Ciudad del Cabo 2010 lanza su declaración final, una «llamada a la acción»

Toda una “Hoja de ruta espiritual”, tres meses después de concluir en Sudáfrica el tercer Encuentro mundial de Lausanne.

CIUDAD DEL CABO · 30 DE ENERO DE 2011 · 23:00

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En el Encuentro se reflexionó sobre cómo trabajar conjuntamente para la evangelización del mundo. Ahora se ha publicado la declaración final del encuentro, un texto claro, directo y muy concentrado que resume un “llamado a la acción” basado en dos aspectos centrales del evangelio: hacer discípulos de Jesús y amarse los unos a los otros. La declaración final de Ciudad del Cabo 2010, oficialmente publicada el viernes, está formada por dos documentos. El primero es la “Confesión de fe de Ciudad del Cabo”, que reafirma a través de 10 puntos las bases de la fe cristiana. Dirigiéndose al lector siempre en primera persona del plural, el credo repasa 10 puntos centrales de la doctrina cristiana, que empiezan afirmando que “amamos porque Dios nos amó primero”. A partir de aquí, el texto toma la fórmula “Amamos…” para aplicarla a la trinidad, la Palabra de Dios, el mundo en el que vivimos, el evangelio, la iglesia y la misión de Dios. El segundo documento es la aplicación de la confesión de fe, y plantea retos concretos para la iglesia en el siglo XXI. Lleva el título “Para el mundo al que servimos: La Llamada a la Acción de Ciudad del Cabo”. En él se ha buscado transmitir de forma concisa la gran cantidad de ideas sobre las que se reflexionó y debatió durante los 10 días que duró el Congreso, e incluir además todo el trabajo de preparación de materiales previo al encuentro, que daba continuidad a Lausanne II (Manila, 1989). El Comité organizador ha buscado reunir las diferentes sensibilidades de los 4.000 líderes asistentes que representaban a un total de 198 países. “Los seis temas principales del Congreso nos proveen de un marco para discernir los retos que tiene la iglesia de Cristo en todo el mundo, y nuestras prioridades para el futuro”, dice la introducción del documento. Con esta base y el convencimiento de “haber buscado la voz de Dios a través del Espíritu Santo” durante el congreso, algo que se hizo “estudiando el libro de Efesios” conjuntamente y “escuchando las voces de Su gente de todas las partes del mundo”, el texto entra en materia para plantear de qué forma la iglesia puede servir a Dios y al mundo en el presente y el futuro. Relatamos a continuación los puntos principales de la “Llamada a la Acción de Ciudad del Cabo”. RELATIVISMO Y LA VERDAD, QUE ES CRISTO Esta declaración empieza enfocándose en el concepto de verdad en un mundo plural y globalizado, y lo hace de forma contundente: “Jesucristo es la verdad del universo”, se lee en la primera sección. Por ello, es esencial vivir en esta realidad, “una verdad que la gente verá en las caras de aquellos que viven su vida para Jesús”, así como proclamar esta verdad, “algo que no puede ser separado de vivirla”. Así, el compartir el evangelio estará basado “no sólo en presentar el evangelio como una mejor solución que la que otros dioses ofrecen”, sino como “el plan de Dios para el universo entero, en Cristo”. Ante un pluralismo posmoderno que rechaza todo lo que suena a absoluto, es importante identificar, formar y orar por personas que puedan “defender las verdades bíblicas en el espacio público”, pero también “equipar a cada creyente con el valor y las herramientas para explicar la verdad”, y así participar relevantemente en cada área de la cultura en la que vivamos. Este llamado a mostrar la verdad incluye muy especialmente el lugar de trabajo. El texto denuncia la “falsedad” que es que exista “una división entre los secular y lo sagrado”, una visión errónea “que ha calado en el pensar y actuar de la iglesia”. Esta división artificial de la vida de un cristiano entre lo que es espiritual y lo que no, es un “obstáculo