“La situación es complicada pero esperamos que mejore”, dicen comunidades cristianas en Sudán

Después de que el ejército expulsase del poder a Omar al-Bashir, militares y opositores han alcanzado un acuerdo para un transición de tres años que debe culminarse en la celebración de elecciones.

Jonatán Soriano

JARTUM · 11 DE JULIO DE 2019 · 08:00

Un manifestante alza una bandera de Sudán sobre la multitud concentrada en Jartum. / Twitter @malmakiyat, Bryan Denton,
Un manifestante alza una bandera de Sudán sobre la multitud concentrada en Jartum. / Twitter @malmakiyat, Bryan Denton

En Sudán es primavera, titulaba el medio francés Le Monde Diplomatique un reportaje el pasado mayo en relación a la revolución política que está viviendo el país desde abril, cuando la cúpula del ejército encarceló al presidente, Omar al-Bashir, y se puso al frente del gobierno. La referencia al movimiento de la Primavera árabe, en el que se desencadenaron revueltas en varios países del norte de África y de Oriente Próximo entre 2010 y 2013, era un guiño al proceso de cambio político que también está viviendo en Argelia, pero la cabecera francesa no obvió en absoluto las peculiaridades de cada país, tal y como demuestra su artículo de junio ¿Toman Argelia y Sudán el relevo de la ‘primavera árabe?. “La principal baza de los revolucionarios sudaneses es su gran influencia sobre los soldados y oficiales subalternos, algunos de los cuales utilizaron sus armas para defender a los protestatarios”, decía el autor de la pieza, Gilbert Achcar. “Este factor determinará el destino de la revolución sudanesa”, añadía.

En efecto, el binomio compuesto entre militares y opositores del régimen de al-Bashir, que ha gobernado el país durante 29 años con mano de hierro y está acusado de genocidio por la Corte Penal Internacional en relación al conflicto en Darfur, marcará el carácter de la nueva estructura del Estado sudanés. Aunque la idea del ejército era dirigir Sudán de forma interina durante tres años y después celebrar elecciones, finalmente se ha cerrado un acuerdo para abrir ese gobierno de transición a la entrada de miembros de la opositora Alianza para la Libertad y el Cambio (ALC). No sin derramamiento de sangre, puesto que a principios de junio los militares habían desalojado a los manifestantes en Jartum provocando la muerte de entre 71 y 136 personas (cifras dadas por los mismos militares y los opositores, respectivamente). 

Entre los compromisos del Consejo Soberano, como se llama el órgano compartido por ejército y opositores políticos, están el de gobernar al país durante los próximos tres años, con una presidencia compartida entre un general durante la primera mitad y un civil en la segunda etapa, y encaminarlo hacia la celebración de una elecciones democráticas. Una situación que ha contado con mediación internacional, sobre todo por parte de la Unión Africana, y que plantea la pregunta a los sudaneses de qué cambios se pueden esperar de la nueva organización del Estado. 

 

El rostro del dictador Omar al-Bashir serigrafiado en una calle de Jartum durante las protestas que comenzaron en 2018 y se han extendido hasta su derrocamiento, en abril. / Wikimedia Commons

ENTRE LA ESPERANZA Y EL ESCEPTICISMO

En 2018, Sudán experimentó una considerable caída de su PIB, según datos del Banco Mundial, pasando de superar los 123.000 millones de dólares el año anterior a no alcanzar los 41.000. Además, el último índice de Transparencia Internacional sobre la incidencia de la corrupción ubicaba al Estado sudanés como uno de los más corruptos del mundo. Un escenario que también se ha mantenido poco propicio a la protección de los derechos humanos, como en el caso de las minorías religiosas.

De ahí que, a pesar de la incertidumbre que plantea el nuevo proceso de transición, desde la Iglesia Evangélica de Jartum aseguren que “la situación es complicada pero esperamos que las condiciones mejoren en los próximos días”. Una expectativa que desde la Iglesia Evangélica Luterana de Jartum, formada sobre todo por eritreos, ya han comenzado a experimentar y explican que “la situación es más tranquila con la liberación de Internet y la apertura de las calles”.

Estas dos comunidades han accedido a responder algunas preguntas para Protestante Digital en uno de los contextos más hostiles para el cristianismo en el mundo. Y es que Sudán ocupa el sexto puesto en la última edición de la Lista Mundial de Persecución de Puertas Abiertas y cuenta con una población de más de 42 millones de personas, en su gran mayoría (89%) musulmanas

“Los cristianos han participado en las manifestaciones”, explican miembros de ambas congregaciones. “Algunos de ellos en la calle, con la gente; otros han apoyado con materiales, como agua, azúcar o ropa; las iglesias hemos organizado encuentros de oración cada semana por Sudán”, explican desde la Iglesia Evangélica de Jartum. 

Desde la comunidad luterana en la capital sudanesa matizan que “no hay muchos cristianos en Jartum” y que muchas iglesias “son de otros países, como Eritrea, Etiopía y otras naciones africanas”. “A los sudaneses no les gustan los cristianos, pero tampoco actúan con violencia contra ellos”, dicen. 

 

Dos mujeres observan un grafiti de un fusil taponado con una rosa en las calles de Jartum. / Twitter @Safiaib38469578

¿CREEN LOS CRISTIANOS SUDANESES QUE SU PAÍS CAMBIARÁ?

La idea de cambios significativos en la estructura del Estado a corto plazo es la que genera una mayor diversidad de opiniones. Desde la Iglesia Evangélica Luterana de Jartum consideran que “el régimen continuará puesto que los líderes ahora son los amigos preferidos de al-Bashir”. “Es obvio que los militares seguirán controlando el Estado porque solo han dado una ocasión para pensar”, añaden. 

Desde la Iglesia Evangélica de Jartum, la perspectiva es diferente. Piensan que el proceso de tres años de transición traerá “paz en zonas de guerra” y que “las condiciones mejorarán”. “Es algo difícil y que requiere de tiempo, como mínimo un año”, remarcan. “Tenemos leyes y espacios arraigados al sistema anterior, por lo que esperamos alcanzar un nuevo sistema. La gente quiere estar fuera del alcance de control del poder”, señalan. 

Otro de los retos que deberá afrontar el Consejo Soberano es la situación económica, en un país que a fecha de 2017 importaba el doble del valor de lo que vendía el exterior, que básicamente se compone de productos vegetales, animales y petróleo crudo, a parte del oro. 

“Orad por Sudán”, piden desde la Iglesia Evangélica de Jartum, dirigiéndose a los cristianos en Europa. “Orad por una paz real y un cambio en las personas mismas”, insisten.

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