La moda del «burkini» levanta polémica en Holanda

Aunque puede ser la solución para que las más puritanas practiquen la natación, la moda del burkini -nombre con el que se ha bautizado al bañador que usan algunas musulmanas y que solamente deja al descubierto los pies, las manos y la cara- no ha sido bien recibida en todas las piscinas holandesas.

Holanda · 02 DE MARZO DE 2008 · 23:00

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La piscina de la ciudad de Zwole (norte del país), parcialmente financiada con fondos públicos, ha prohibido su uso en horarios regulares, argumentando que espanta a los usuarios que acuden a nadar con trajes de baño normales. El director de la instalación, Hans Meijer, ha propuesto a las musulmanas que deseen utilizar ese tipo de bañador horarios especiales, igual que sucede con los nadadores nudistas. Aunque esta postura le ha costado a Meijer las críticas del Ayuntamiento, que ha amenazado con retirar la subvención de 1,5 millones anuales que concede a la piscina. Sin embargo, pocas horas después de su anuncio, los responsables de la instalación han rectificado tras ser advertida de que podía dejar de percibir una subvención municipal. Según el director del Centro Holandés para el Desarrollo Multicultural (FORUM), Sadik Harchaoui, el uso del burkini contribuye a la participación e integración de las mujeres musulmanas y, además, no viola ninguna regla. Vivido como una revolución por muchas mujeres musulmanas, el bañador, de poliester, recuerda a los trajes de neopreno que usan los buceadores, pero además incluye una túnica de hechura suelta y una capucha que cubre el cuello y que se refuerza con una especie de gorrito de baño. La secretaria de Estado de Deporte, Jet Bussemaker, destacó recientemente en el Parlamento holandés que el «burkini» da a las mujeres musulmanas «la oportunidad de poder nadar en instalaciones públicas». El Ministerio de Sanidad considera, además, que el «burkini» cumple todos los requisitos de seguridad o higiene que se le puede pedir a un bañador o biquini ordinarios. Las compradoras pueden elegir entre diversas hechuras (recatada, deportiva o ajustada), en las que varía el largo de la túnica superior y el ancho de los pantalones, y en numerosos colores, pero todos los modelos garantizan comodidad y sujeción, según los distribuidores. La propietaria de la empresa de burkinis, Dorelies Woortman, asegura que el negocio marcha a pedir de boca, ya que los pedidos llegan por centenares desde Europa, y por miles desde el Norte de África.

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