Brasil-elecciones: Marina Silva agradece el voto evangélico y anuncia neutralidad en la segunda vuelta

La ex candidata presidencial brasileña Marina Silva, del Partido Verde, que se ubicó tercera en los comicios del 3 de octubre, anunció su neutralidad -oficialmente "independencia"- respecto a la segunda vuelta. Durante la sesión plenaria que celebró este domingo el PV en São Paulo, Silva dijo que no apoyará ni a la oficialista Dilma Rousseff ni al opositor José Serra, aunque insistirá en incluir sus ideas en el programa del futuro Gobierno.

BRASILIA · 17 DE OCTUBRE DE 2010 · 22:00

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La semana pasada, la ex ministra y ex senadora, de 52 años, agradeció el apoyo recibido de parte de los electores evangélicos. "Estoy muy agradecida por los votos de aquellos que comparten conmigo la fe cristiana evangélica", afirmó. Marina Silva, sorprendió a los analistas al escalar hasta el tercer puesto en las recientes elecciones presidenciales, detrás de Dilma Rousseff y José Serra, que disputarán el balotaje. Tanto Rousseff como Serra expresaron su intención de conversar con Marina Silva y obtener su apoyo, pero la candidata del Partido Verde (PV), que sorprendió en la primera vuelta de las elecciones brasileñas al cosechar el 19,3% de los votos, ha rechazado la oportunidad de aconsejar a esos casi 20 millones de personas que apoyen a uno u otro de los candidatos que disputarán la batalla decisiva el último domingo de octubre. Las encuestas indicaron que el éxito de Marina Silva se debió al respaldo de electores ecologistas y de la comunidad evangélica. "Siempre procuré respetar la fe que profeso sin hacer de ella un arma electoral", sostuvo Marina Silva en un artículo publicado el miércoles 13 en Correio Braziliense. CARTA ABIERTA Durante la sesión plenaria del PV, celebrada el domingo, Marina leyó una carta abierta a Dilma y Serra en la que criticó la "dualidad destructiva" de ambos aspirantes y se mostró decepcionada por su falta de compromiso con las iniciativas sobre medio ambiente que ella les ha planteado en los últimos días. "Aunque muestren afinidad, nos gustaría que avanzaran en claridad y profundidad con nuestras propuestas", señaló. Para el empresario Guilherme Leal, que aspiraba a convertirse en vicepresidente si la candidata ´verde´ ganaba los comicios, la neutralidad permitirá "criticar o apoyar cuando sea necesario" al próximo Ejecutivo. LIBERTAD PARA LOS AFILIADOS La decisión, ratificada por abrumadora mayoría en una votación simbólica, no significa que los miembros del PV vayan a mantenerse callados en las dos semanas que restan hasta los comicios. Pese a que sólo cuatro de las casi 170 personas presentes declararon su respaldo a Dilma o Serra, los afiliados son libres para sumarse a las campañas de uno u otro en los próximos días. Así, el diputado federal Fernando Gabeira, derrotado en las elecciones a gobernador de Río de Janeiro, aceptó formalmente la "independencia" del PV pero pedirá votos para Serra. Y lo mismo ocurrirá con buena parte de sus compañeros, que se inclinan mayoritariamente por favorecer al Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). Desde que se reanudó la campaña tras la primera vuelta, el ex gobernador de São Paulo ha recortado gran parte de la ventaja que le llevaba su adversaria del Partido de los Trabajadores (PT). Frente a los más de 14 puntos de distancia reflejados en las urnas, las últimas encuestas indican que Serra ya está a ocho puntos o menos de Dilma. El escenario más optimista para el candidato del PSDB lo planteó este jueves un sondeo de CNT/Sensus: sólo 4,6 puntos, casi dentro del margen de error. En definitiva, el voto de los evangélicos tendrá mucho que ver en el resultado de la segunda vuelta. ESFUERZO DE LOS CANDIDATOS En los últimos días la religión tomó toda la campaña, en un caso sin precedentes en Brasil. Los dos candidatos en ronda intentan ganar el voto de los evangélicos y la situación ha dado lugar incluso al humor en la prensa. Un chiste publicado por Folha de Sao Paulo describe el debate religioso que tomó cuenta de la competencia electoral en Brasil; un fenómeno inédito en el este país. Los candidatos José Serra y Dilma Rousseff están en la cima de una montaña y miran hacia el cielo, cuando emerge la voz indignada de Dios que les recrimina: “Ustedes me están usando como mero instrumento de campaña….”. Serra se disculpa: “Mire, no es nada personal. Apenas una cuestión de negocios”. Nadie sabe cómo ocurrió, pero de pronto las confesiones se convirtieron en un eje excluyente de las propuestas. A tal punto que el sábado último, el ex presidente José Sarney declaró al salir del hospital donde se encontraba internado por un problema cardíaco: “Lamento que ese problema haya aflorado en esta campaña. Cuando la religión participa de la política, inevitablemente el camino termina en el fanatismo”. El eje de la polémica fue, en principio, el aborto. Un sector de la Iglesia Católica, en la localidad paulista de Guarulhos, vinculado a Serra endilgó a la oficialista Rousseff el mote de “abortista”. A partir de ese momento, millones de email propagaron la versión que adjudicaba a la prohijada por el presidente Lula da Silva una intención de “asesinar niñitos”. Fue una especie de tiro de salida para que los dos postulantes a la presidencia compitieran por demostrar la más sentida fe religiosa. El jueves último, los partidarios de Serra, un hombre que se debió exiliar en Chile perseguido por la dictadura militar brasileña y que en Santiago fue profesor en la universidad nacional donde enseñaba marxismo en su cátedra de economía, distribuyeron volantes que rezaban: “Jesús es verdad y la justicia”. Este hecho es más sorprendente si se considera que eu amigo y mentor político de Serra, Fernando Henrique Cardoso, perdió su primera elección como candidato a gobernador de San Pablo por resistirse a renegar de su ateísmo. DILMA Y EL ABORTO Más allá de la veracidad de sus convicciones, la “mise en scene” católica escapó a toda lógica en alguien que adhirió al Partido de los Trabajadores en 2002. Es cierto que esta organización tiene una fuerte corriente católica en su interior. De hecho se fundó en la iglesia Nuestra Señora de Sion, gracias a que el obispado brasileño de entonces (1980) estaba comprometido con los movimientos anti dictatoriales. Pero también es verdad que en su plataforma, el PT reivindicó el tratamiento del aborto como una cuestión de salud y no de religión. La campaña de Dilma hizo un esfuerzo por barrer la idea de que ella comparte esa visión. El viernes pasado, junto con Lula, encaró una manifestación en los alrededores de San Pablo. Los acompañaba nada menos que el padre Julio Lancelotti, un clérigo con mucha influencia sobre la grey católica local. El sacerdote conminó a sus fieles al rezo para “alejar el demonio de la calumnia y la mentira” contra la candidata. Dijo, también, que a eso se debe la presencia de la Iglesia. “Nuestro pueblo debe ser tratado como quien tiene la conciencia libre”, subrayó. El acto fue ecuménico. Pastores evangélicos convocados tuvieron papel protagonista, al abrir el acto de Dilma y Lula. Pero como todo esto no era suficiente, Dilma firmó una carta a los religiosos de todas las confesiones. Dice que defiende “la convivencia entre las diferentes religiones y la libertad religiosa”; aclara que está “personalmente contra el aborto” y subraya su disposición a mantener la actual legislación que solo habla del aborto terapéutico.

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