Wolfhart Pannenberg: muerte de un gigante

El teólogo fallecido el pasado 5 de septiembre será recordado por el espíritu científico que caracteriza a su teología.

Will Graham

11 DE SEPTIEMBRE DE 2014 · 18:32

Wolfhart Pannenberg, el 3 de septiembre de 1983. / Foto: Reink, Bild.,
Wolfhart Pannenberg, el 3 de septiembre de 1983. / Foto: Reink, Bild.

Wolfhart Pannenberg, el renombrado teólogo protestante, ha fallecido en Múnich (Alemania) a la edad de 85 años.

Reconocido ampliamente como uno de los mayores pensadores del siglo XX, el alemán murió el viernes pasado (5 de septiembre) después de dedicar su larga vida a las Escrituras y a la educación teológica.

ESTUDIANTE Y PROFESOR

Después de su conversión ‘intelectual’ al cristianismo como joven, Pannenberg estudió Teología y Filosofía en Berlín, Gotinga, Basilea (lugar donde aprendió bajo otro gigante de la fe evangélica, Karl Barth) y Heidelberg. Publicó su tesis doctoral en 1954 en la cual analizó la perspectiva del teólogo luterano Edmund Schlink (1903-84) sobre la predestinación en la obra del filósofo medieval Juan Duns Escoto (1266-1308).

A partir del 1958 hasta su jubilación en el 1993, Pannneberg sirvió como docente en el mundo académico. A lo largo de su distinguida carrera teológica, Pannenberg impartió cursos universitarios en Maguncia, Chicago, Harvard y Claremont (California). Sin embargo es más conocido por las dos décadas que enseñó Teología Sistemática en la Universidad de Múnich (1968-93).

El alemán combinó su vida de enseñanza con la de escritor. Sus obras más famosas son Revelación como historia (1958), el ya clásico Jesús: Dios y hombre (1968), y su trilogía de Teología sistemática (1988-94).

LEGADO

Sin lugar a dudas, Pannenberg será recordado por el espíritu científico que caracteriza a su teología. Reaccionó violentamente contra el subjetivismo tan prominente en el existencialismo y el pietismo cristianos de su época. Se opuso, por ejemplo, a la escuela de la Historia de la salvación porque creía que “toda la historia universal” es revelación. Además, optó por seguir una Cristología desde abajo en vez de aferrarse a una Cristología desde arriba. Una Cristología desde abajo se refiere a la convicción de que el estudio de Cristo tiene que empezar con el Jesús humano e histórico antes de hablar sobre su condición de Logos, Señor o Hijo preexistente. La razón, pues, prepara el camino para la fe.

Dicho espíritu científico le llevó a reflexionar críticamente sobre el debate entre la ciencia y la religión (Pannenberg era evolucionista) y a avivar la moribunda doctrina de la resurrección corporal de Cristo en los años sesenta. Pannenberg derribó la noción liberal de que la resurrección se trató de una simple metáfora (como la teología de Bultmann había sugerido). ¡Jesús resucitó! ¡Y de forma corporal! De allí su popularidad en el mundo evangélico conservador. Fue precisamente por esta razón que el querido apologeta americano William Lane Craig quiso estudiar bajo Pannenberg a la hora de desarrollar su propia tesis doctoral. No solamente había resucitado Cristo, sino que tal evento era el centro de la historia universal de Dios y significó que los postreros días habían empezado.

En sus últimos años, el alemán escribió abiertamente contra otras tendencias liberales que iban surgiendo en la Iglesia: por un lado, la aceptación de un feminismo cada vez más agresivo y por otro lado, la enseñanza de que la homosexualidad representa un estilo de vida compatible con la profesión cristiana.

CITAS

“Dios –tal y como se ha revelado en Jesucristo- tiene que ocupar el primer lugar en la teología”.

“No podemos hablar sobre la naturaleza de Dios sin primero contemplar las obras de Dios”.

“Sin la presencia de la tumba vacía, la proclamación cristiana no podría haber permanecido ni un solo día en Jerusalén”.

“La Iglesia es indispensable. Es más que importante. Es indispensable porque la tradición de la fe y la proclamación del Evangelio a las nuevas generaciones ocurren en la Iglesia. La Iglesia tiene esta carga de responsabilidad”.

“Cada cristiano fiel tiene que tener una relación directa con Dios, compartiendo la relación que Jesús tenía con su Padre”.

“Mi preocupación más grande por la Iglesia es que siga predicando el Evangelio y que no se conforme a los estándares seculares. Algunas iglesias y muchos ministros piensan que tienen que asimilar las inquietudes seculares para poder alcanzar a las personas. Yo creo lo contrario. […] La Iglesia tiene que proclamar algo diferente: la esperanza de vida eterna”.

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