Trasfondo y razones de Casiodoro de Reina para traducir la Biblia (I)

Reina y sus compañeros en el Monasterio se adentraron en el estudio bíblico gracias a  uno de los monjes, Antonio del Corro.

28 DE JULIO DE 2019 · 07:15

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Antes de huir de Sevilla se propuso traducir la Biblia al castellano. Para cuando abandona España, Casiodoro de Reina tenía bien identificadas creencias bíblicas que iban a contracorriente de las doctrinas católicas romanas.

Estaba convencido de lo imprescindible que significaba tener la Biblia traducida al idioma que pudiese comprender el pueblo.

Casiodoro de Reina, junto con otros monjes del Monasterio de San Isidoro del Campo, se auto exilio de España a finales del verano de 1557.1 Salieron más o menos al mismo tiempo pero cada quien lo hizo por rutas diferentes.

Un hecho que aceleró la decisión de no permanecer en Sevilla fue el descubrimiento que hizo la Inquisición sobre la filtración de libros protestantes y cuyo distribuidor era Julián Hernández, quien colaboraba en Ginebra con Juan Pérez de Pineda en la producción de literatura favorable a la Reforma.

Pérez de Pineda dejó España en 1549,2 instalándose en París y después en Ginebra, en esta ciudad publicó en 1556 su traducción castellana del Nuevo Testamento.3

Julián Hernández llegó a Sevilla en julio de 1557, por equivocación entregó libros a una persona que llevó lo recibido a la Inquisición. Julián escapó y la información debió llegar al Monasterio, por lo que varios de los monjes tomaron la decisión de ponerse a salvo saliendo de España, entre ellos Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera.

Julián fue capturado en Adamúz, Córdoba, llevado a Sevilla y encarcelado el 7 de octubre.4

Reina y sus compañeros en el Monasterio se adentraron en el estudio bíblico gracias a que uno de los monjes, Antonio del Corro, tuvo acceso a obras de autores protestantes mediante un tío que era inquisidor y le facilitaba los volúmenes creyendo así alertarlo de las “herejías” que se diseminaban por Europa.

Por lo menos a partir de 1554 “la lectura de libros prohibidos [facilitados por Antonio del Corro] se difundió por el monasterio de San Isidoro del Campo y desde él a otros lugares cercanos”.5

En San Isidoro del Campo supo Casiodoro de Reina que la Biblia estaba traducida a otras lenguas (como alemán, inglés, francés e italiano). Posiblemente tuvo conocimiento de la traducción al español realizada en 1543 por Francisco de Enzinas, y le llegó información, si no es que una copia, del Nuevo Testamento de 1556 traducido por Juan Pérez de Pineda y que Julián Hernández llevó de contrabando a España.

Ambos Testamentos le serían de ayuda a Casiodoro cuando él mismo se dio a la tarea de traducir la Biblia.6

En 1551 el Índice de Libros Prohibidos decretado por Fernando de Valdés ordenaba “explícitamente la prohibición de las Biblias en castellano o en cualquier otra lengua vulgar, una actitud represiva confirmada poco depués por el Index romano de 1559”.7

Reina estaba enterado del decreto prohibicionista y las penas contra quien desobedeciera la medida que buscaba detener las traducciones bíblicas en las llamadas lenguas vulgares.

El Prefacio de la Biblia del Oso, publicada en Basilea en septiembre de 1569, lo escribió Casiodoro de Reina en latín. Estaba dirigido a la nobleza europea con el fin de convencerla para que promoviera la traducción de la Biblia a idiomas hablados por los habitantes de cada reino.

Redactó en castellano la que llamó Amonestación del intérprete de los Sacros Libros al lector y a toda la Iglesia del Señor, en que da razón de su traducción así en general como de algunas cosas especiales.

En cuanto al tiempo que le llevó iniciar y concluir su anhelo de trasladar la Biblia de sus lenguas originales al castellano, Casiodoro menciona que “la obra nos ha durado entre las manos doce años enteros”.

Es decir, habría iniciado la tarea de traducir la Palabra poco antes de salir de Sevilla (fines del verano de 1557), o si no le había dado comienzo ya tenía la firme decisión de iniciarla cuanto antes.

Exiliado en Ginebra, Reina tuvo la oportunidad de conocer la publicación en inglés del Nuevo Testamento de 1557, el cual formaría parte de la conocida como Biblia de Ginebra de 1560, cuya traducción fue obra de refugiados ingleses que huyeron del régimen persecutorio de María Tudor.8

La Biblia de Ginebra fue la primera traducción en inglés que incorporó versículos a los capítulos introducidos por Stephen Langton en el siglo XIII, los cuales “con pequeñas modificaciones, se siguen usando [en la actualidad]”.9

La Biblia de Ginebra adoptó el criterio del impresor Robert Estienne, conocido como Stephanus, quien publicó en 1551 una nueva edición del Nuevo Testamento griego de Erasmo, e introdujo los versículos.10

Dos años después salió de la imprenta de Stephanus la Biblia traducida al francés, “la primera en usar la división de capítulos y versículos”.11 Casiodoro de Reina seguiría la tradición iniciada por Stephanus.

