Al Qaeda intensifica la yihad contra los cristianos en Irak y Egipto

Los ataques de radicales musulmanes se han incrementado en las últimas semanas en Irak, donde los cristianos son el objetivo inconfundible de violencia y persecución. Los atentados en iglesias, como el que la pasada semana se saldó a sesenta muertos, no ha hecho más que envalentonar a los radicales, que amenazan con borrar a los cristianos del territorio iraquí. Mientras, en Egipto, las amenazas a cristianos coptos han subido en intensidad en los últimos días.

MADRID · 14 DE NOVIEMBRE DE 2010 · 23:00

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Tras la sangría de hace una semana, con la explosión de una bomba en una iglesia que asesinó a 60 personas, la ofensiva no se ha detenido. Dos días después, tres personas murieron y más de 30 resultaron heridas como consecuencia de una serie de ataques con bomba y mortero contra cristianos en varios puntos de Bagdad. Los ataques islamistas pueden dar el tiro de gracia a una comunidad menguada desde 2003, tras la invasión del país y la caída del régimen de Sadam Husein: de los 1,5 millones de cristianos que había en Irak en 1990, solo quedan unos 400.000. En el vacío de poder que trajo la guerra, el islam rampante de Al Qaeda ha desatado la caza del cruzado, como muchos musulmanes llaman a los cristianos. Pero no solo sucede en Irak. Los cristianos coptos son blanco del desconocido Frente del Egipto Islámico, que les ha prometido un baño de sangre. La ofensiva resulta tan inquietante que algunas personalidades musulmanas han alertado de la sangría y del riesgo de erradicación de las comunidades cristianas en la zona. Las amenazas a los cristianos no reparan en clases ni dignidades. No hace mucho, un arzobispo católico caldeo iraquí recibió el siguiente mensaje: «Cristianos infieles, no tenéis ningún lugar entre los musulmanes piadosos en Irak. Nuestras espadas están afiladas sobre vuestros cuellos. Es el último aviso». Firmado: las milicias de Ansar al Islam (Defensores del Islam, otro grupo afín a Al Qaeda). Pero comerciantes, empresarios y mujeres que se niegan a cubrirse la cabeza, son también objetivo de los radicales. «Mi hermana y su marido tuvieron que irse de Basora con lo puesto. Ella se negaba a llevar velo y mi cuñado tenía una discoteca en tiempos de Sadam», cuenta el caldeo Raad Salam, exiliado en 2003 en España. «Otros dos hermanos siguen en Basora. Pagan entre 200 y 300 dólares [142 y 213 euros] al mes a una tribu chií, para que no les quemen sus negocios. A mi padre le incendiaron un restaurante y un bar en 2004», añade. Los cristianos iraquíes se han replegado hacia el norte, donde el Gobierno regional del Kurdistán parece aún capaz de proveerles de cierta seguridad. «Unas 11.000 familias de Bagdad y Basora se han refugiado allí en los últimos tres años, según los datos de que dispongo. Pero en el Kurdistán tampoco hay garantías. En 2008 los radicales asesinaron al arzobispo caldeo Potros Rahu, pariente mío. El ataque a la iglesia de Bagdad no es un hecho aislado», recuerda Raad. REFUGIADOS La huída de Irak es una realidad cada vez más evidente para los cristianos. Aunque son solo el 3% de la población, suponen entre el 25% y el 30% de los refugiados iraquíes en Siria, Jordania y Líbano, según ACNUR, organismo de la ONU para los refugiados, y Barnabas Fund, una ONG cristiana que asiste a minorías en peligro. Para el suní Mohamed Sammak, asesor del primer ministro libanés, Saad Hariri, y presidente de la Comisión de Diálogo Cristiano-Musulmán, la desaparición de los cristianos implicaría «un empobrecimiento para la sociedad y la cultura del país y de todo Oriente Medio, por extensión». Sammak participó en octubre en Roma en un encuentro ecuménico en el que ayatolás iraníes, clérigos suníes y laicos de distintos credos alertaron de la persecución contra las minorías de la zona, donde muchas viven desde hace más de 2.000 años. «El éxodo de los cristianos empobrece la cultura árabe y los musulmanes tenemos la obligación de alentar su presencia en nuestros países», dice. La impunidad de los radicales islámicos y la indefensión de los cristianos muestran por un lado las líneas de falla de la