta por El con inquietud, y en otros se le niega. En ocasiones se mezcla a Dios con la búsqueda de las razones de la vida, búsqueda emprendida por caminos intencionados de reminiscencias bíblicas, como ocurre en los encuentros verbales de Don Quijote y Sancho. Antonio Salvado es poco conocido en España. Nació en Castelo Branco, Portugal. Además de poeta es ensayista y traductor. Su obra lírica suma cuarenta y dos títulos. Ha recibido importantes premios en Portugal, Brasil y España. En octubre de 2005 participó en el Segundo Encuentro Transfronterizo de Poesía y Religión, que tuvo lugar en Toral de los Guzmanes, León. El encuentro estuvo promovido por el pastor Manuel Corral, presidente de la Asociación Cultural Evangélica “Eduardo Turral” con la participación de la Junta de León y Castilla, la Universidad de Salamanca y el Ayuntamiento de Toral de los Guzmanes. El pequeño libro de Salvado –pequeño por el número de páginas, no por la calidad del contenido- cuenta con una amplia introducción escrita en Friburgo, Alemania, por el catedrático de Literatura Griega y Latina Alfonso Ortega Carmona. El texto, que lleva por título DIOS A LA VISTA EN EL PARNASO, es una joya literaria que enriquece la obra de Antonio Salvado. Ortega recuerda que también Platón creyó en la poesía como inspiración o hálito divino. El poeta Ovidio lo comentó en su célebre exámetro escrito en época de Jesucristo: “Hay en nosotros un dios, su hervor inflama en nosotros”. El poemario de Antonio Salvado se abre con una sentida apelación a Dios en versos que agrupa bajo el título FORMA. Dame un destino, Señor, cualquiera que él sea: un soplo de tu existencia en mi. Sin grandeza, en el camino de quien desea hacer por caminar; un destino donde mi sangre se agote en ti, recóndito Ser. Dame esa directriz, esa oportunidad de construcción, esa forma de equilibrio en cuerdas difíciles. Dame algo de tu vida, una brisa suave no importa, y se derrame incesante, torturándome, en mi vida. El poeta reconoce que existe una realidad exterior, unas cosas materiales que nos rodean, un Universo entero, un Dios que concede oportunidades al ser humano y da directrices al alma. EN EL YERMO EN QUE NO SE, Salvado encuentra en Dios el puerto de abrigo aquí y el regreso a El en el más allá. Dios es la causa primera que no debe su existencia a otra causa anterior. Y es también la causa última, a la que arriba el alma cansada, después de recorrer los mares: Lleno de Ti, yo soy incierto navegar; el mar revuelto, el nebuloso puerto, y adonde voy busco la señal amparadora del fuego que reluce dentro de mi. no obstante, entre resistencias y naufragios, lleno de Ti, a Ti solamente quiero, a Ti adoro, en el yermo en que no se bien lo que espero, yo Tu descendencia, ¡Oh mi Principio y mi fin! Dios es la única guía segura en las nebulosas del tiempo. El poeta sigue cantando esta verdad en su racimo lírico ARDIENTE ZARZA: No necesito de sueños o de palabras para llegar a Ti, a Tu boca, para oír un murmullo leve todavía, que mi sangre enrojezca y vigorice de nuevo. De misterio en misterio, hiriendo mis pies, arrastrándolos descalzos por el suelo. La nave de mi pecho está repleta de claridad. A Ti sólo levanto las manos. Este es el secreto de toda filosofía: Enamorarnos de tal manera de Dios, como sentían, entre otros grandes poetas, Santa Teresa y San Juan de la Cruz, que sólo a El lleguen nuestras manos, nuestro corazón. Reconocer que todo está lleno de Dios. Y por tanto Dios consuela en esta vía pedregosa. Así lo sigue cantando el poeta en las últimas páginas del libro, en estrofas sensibles y delicadas encabezadas por el título RESUENA: DIOS. A veces como del abismo vienen sílabas más agudas cargadas de sentido, sonando como un acorde que por la noche perdura con descanso mayor. De la angustia, Resuena: DIOS. Y la mañana aparece en el cielo. Esa mañana implica la idea de resurrección, que llevará al creyente a un estado superior, sin opresión ni miseria. El breve libro de Antonio Salvado, construido a partir de una conferencia, nos introduce en el misterio de Dios, en su lejanía y su cercanía. Es profundamente religioso, atravesado de espiritualidad. Salvado aborda los temas existenciales y eternos de la presencia de Dios y el destino del hombre: la vida es sólo el más acá. Pero más allá de la oscuridad y la nada están la luz y una primavera del paraíso eterno.

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