importante” ya que “cada creyente debería aceptar y afirmar su propio ministerio diario y su misión, sea cual sea el sitio en el que Dios le ha llamado a trabajar”. El texto anima a pastores, evangelistas y misioneros a “integrar totalmente” a cada trabajador cristiano en la estrategia global de la misión. La verdad que está en Cristo también debería tenerse en cuenta cuando hablamos de comunicación. Hay una necesidad de tener “un nuevo compromiso crítico, creativo con los medios y la tecnología”, que ayude a la gente a “ser consciente de los mensajes que reciben de los medios de comunicación y las visiones del mundo que hay detrás”, pero también a animar a cristianos a formar parte de estos medios de comunicación (sea información o entretenimiento), para que sean “ejemplos creíbles”. La participación de los cristianos, sigue el texto, también podría ser mucho más grande en el arte o en el nuevo mundo de las ciencias de la biotecnología, en el que es necesario animar a estudiantes a que se esfuercen para formar parte de estas áreas de investigación. Un reto en este sentido es reflexionar bíblicamente sobre cómo las leyes deberían marcar el avance de la tecnología para ayudar a reafirmar “el respeto por la dignidad excepcional de la vida humana”. Tampoco hay duda, para los redactores de esta declaración, que la participación en la vida pública (es decir: política, economía y educación) es esencial, ya que “estas áreas de la sociedad tienen una fuerte influencia en los valores de cada país”. OFRECER PAZ EN UN MUNDO DIVIDIDO La declaración de Ciudad del Cabo remarca que “la reconciliación con Dios es inseparable de la reconciliación unos con otros”. Es decir, “la unidad del pueblo de Dios es a la vez una hecho (a través de Cristo) y un mandato”. En este sentido, hay un llamamiento especial a ofrecer el evangelio al pueblo judío, que “ha recibido las promesas de Dios” pero que como toda otra persona tiene “la necesidad de reconciliarse con Dios a través del Mesías, Jesús”. “Anhelamos ver el día en el que la iglesia será el modelo más visible en el mundo de la reconciliación étnica y el defensor más activo para la resolución de conflictos”. Los cristianos deben lamentar y arrepentirse por los casos en los que se ha participado en violencia étnica o represión. También por los momentos en los que se ha sido cómplice de la injusticia por medio del silencio, como en muchos casos de racismo. Pero la iglesia también debe ser proactiva y adoptar un “un estilo de vida reconciliador”, en el que se hable de la paz de Cristo en contextos de violencia y se luche por convertir el ámbito de la iglesia en un lugar seguro. La paz del evangelio, además, tiene que mostrarse especialmente en problemáticas concretas, como el tráfico de seres humanos en nuestro siglo. Los redactores de la declaración recuerdan que actualmente hay unas 27 millones de personas que viven en esclavitud, una realidad dramática que los cristianos no pueden ignorar: “tenemos que enfrentarnos a los factores sociales, económicos y políticos que generan el tráfico”. La iglesia debe “mostrar la nueva sociedad que Jesús prometió”. Otro momento para llevar paz que surgió de Ciudad del Cabo es el de añadirse activamente en la lucha contra la pobreza extrema, pidiendo a los gobiernos de todos los países que se esfuercen en cumplir los Objetivos del Milenio, que buscan acabar con la pobreza extrema. Pero esto no se puede hacer sin “también confrontar la riqueza excesiva y la avaricia”, que “perpetua la pobreza” y que es el evangelio define como una forma de idolatría. En cuanto a las personas que sufren enfermedades crónicas, el texto llama no sólo a apoyar sanitaria, emocional y económicamente a estas personas, sino también a reconocer sus dones y su aportación a la iglesia. Por último en esta sección, la paz del evangelio es completamente aplicable al estado del planeta. “La Tierra no nos pertenece a nosotros, pertenece a Dios”. Los