“Qué difícil es para el ser humano -escribió Roberto Velert hace unos meses- que entienda que lo más importante que puede ocurrirle es algo que no puede evitar”.
La muestra, con el nombre de “Biblia y cultura” repasa los orígenes de esta peculiar traducción de las escrituras, la cuarta en aparecer, y de la que solo se conserva la última página del Apocalipsis.
El Auto de Fe era aquél acto público mediante el cual la Inquisición procedía de una forma solemne a la declaración de culpabilidad de los herejes.
Al igual que el sistema penal actual, las penas eran divididas en dos grandes bloques: principales y accesorias. Sin embargo, y a diferencia de éste, no existían motivos tasados ni métodos minuciosos de cálculo de penas.
Ante una nueva edición del libro “Artes de la Santa inquisición Española”, Emilio Monjo nos explica su importancia, la relación con Casiodoro de Reina, y confronta los desvaríos históricos que se han realizado en los últimos meses en torno a la historia de la España del XVI.
Como en el paso previo a la audiencia de tormento, cada uno de los miembros procedía a expresar la motivación de su voto.
Carles Mulet (Compromís) explica en una entrevista su apuesta por una pluralidad religiosa real en España. Defiende las leyes LGTBI, la religión fuera de la escuela, pero ha sorprendido por citar la Biblia en el Senado.
No era este un motivo humanitario, sino el de mantener la Inquisición el negro orgullo de no derramar una gota de sangre con sus manos.
Un poema sobre Pedro Martínez de Osma, catedrático de Filosofía Moral del Estudio salmantino a quien el arzobispo de Toledo, Alfonso Carrillo sometió en Alcalá de Henares a un proceso inquisitorial.
Era el propio acusado quien desde su celda debía presentar esta defensa, cosa harto difícil en el caso de personas incultas o analfabetas.
Se acusaba al reo de ser un gran hereje luterano, incurso en motivo de excomunión mayor, más todas las penas legalmente previstas para sus delitos.
Entrevista a César Vidal, doctor en Historia, sobre los cada vez más numerosos actos que promueven el “fin de la Leyenda negra” de la España de Felipe II y la Contrarreforma, culpando a los protestantes de haberla creado.
Pocos asuntos suscitan tanto interés, cuando no morbo, como las cárceles inquisitoriales o las torturas que en ellas se sufrían.
La denuncia era un mecanismo similar al sistema procesal actual. Pero el resto del proceso, aunque con visos de legalidad, posee cualidades arbitrarias y subjetivas.
Este sistema hacía de toda persona un agente inquisitorial, dispuesto a denunciar a todo vecino, familiar o amigo por el más mínimo acto sospechoso. A su vez, infundía un tremendo temor a que cualquier palabra o acto propio sospechoso, pudiera acabar con el sometimiento a un terrible proceso inquisitorial.
En el XVI se impedía obtener cualquier grado académico a todo hijo o nieto de condenado por la Inquisición.
¡Qué suerte para ellos conocer con antelación aquellas desviaciones de las que si no fuesen advertidos caerían como aves insensatas!
Continuando con la serie de artículos, hoy me acercaré a la reconfiguración sufrida por aquella Antigua Inquisición. Es la que denominaré Nueva Inquisición.
La autora se ha tragado la propaganda dorada del papado, hasta el último sorbo.
Cuando en España se habla de Inquisición, inevitablemente se nos retrotrae a la maquinaria de control social creada ad hoc por los Reyes Católicos.
Hay dos periodos diferenciados en cuanto a la Inquisición Española: el primero comportaría desde sus comienzos hasta la gran remodelación sufrida en tiempos de los Reyes Católicos.
Cuando de protestantes españoles se trata, a Mª Elvira Roca no le cabe otra posibilidad, sino que sean renegados: de la fe verdadera, la buena, el papado, y, por ende, de su patria.
Aún hay versiones de Don Quijote de La Mancha que suprimen el pasaje, cuyo texto dice: “Las obras de caridad que se hacen tibia y flojamente, no tienen méritos ni valen nada”.
El gorro puntiagudo o cucurucho de cartón que remata la figura de los nazarenos en las procesiones de Semana Santa (capirote), tiene su origen en la Inquisición.
Me invitan a examinar mi estado de fe en visitas periódicas ante el estimadísimo inquisidor general don Fernando de Valdés.
La obra de Nieto muestra la sensibilidad y conocimiento que posibilitó al autor una mirada diferente a la información acuciosamente recabada.
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