El Grito de Independencia mexicana de un sacerdote que la Inquisición excomulgó por luterano y luego fusilaron

Cada año los mexicanos celebran el comienzo de las luchas por la independencia de 1810. El presidente Felipe Calderón imitó en la celebración el grito dado por un sacerdote católico, Miguel Hidalgo y Costilla, hace 199 años, y recordó a los héroes nacionales que promovieron ese movimiento. El sacerdote sería luego excomulgado por su «doctrina luterana» y finalmente fusilado por el movimiento imperial.

CIUDAD DE MEXICO · 20 DE SEPTIEMBRE DE 2009 · 22:00

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Cuenta la historia que el sacerdote católico Miguel Hidalgo y Costilla gritó por la independencia en el pueblo de San Miguel Allende, en Guanajuato, portando como bandera una imagen de la virgen de Guadalupe. Como miembro de un grupo opositor al gobierno colonial, cuya conspiración había sido descubierta, el padre católico despertó a la población, la noche del 15 de septiembre de ese año, tocando la campana de su templo donde hizo un llamado al levantamiento armado para luchar por la independencia. Dicha campana es la que tocan, hasta el día de hoy, los presidentes mexicanos, cada año, desde un balcón del Palacio Nacional para festejar lo que en las escuelas se enseña como «Grito de independencia». Pocos saben que uno de los cargos por los que el padre Hidalgo fue procesado, condenado y excomulgado por la Inquisición era el de haber adoptado la doctrina de Lutero negando la transustanciación, como ha señalado el periodista evangélico Carlos Martínez García, en un artículo publicado en el periódico La Jornada. Dicho cargo, usado por la Inquisición, no ha sido confirmado históricamente. En este artículo, el sociólogo reproduce también un párrafo de la pena de excomunión que le fue leída a Hidalgo al final de su proceso y que dice: «Lo excomulgamos, lo anatematizamos y lo secuestramos de los umbrales de la Iglesia del Dios omnipotente para que pueda ser atormentado por eternos y tremendos sufrimientos, juntamente con Datán y Avirán... Que el hijo del Dios viviente, con toda la gloria de su majestad, lo maldiga, y el cielo con todos los poderes que hay en él se subleven contra él, lo maldigan y lo condenen. ¡Así sea! Amén», concluye la condena inquisitorial. Miguel Hidalgo y Costilla fue entregado posteriormente al poder secular, que lo fusiló a las siete de la mañana del 30 de julio de 1811. Después de su ejecución, su cuerpo fue exhibido en la plaza pública como un escarmiento a los enemigos del imperio.

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