cristianos no sólo deberían participar de las tendencias sociales para la reducción del consumo innecesario y de la contaminación, sino también implicarse activamente en ámbitos como la agricultura, la industria o la medicina para llevar a cabo programas que tengan un impacto positivo sobre el Medio Ambiente. RELACIÓN CON PERSONAS DE OTRAS RELIGIONES La evangelización fue uno de los temas centrales del Congreso, en octubre del año pasado. Pero no el proselitismo, aclara el texto.No se debe buscar que alguien “acepte nuestra religión ni siquiera entrar a formar parte de nuestra denominación”. La evangelización debe ser “ética” y basada en una “conciencia limpia”. El trato con gente de otras religiones debe mostrar “amor”, “hospitalidad”, “denunciando el racismo” y no reaccionando nunca con violencia, “aún cuando se es atacado” por otras religiones. Además, el diálogo de los cristianos con otras religiones debe combinar el escuchar respetuosamente a otros, en base a la propia confianza en la singularidad de Cristo. La declaración no olvida a los que “sufren por el evangelio” en partes del mundo en los que la falta de libertad religiosa puede llevar a algunos cristianos a la muerte. “Muchos cristianos que viven en el confort y la prosperidad necesitan escuchar otra vez el llamado de Cristo a estar dispuestos a sufrir por Él”. No sólo es necesario apoyar en oración a los perseguidos, sino de ser conscientes del “infinito dolor que Dios siente ante aquellos que se oponen y rechazan su amor, su evangelio y sus siervos”. Ante esto es especialmente importante que los creyentes hagan una realidad en su vida el “evangelio de gracia”, por el que estén dispuestos a “vivir, amar y servir en sitios difíciles y dominados por otras religiones, para llevar también allí la fragancia de la gracia de Jesucristo”. Aparte de ir a otros sitios del mundo, la iglesia debe también darse cuenta definitivamente de las oportunidades de misión que ofrece la migración global. “Animamos a los cristianos en países que acogen comunidades inmigrantes de otros contextos religiosos a que sean un testimonio cultural del amor de Cristo, en palabras y acciones, amando al forastero, defendiendo a los extranjeros, construyendo relaciones, invitando a nuestras casas y ofreciendo ayuda”. Los cristianos que emigran, por su parte, son animados a “discernir la mano de Dios, incluso en circunstancias que no hayan escogido libremente, para buscar las oportunidades que Dios provee para dar testimonio de Cristo en su nuevo país de acogida”. Sea como sea, “esforcémonos por conseguir el objetivo de la libertad religiosa de todas las personas”, dice la declaración. No sólo se trata de defender la libertad de conciencia de los cristianos, sino también el de personas de otras religiones cuyos derechos sean atacados. Como dice la Biblia, el pueblo de Dios ha de buscar el bien de la sociedad, honrar y orar aquellos que tienen responsabilidades políticas. Pero en situaciones en las que un estado fuerza a los cristianos a decidir entre la lealtad a su propio poder o la lealtad a Dios, “debemos decir ‘no’ al estado porque hemos dicho ‘sí’ a Jesucristo como nuestro Señor”. EL EVANGELIO Y EL MUNDO La declaración de Ciudad del Cabo reconoce con “dolor y vergüenza” que aún hay muchas comunidades en el mundo que no han escuchado el evangelio, y remarca que “sólo un porcentaje muy pequeño de los recursos de la iglesia (sean humanos o materiales) se está dirigiendo a las gentes menos alcanzadas”. El texto dice que la iglesia tiene la oportunidad de “arrepentirnos de nuestra ceguera” y de “nuestra falta de urgencia en compartir el evangelio” con las personas que no han tenido oportunidad de escucharlo. Quienes vayan a hacerlo deben integrarse realmente en la sociedad a la que van, aprender su cultura y su lengua y vivir el evangelio de forma real. La traducción de la Biblia a lenguas que aun no tienen una traducción propia debería ser un