¿Es Israel políticamente gobernable?

Apenas dos meses después de ganar las elecciones, Netanyahu se ha quedado sin apoyos suficientes para formar gobierno y ha vuelto a convocar votaciones para septiembre, en medio de un proceso judicial que lo desgasta y pone en duda su continuidad al frente del ejecutivo.

Jonatán Soriano

JERUSALÉN · 12 DE JUNIO DE 2019 · 10:30

El interior del Knesset, el Parlamento israelí, durante una sesión. / Knesset,
El interior del Knesset, el Parlamento israelí, durante una sesión. / Knesset

El pasado 26 de mayo, el primer ministro en funciones de Israel, Benjamin Netanyahu, aseguraba en redes sociales que estaba “haciendo un último esfuerzo para formar un gobierno de derecha y prevenir elecciones innecesarias”. “Les he dado a los socios una propuesta de solución. Se basa en los principios establecidos por el ejército. No hay razón para rechazar esto”, decía. Pocos días después, el 30 de mayo, aseguraba que “Lieberman es el humillador nacional”. “Hace unos días se reunió con líderes del partido y dijo; ‘¿Voy a dejar que ‘Bibi’ forme gobierno? Se quedará aquí por otros 10 años’”, remarcaba. 

Apenas cuatro días servían para cambiar un tono de aparente conciliación en la escenificación de una ruptura política que llevará a Israel a celebrar sus segundas elecciones parlamentarias en seis meses. El desacuerdo entre ‘Bibi’ (como se conoce popularmente a Netanyahu en el país) y el líder del partido nacionalista laico Israel Beitenu (Nuestro Hogar es Israel), Avigdor Lieberman, ha acabado con la renuncia del primero a formar gobierno y la convocatoria de unos nuevos comicios para septiembre. 

Las negociaciones eran de obligatorio cumplimiento después de los resultados registrados en abril, cuando el Likud de Netanyahu ganó las elecciones, aunque empatado en número de diputados (35) con la coalición de centro Azul y Blanco, de Benny Gantz. Un escenario en el que Netanyahu no ha conseguido agrupar a las formaciones conservadoras y de derechas, como Israel Beitenu, los ultraortodoxos de Yahadut Hatorah y Shas, la derecha moderada de Kulanu y la coalición nacionalista religiosa de Derecha Unida, que le hubiese otorgado una mayoría de 65 escaños en el Knesset, el Parlamento israelí. Pero, ¿por qué ha fracasado?

 

ULTRAORTODOXOS Y EL SERVICIO MILITAR: EL DETONANTE

La cuestión de si los judíos ultraortodoxos deben cumplir con el servicio militar obligatorio en Israel, o no, ha sido el elemento que ha catapultado al fracaso las negociaciones para formar un gobierno de concentración de derechas en el país. Netanyahu se ha topado con la condición previa de Avigdor Lieberman y sus cinco diputados nacionalistas laicos, de aprobar un proyecto de ley en el Knesset que obligaría a los haredi a pasar por el ejército. Algo que también secunda la Corte Suprema, según el medio Kehila News, que considera que la legislación vigente, aprobada hace décadas para proteger a quienes estudiaban la Torá, ha dado lugar a todo tipo de abusos. Una medida rechazada de pleno por los 16 diputados de las dos formaciones ultraortodoxas, que constituyen un bloque indispensable para plantear un futuro escenario de gobierno.

Según el Departamento Central de Estadísticas de Israel (CBS, por sus siglas en inglés), en septiembre de 2018, la población hebrea que se consideraba “ultraortodoxa” ascendía al 11% de la demografía nacional. En este sentido, el profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Hebrea de Jerusalén, Arie Kacowicz, ha manifestado a Protestante Digital que el conflicto político “es parte de un tema mayor que se refiere a las relaciones entre el Estado y la iglesia”, en relación a la religión judía y el ‘establishment’ rabínico. “Lieberman, un político hábil, secular y de derecha, ha utilizado el tema para yuxtaponerse a Netanyahu y desafiarlo políticamente”, remarca Kacowicz.

 

El primer ministro en funciones de Israel, Benjamin Netanyahu, rodeado de soldados. / Twitter @netanyahu

Pero el profesor considera que el del servicio militar obligatorio para los ultraortodoxos “no es el tema principal, sino nuevamente la supervivencia política de Netanyahu y la definición de la identidad de Israel como estado democrático liberal o como una democracia liberal y populista, aliada a elementos clericistas de la derecha nacionalista”. 

 

NETANYAHU, UNA FIGURA DESGASTADA

A pesar de haber obtenido cinco diputados más que en los últimos comicios, las elecciones de abril eran para Netanyahu una prueba de fuego para su futuro político. Imputado por corrupción el pasado mes de febrero, la formación de un gobierno y el control del Knesset era la única vía del primer ministro israelí en funciones para garantizar su inmunidad en vistas a una declaración judicial que se producirá en octubre. “El futuro político de Netanyahu es cada vez más incierto”asegura Kacowicz. “Es difícil saber si el Likud se resentirá en los próximos comicios, pero el fiscal general ha declarado que el 2-3 de octubre es la audiencia previa a la demanda judicial, lo cual no le dará a Netanyahu el tiempo necesario para formar gobierno y pasar leyes que permitan su inmunidad parlamentaria”, remarca.

Tras diez años al frente del gobierno israelí de manera ininterrumpida, periodo inferior a la suma de los dos mandatos de David Ben-Gurión, quien proclamó el Estado israelí en 1948, pero superior a cada uno de ellos por separado, según recuerda Kacowicz, Netanyahu llega a la repetición de comicios desgastado por su investigación judicial y por la intensidad de la política exterior en los últimos años. “Quizás, los resultados en septiembre no sean completamente diferentes de los de abril, y mi pronóstico es que se producirá una especie de nuevo empate que puede llevar a un gobierno de unidad nacional, pero sin Netanyahu”, explica el profesor Kacowicz. “Por un lado, supongo que los partidos árabes-palestinos se reunirán en una sola coalición que obtendrá más de 10 diputados. La izquierda israelí debe unificarse y solidificarse (en referencia a la debacle del Partido Laborista en abril, que perdió 13 escaños) y algo similar ocurre con la derecha, más allá del Likud”, dice. 

La repetición de elecciones tendrá un coste aproximado de 125 millones de euros, según evaluaciones previas del Ministerio de Finanzas, a los que hay que sumar los más de 600 millones de pérdidas de la jornada electoral en abril, puesto que el día de votaciones en Israel tiene un carácter semifestivo y gran parte de la actividad económica se paraliza.

 

¿EXISTE UNA ALTERNATIVA SÓLIDA A NETANYAHU?

La de Kacowicz es una de las varias voces que ven en la convocatoria de elecciones la “indecencia” de Netanyahu al no “haber retornado el mandato al presidente de Israel, Reuven Rivlin, para que le encargue a otro diputado del Knesset intentar formar una coalición gubernamental alternativa”, dice en relación a Benny Gantz, cuyo partido obtuvo el mismo número de diputados que el Likud en abril. 

La nueva convocatoria de elecciones, dice Kacowicz, “supone fatiga, desgaste y un gasto económico sin mucho sentido común”. “No tiene parangón en la historia política de Israel”, reitera el profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, que piensa que los comicios son un intento del primer ministro en funciones “para no ser enjuiciado y terminar en la cárcel como Ehud Olmert”, el predecesor de Netanyahu que fue condenado a seis años de prisión en 2014 por un caso de corrupción urbanística. Pena que se redujo después a diecinueve meses, de los cuales cumplió dieciséis. 

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