Recorrer en bicicleta miles de kilómetros le hizo buscar más a Dios

Un profesor inglés decidió renunciar a su trabajo, tomó su bicicleta y se lanzó a recorrer miles de kilómetros. Lo hizo para explorar el mundo y desafiarse a sí mismo, enfrentando situaciones extremas. La experiencia lo condujo a orar mucho y a buscar más a Dios.

LONDRES · 08 DE NOVIEMBRE DE 2009 · 23:00

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Tres años, 48 mil kilómetros, 28 países. Estos datos unidos al nombre de Rob Lilwall hablan del gran desafío de un hombre dispuesto a arriesgarlo todo, incluso su vida, para emprender un largo viaje desde Siberia hasta Londres. ¿Qué motivó semejante aventura? “Quise desafiarme a mí mismo, hacer algo que me llevara al extremo; también deseaba saber más del mundo” explica Rob. “Andar en bicicleta es una manera increíble de explorar el mundo porque uno está al nivel de los demás y conoce mucha gente”, reflexiona este profesor de geografía que en 2004 dejó su trabajo y la comodidad de su hogar en Inglaterra para volar a Siberia, con sólo algunos artículos de primera necesidad y su bicicleta. Las experiencias fuertes no se hicieron esperar. De inmediato tuvo que enfrentarse a pedalear durante el crudo invierno ruso con temperaturas inferiores a los 40 grados. Tras sobrevivir al frío siberiano, recorrió en bicicleta algunos de los lugares más dramáticos del mundo, como los pasos nevados del Tíbet y los valles destruidos por las guerras en Cush, Afganistán. Aunque disfrutó los increíbles paisajes y sus particulares colores, Rob reconoce que pasar por Afganistán fue un desafío emocional. “Pedaleaba muy rápido y oraba mucho, y salió bien. Fue bastante aterrador, aunque casi todos los que conocí en el camino fueron muy amables”. EXPERIENCIA ESPIRITUAL El viaje fue una experiencia espiritual que enriqueció su fe cristiana, en especial, al descubrir la fragilidad de su propia mortalidad, ya que vivió al límite por tres años y la probabilidad de morir fue muy tangible. “Eso me ayudó a pensar en mi propia mortalidad. Me hizo orar mucho y buscar más a Dios”. La hospitalidad de los cristianos de diferentes trasfondos que fue encontrando en su camino fue una aspecto que fortaleció su fe. Algunos de ellos eran misioneros sirviendo en lugares extremos y viviendo al límite, tal como él mismo se había propuesto experimentar. “Fue maravilloso aprender de esa gente. Su hospitalidad fue increíble, gente que ni me conocía. Cuando tocaba la puerta de una iglesia cristiana en un país lejano, me daban la bienvenida, me alimentaban, cuidaban, oraban por mi y luego me iba el día siguiente”, recordó recientemente este deportista. Tan rica experiencia ha sido narrada en un libro titulado “Pedaleando a casa desde Siberia”. Rob no sólo escribe sino que también da charlas a nivel global sobre sus vivencias, con lo que espera inspirar a muchos a emprender aventuras parecidas. “Quiero usar la historia de mi viaje para motivar a otros a enfrentar sus propios desafíos y a no evitar hacer algo sólo por temor”. Sin duda lo logrará. Ya se ha filmado una serie televisiva sobre su viaje.

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