objetivo, y no se puede olvidar que hay culturas orales que no utilizan el lenguaje escrito, a las que hay que llegar con otras formas de compartir el evangelio. El crecimiento espectacular de la iglesia en muchos países lleva a plantear la necesidad de que haya líderes que realmente sean discípulos de Jesús. Se observa que en muchos sitios hay líderes cristianos que “usan su posición para conseguir poder, un estatus arrogante o el enriquecimiento personal”. En estas situaciones de abuso de poder, “la gente de Dios sufre y Cristo es deshonrado”. Por ello, se recuerda que la Biblia enfatiza en que “sólo aquellos que muestran con sus vidas las características básicas de madurez como discípulos deberían ser puestos en lugares de liderazgo”. “La solución al fracaso en el liderazgo no es simplemente hacer más formación de liderazgo, sino mejorar la formación de las personas como discípulos de Cristo”. La iglesia necesita auténticos líderes, que son “los que tienen un corazón de servicio, humildad, integridad, pureza, sin codicia, que son perseverantes en la oración, con dependencia del Espíritu de Dios y un profundo amor por las personas”. Ante estas altas exigencias, es necesario que “oremos por nuestros líderes”, para que sean “bíblicos y obedientes” a Dios. Para conseguirlo, es importante que estos puedan tener espacios en los que poder rendir cuenta de sus vidas y su trabajo a otras personas. Aún puesto el enfoque en la evangelización, el documento hace un especial énfasis en llevar el mensaje a las ciudades y al colectivo de los niños. Las aglomeraciones urbanas son especialmente importantes porque en ellas se encuentran “la próxima generación de gente joven, la mayoría de las personas inmigradas, las personas que marcan las tendencias de la sociedad y los más pobres entre los pobres”. En cuanto a los niños, Ciudad del Cabo considera que todos ellos están en riesgo: “la mitad de ellos están en riesgo de caer en la pobreza”, mientras que otros muchos millones “están en riesgo por la prosperidad” de las sociedades en las que viven, los hijos de los ricos y seguros tienen todo con lo que necesitan para vivir, pero nada por lo que vivir”. Es importante entender, afirma el texto, que “la gente joven son la iglesia de hoy, no solamente la del mañana, la gente joven tienen un potencial enorme como agentes activos de la misión de Dios”. “VUELTA A LA HUMILDAD, LA INTEGRIDAD Y LA SIMPLICIDAD” Uno de los grandes peligros de la iglesia es seguir a “otros dioses”, la “idolatría entre el pueblo de Dios es uno de los principales obstáculos para llevar a cabo la misión”. Afirma el texto que “cuando no hay diferencia entre la conducta de los cristianos y los no cristianos, entonces el mundo tiene el derecho de preguntarse si nuestra fe hace alguna diferencia, nuestro mensaje no aportaría ningún tipo de autenticidad a un mundo que observa”. Uno de estos “ídolos” que asolan la iglesia son “los desórdenes sexuales”, y todo lo que conlleva (“familias rotas” y “soledad”, por ejemplo). Por ello, se anima a los pastores de las iglesias a “facilitar en la iglesia una conversación más amplia sobre la sexualidad”, “enseñar claramente lo que estándares que marca Dios” con “compasión por los que han caído en pecado” y a los miembros de la iglesia a “fortalecer la fidelidad en el matrimonio, resistirse a participar en todas las formas de desorden sexual en la cultura que nos rodea, incluyendo la pornografía, el adulterio y la promiscuidad”. A ello hay que añadir un “esfuerzo por entender y trabajar en los profundos problemas de identidad y experiencias que llevan algunas personas a la práctica homosexual”. A ellos es importante acercarse con el amor, la compasión y la justicia de Cristo, además de rechazar y condenar cualquier tipo de odio o abuso verbal o físico contra las personas homosexuales”. Lo mismo se puede aplicar a las personas con el virus del Sida. Otro reto para la iglesia ahora es la