“Mis padres están vivos de milagro”

Gilda, ecuatoriana que vive en Madrid, nos cuenta la experiencia de su familia en el terremoto que ha golpeado Ecuador.

Daniel Hofkamp

MADRID · 18 DE ABRIL DE 2016 · 17:23

Vista aérea de Puertoviejo, tras el terremoto. / AFP,terremoto puertoviejo
Vista aérea de Puertoviejo, tras el terremoto. / AFP

Gilda es originaria de Puertoviejo, una de las regiones afectadas por el terremoto más violento que ha sufrido Ecuador en los últimos 30 años.

Ella ahora vive en Madrid (España) donde asiste desde hace años a una iglesia evangélica en Vallecas (Asamblea Cristiana de Madrid). Pero sus padres, dos hermanos y tres sobrinos siguen en Ecuador, donde están viviendo estos momentos difíciles. Aunque su familia está bien, los daños materiales son cuantiosos y la ayuda de emergencia, dos días después, apenas ha llegado.

 

“SI HUBIERAN ESTADO ALLÍ, HABRÍAN MUERTO”

Gilda nos cuenta que sus padres consiguieron evitar el mayor impacto del terremoto. “Mis padres habían planeado irse a Guayaquil ese fin de semana, para que pasaran allí los sobrinos unos días de vacaciones antes de empezar la escuela, este lunes. A los 20 minutos de salir, comenzó el terremoto”, relata Gilda.

“Fue un milagro que ellos salieran justo antes del terremoto, porque la parte frontal de la casa de mis padres está revestida de un cristal fuerte, y mis hermanos cuentan que la parte de arriba se ha reventado completamente. Si mis padres hubieran estado allí, seguramente les hubiera afectado”, contesta con alivio.

DAÑOS IRREPARABLES

Uno de sus hermanos, sin embargo, sí está en Puertoviejo. Ante las réplicas del terremoto y los daños cuantiosos en las estructuras de las casas, han decidido dormir fuera, a la intemperie.

Aunque han salvado la vida, la casa está en una situación grave. “No le quieren decir a mi padre cómo está la casa. Este es el trabajo de su vida, y tienen un gran sufrimiento de lo que ha sucedido”, añade Gilda.

Los servicios básicos de agua y luz no están funcionando, pero han conseguido mantener el contacto. “Mi hermano conecta con nosotros desde el móvil, cargándolo en el coche, aunque no se puede usar para desplazamientos porque le han caído escombros encima, pero consigue entrar en el coche y poder mantener desde allí el contacto con la familia”.

Además la situación continúa siendo difícil por la escasez. “La ayuda apenas ha llegado. Están enviando cosas, pero hasta que llegue hay mucha desesperación, porque no hay agua”, explica Gilda.

 

“DUELE MÁS DE LO QUE PIENSAS”

En medio de tanta dificultad y dolor, Gilda reconoce que se apoya en su fe, aunque reconoce estar conmocionada. “Siempre que he visto las catástrofes de otros lugares, me ha dado pena, pero hasta ahí... Pero cuando te toca a ti, es diferente. Me alegra saber que mi familia está bien, pero me duele ver mi ciudad. Estamos conmocionados, y todavía no sabemos de muchas personas: amigos, vecinos, conocidos... Eso me ha dolido muchísimo”.

De la situación que está viviendo, “lo que más me ha llegado es que nos duele ver lo que les pasa a otros, pero pensamos que tendremos la fuerza cuando nos pase a nosotros. Pero no es así, te vienes abajo. Te duele más de lo que piensas que te podría doler”, admite con la voz quebrada.

En esta circunstancia, su fe en Dios es un apoyo vital. “Me centro mucho en decir: Señor, confío en ti, me gozo en ti, pero no dejas de sentir esa aflicción, ese vacío, esa nostalgia por tu tierra. Aunque sean cosas materiales, duele ver tanta gente, tantas familias... Mi Ecuador, mi tierra -concluye Gilda- eso te hiere”.

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