geopolítica regional, y en el caso concreto de Irak, la precaria relación de fuerzas que mantienen los actores teóricamente llamados a reconstruirlo. «Los cristianos no tienen sus propias milicias o fuerzas de seguridad, y la policía iraquí no está integrada», recuerda Mark Green, responsable de Barnabas Fund. «En la práctica, la Administración comparte el poder real con líderes tribales, imanes y jeques, y la responsabilidad de proteger a los cristianos recae en sus iglesias». La teórica seguridad que ofrece el norte apenas si logra enmascarar, según Green, «una competición entre kurdos y suníes por la lealtad política de los cristianos». «¿Qué podemos hacer nosotros? Están atacando a los cristianos en todos los barrios de Bagdad», declaró a Reuters el patriarca caldeo de la capital, Emmanuel III Delly. «No podemos hacer nada para pararlos, salvo rogar a Dios para que pongan fin a estos crímenes», añadió. Por su parte, el Consejo de Seguridad de la ONU condenó también los ataques terroristas en Bagdad, al tiempo que subrayó el apoyo del organismo al Gobierno de Bagdad y su compromiso con la seguridad en ese país. «El Consejo reitera que ninguna acción terrorista podrá revertir el camino hacia la paz, la democracia y la reconstrucción en Irak, que cuenta con el apoyo de su Gobierno, los iraquíes y la comunidad internacional», subrayó el presidente de turno del Consejo, el embajador británico Grant. ATAQUES EN EGIPTO En Egipto las amenazas de ataques se han hecho realidad en las últimas semanas. En enero, seis coptos murieron en El Cairo en un tiroteo a las puertas de una iglesia de esa confesión. Hace dos semanas, el rumor de que en un templo cairota se retenía contra su voluntad a dos cristianas convertidas al islam, provocó manifestaciones multitudinarias de musulmanes (y el sellado del lugar por las fuerzas de seguridad egipcias). La televisión catarí Al Jazeera espoleó la inquina con la noticia de que los cristianos egipcios están haciendo acopio de armas para luchar junto a Israel en contra del islam. En la actual coyuntura política de Egipto, donde los cristianos suponen el 9% de la población, la escalada de la tensión sectaria puede hacer de ellos un señuelo azuzable a conveniencia. «Este mes se celebran elecciones a la Cámara baja del Parlamento, y el año que viene habrá presidenciales», recuerda un cristiano cairota bajo la condición del anonimato. «Las autoridades egipcias pueden estar usando el radicalismo islámico como medio para canalizar contra los cristianos el creciente descontento social por el aumento de la inflación. Temen una nueva revuelta del pan». En la república islámica de Pakistán (2% de cristianos), donde se mezclan en un cóctel explosivo los talibanes (estudiantes de teología) de las madrasas y la insurgencia ligada a Al Qaeda, «los cristianos somos ciudadanos de tercera en todos los ámbitos», afirma Nazir Bhatti, presidente del partido Congreso Cristiano de Pakistán. «No hay representación proporcional en el Parlamento y contamos con el mismo número de escaños, cuatro, que en 1947, tras la independencia. Pero entonces había solo 47 escaños, y hoy son 365. Tras la declaración de la sharía en 1977 por el general Zia ul Haq, estamos sometidos además a la ordenanza Hadood, que puede llevarnos ante un juez en cualquier momento por presuntas blasfemias», dice. «No se trata solo de la sharía, hay mil y una formas de discriminación: en la burocracia, educación, empleo, promoción social, presencia en la vida pública, medios de comunicación...», recuerda Mark Green. No todos los países árabes son como Líbano, donde los cristianos han mantenido una hegemonía demográfica -también económica y política- durante décadas. En otros «hay paradojas: Siria, que es un Estado autoritario, trata bien a sus minorías religiosas, y sin embargo Jordania, en teoría más tolerante, registra casos de discriminación». A este ritmo, según los expertos, los poco más de 11 millones de cristianos de Oriente Medio habrán perdido en una década -dos, a lo sumo- su vitalidad cultural y su significado político. Para los descendientes de los cruzados ha empezado ya el tiempo de descuento.

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