humildad, se concluye del documento. En referencia a Pablo, la declaración dice que el “idolatrar el orgullo y el poder” se combate con el requerimiento de que “aquellos que están llenos por el Espíritu de Dios se sometan los unos a los otros por reverencia a Cristo”. También conlleva riesgos la búsqueda del éxito como un objetivo, por el que estamos tentados a “sacrificar nuestra integridad”. En cuanto a la “idolatría de la codicia”, la declaración de Ciudad del Cabo se muestra claramente en contra de los que se ha llamado “el evangelio de la prosperidad”. “Negamos como algo no bíblico la enseñanza que dice que el bienestar espiritual puede ser medido en términos de bienestar material”. Sigue diciendo que “muchos que promueven el ‘evangelio de la prosperidad’ distorsionan seriamente la Biblia” y “a menudo cambian el llamado al arrepentimiento por el llamado a dar dinero a la organización del pastor”. Por ello, y en base a un análisis bíblico riguroso centrado especialmente en las palabras y el ejemplo de Jesús, el documento describe el ‘evangelio de la prosperidad’ como “un falso evangelio”. TRABAJANDO PARA LA UNIDAD EN LA MISIÓN En el sexto y último punto del “Llamado a la Acción de Ciudad del Cabo” se empieza recordando que “una iglesia dividida no tiene ningún mensaje que ofrecer a un mundo dividido”. La realidad de la unidad espiritual, que fue hecha por Jesús en la cruz, tiene que llevarse a la práctica en el trabajo conjunto en muchas áreas. “Demasiado a menudo nos hemos invertido en la misión en formas que han priorizado y perseverado nuestras propias identidades (énticas, denominacionales, teológicas) y hemos fallado en someter nuestras pasiones y preferencias a Dios”. Para buscar la unidad de la iglesia en los objetivos marcados por la soberanía de Dios, es necesario “dejar de lado la sospecha, la competencia y el orgullo, y aprender de aquellos a los que Dios está usando, aun cuando no son de nuestro continente, ni nuestra organización, o teología, o nuestro círculo de amigos”. Este trabajo conjunto, además, debe ser una realidad también en la colaboración entre hombres y mujeres. Más allá de los enfoques diferentes sobre el ministerio de la mujer en la iglesia (que son acercamientos “sinceros en su intento de ser fiel y obediente a la Biblia”) el texto enfatiza en que “todos nosotros, hombres y mujeres, casados o solteros, somos responsables de utilizar los dones de Dios para el beneficio de otros, para la gloria y la honra de Cristo”. Además, la declaración llama a que la formación teológica que se de en diferentes partes del mundo sea “intrínsicamente misionológica”. Es decir, “el estudio de teología no es un fin en sí mismo, sino que sirve a la misión de la iglesia en mundo”. En este mismo sentido, la misión debe usar la teología, teniendo la Biblia como mensaje central en la propia evangelización. CONCLUSIÓN “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de reconciliación” (2ª Corintios 5:19). Este fue uno de los conceptos lema de Ciudad del Cabo, y también lo es de la conclusión de esta declaración. “Discipulado y reconciliación son indispensables en nuestra misión. Lamentamos el escándalo de la poca profundidad y falta de discipulado, y el escándalo de nuestra falta de unidad y de amor, porque ambas cosas dañan seriamente nuestro testimonio del evangelio”. Por eso, “discernimos la voz de Jesús” en estos grandes retos, acaba el texto, que n palabras de hace 2.000 años ya marcaba dos grandes prioridades en las que la iglesia debe reenfocarse: “Haced discípulos” y “Amaos los unos a los otros”. Puede descargarse la declaración final de Ciudad del Cabo 2010 aquí (inglés, en formato PDF). (*) Esta noticia se ha basado en el original del texto en inglés. Por ello, las citas pueden no coincidir exactamente con la traducción oficial del texto al español, que aun no existía cuando se escribió esta noticia.

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