Además de los años que le llevó traducir la Biblia, Reina evocaba en su Amonestación a los lectores que debió enfrentar varias dificultades: como “enfermedades, o viajes, u otras ocupaciones necesarias en nuestro destierro y pobreza”.

En 1573 evocaba lo que sucedió en 1567 cuando instalado en Basilea cayó enfermo hasta el punto de peligrar su vida:

“Mi entrañable amigo [Marcos] Pérez, que siempre había sido generosísimo conmigo, también entonces, con caridad y piedad extraordinarias, nos trasladó a su casa a mí gravemente enfermo y a mi pequeña familia y cuidó con la mayor humanidad tanto de los enfermos como de los sanos. Sólo una cosa me producía el mayor dolor: que, después de haber trabajado durante diez años enteros en traducir la Sagrada Biblia al español, sufriendo en esta ocupación mucha envidia y muchas vejaciones por parte de aquellos a quienes esa empresa no les era grata como a mí –hasta el punto de que, comparado con ese desasosiego, me parecía levísimo el trabajo de la traducción–, cuando ya estaba a la puerta de la imprenta, la mies madura para la cosecha y el fruto de tan gran trabajo a punto para la recolección, me viera obligado a dejar mis labores a otros sin saber con qué cuidado y solicitud las llevarían a cabo. Y aun en el caso de que fueran personas de la mayor fidelidad y diligencia –como yo no lo dudaba si se tratara de [Marcos] Pérez– no sería yo quien diera cuna a la obra. Esta tristeza, aun en tan gran debilidad de cuerpo y de ánimo, me incitaba a dirigir ardientes preces a Dios para que me concediera todavía el tiempo suficiente para publicar aquella obra sagrada para gloria de su nombre, después de lo cual dejaría yo la vida con entera alegría”.12

Adicionalmente a las adversidades y persecución padecidas, que se conjugaron para que Casiodoro invirtiera más años de los que inicialmente pensó tardaría en traducir la Biblia, él consideró que también “tan luenga tardanza ha sido la falta de nuestra erudición para tan grande obra, la cual ha sido menester recompensar con casi doblado trabajo; parte también ha sido la estima que Dios nos ha dado de la misma obra, y el celo de tratarla con toda limpieza”.

Así algo develó de los entretelones de su denodado trabajo, y confíó a sus posibles lectores los motivos de traducir la Biblia al castellano. De ellos me ocuparé en la siguiente entrega.

 

1 A. Gordon Kinder, Casiodoro de Reina: Spanish Reformer of the Sixteenth Century, Tamesis Books Limited, Londres, 1975, p. 16.

2 Doris Moreno, Casiodoro de Reina. Libertad y tolerancia en la Europa del siglo XVI, Centro de Estudios Andaluces, Sevilla, 2017, p. 52.

3 Els Agten, “Las traducciones de la Biblia al castellano y la Reforma. Una empresa transfronteriza”, en Michel Boeglin, Ignasi Fernández Terricabras y David Kahn, Reforma y disidencia religiosa. La recepción de las doctrinas reformadas en la Península Ibérica en el siglo XVI, Casa de Velázquez, Madrid, 2018, p.104.

4 Doris Moreno, op. cit., p. 62.

5 Ignacio J. García Pinilla, “Lectores y lectura clandestina en el grupo protestante sevillano del siglo XVI”, en María José Vega e Iveta Nakládalová, Lectura y culpa en el siglo XVI, Universidad Autónoma de Barcelona, Bellatera, 2012, pp. 52-53.

6 Jorge Bergua Cavero, Francisco de Enzinas: Un humanista reformado en la Europa de Carlos V, Editorial Trotta, Marid, 2006, p. 50; Els Agten, op. cit., p. 108.

7 Jorge Bergua Cavero, op. cit., p. 49.

8 Jeroslav Pelikan, Historia de la Biblia, Editorial Kairós, Barcelona, 2008, p. 197; Alister McGrath, In the Beginning. The Story of the King James Bible and How It Changed a Nation, a Language, and a Culture, Anchor Books, New York, 2002, p. 99.

9 F. L. Cross y E. A. Livingstone, The Oxford Dictionary of the Christian Church, Oxford University Press, New York, p.  950.

10 Donald L. Brake, A Visual History of the English Bible, Baker Books, Grand Rapids, 2008, p. 33.

11 Alister McGrath, op. cit., p. 118.

12 Doris Moreno, op. cit., pp. 146-147.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Kairós y Cronos - Trasfondo y razones de Casiodoro de Reina para traducir la Biblia (I)